En 1954, Venezuela, estaba bajo el férreo control de Marcos Pérez Jiménez, a quien el Departamento de Estado cortejaba por nuestra riqueza petrolera.
Brasil había alarmado a los gobernantes del norte con la creación de la estatal Petróleo Brasileiro, S.A (Petrobràs). Les mortificaba Perón, de quien John Foster Dulles, entonces en el cargo que hoy ocupa la Rice, dijo que “fraguaba una alianza peronista-comunista contra Estados Unidos”.
Bolivia era una piedra en el zapato. Bajo el gobierno de Víctor Paz Estensoro, se había nacionalizado las minas de estaño, en uno de los principales productores del mineral en el mundo.
En la República de Guatemala, Jacobo Arbenz, un progresista, había asumido la presidencia. Era la de la nación centroamericana una economía agro-exportadora. La United Fruit Company, empresa bananera norteamericana, mediante convenios antinacionales, se había convertido en principal latifundista en un territorio de latifundistas y de una mayoría de campesinos pobres.
El Presidente Arbenz, emprendió una lucha tenaz contra el latifundio y por la distribución democrática de la propiedad territorial. Para eso propugnó una Ley de Reforma Agraria que empezó por rescatar las tierras en manos de la empresa bananera gringa.
Era Arbenz un moderado, quizás un reformista, suficiente para que el gobierno de Estados Unidos le considerase comunista Pese a que el presidente mismo, ya se había encargado de advertir que su pensamiento y propósitos muy lejos estaban de lo que sucedía en el mundo soviético. .
John Foster Dulles, para 1953 como abogado encargado de los asuntos de la United Fruit, había solicitado una indemnización de 16 millones de dólares en lugar de los 627 mil que ofertaba el gobierno guatemalteco.
Estas y otras circunstancias, fueron suficientes para que al gobierno de Arbenz, se le declarase enemigo de Estados Unidos y merecedor de derrocamiento. Como el pueblo centroamericano le apoyaba con fervor se planificó en el Departamento de Estado la invasión.
Para ello, había que recurrir a la OEA; que ese organismo, inmoralmente tutelado por Foster Dulles y el Departamento de Estado, suspendiese el principio de NO INTERVENCION.
Con ese fin fue convocada la X CONFERENCIA INTERAMERICANA a reunirse en la ciudad de Caracas, bajo el manto protector del gobierno dictatorial y represivo de entonces. Quería Foster Dulles un escenario donde no se sintiese siquiera la respiración de la gente. Y en ese estado de postración estaba Venezuela, vigilada por las sanguinarias policías política y militar conocidas como la Seguridad Nacional y el SIFA (Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas). Uno no sabría decir cuál de las dos era más tenebrosa.
En aquella reunión, el canciller guatemalteco Guillermo Torrielo, denunció las agresiones y abusos del gobierno norteamericano contra su pueblo. Su discurso valiente recorrió el mundo y contribuyó a despertar conciencias. Uno pudo leerlo en la prensa venezolana, contra la voluntad de nuestro gobierno, obligado a mantener apariencias.
Estados Unidos propuso eliminar el principio de No Intervención, sólo Torrielo votó en contra. Pocos días después, Guatemala fue invadida por las fuerzas norteamericanas.
Igual pasó en la OEA con Cuba, asunto en el cual destacó la participación de nuestro canciller Ignacio Luis Arcaya, quien prefirió renunciar al cargo a perder su dignidad; pero estos acontecimientos son bastante conocidos.
Y esta historia toma vigencia con la gallarda y digna posición asumida por Nicolás Maduro, ante el intento de intervención en nuestros asuntos, manifestado en el discurso de la señora Rice.