Pareciera por un momento que tanto el Rey de España como Rodríguez Zapatero se olvidaron del objetivo del Estado español con la realización, desde hace ya bastante tiempo, de las reuniones cumbres que reúnen a todos los presidentes de los países hispanoamericanos, al lado de los máximos representantes del Gobierno español, con el propósito declarativo de juntar voluntades en la solución de nuestros problemas, fortalecer los lazos de amistad con quienes ayer nos conquistaron y dominaron, pero que nos dejaron la lengua que hablamos, la lectoescritura que practicamos, la religión que profesa la mayoría y una parte de la carga genética que nos hace venezolanos, entre muchas otras cosas.
Pero lo declarativo tiene su papel formal, pues realmente se trata para el Reino de España de aprovechar los nexos e identidades, para tratar de garantizarse un mercado de unos cientos de millones de seres humanos, además de un sitio dónde realizar inversiones en una variedad de campos, tal y como lo hemos visto en los sectores financieros y en el área del transporte aéreo. Pero también sirve esta relación como forma de acercarse a fuentes de materia prima de gran importancia, desde las energéticas, los minerales metálicos y no metálicos, hasta productos agrícolas que bien pueden completar la dieta de los peninsulares o tener muchísimas otras utilidades.
Recientemente, hasta el talento humano de nuestros países es codiciado por el sistema español, como forma de enfrentar la emigración de sus profesionales, entre ellos los médicos, hacia países europeos más avanzados. Nuestros galenos, producto de los bajos sueldos y del maltrato que reciben de nuestro gobierno, tienen a España como uno de sus objetivos de mejorar sus condiciones de vida y de ejercicio profesional. Los españoles están dando una serie de facilidades, que ya ha llevado al comienzo de un éxodo de este tipo de profesionales.
De todo eso se olvidó Rodríguez Zapatero en su absurda defensa del fascista de Aznar. Pide respeto para un expresidente español, pero no le exige a Aznar lo propio en relación con el respeto que le debe a un presidente venezolano. ¿Y al Rey? Se le salió la “realeza” colonial reaccionaria, que lo hace pensar que somos inferiores y que aún nos domina.
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