Bajo la dicotomía "barbarie versus civilización", las grandes potencias se ufanan en recordar al mundo que estamos en el siglo XXI y que, en consecuencia, todas las naciones, sin resistencia, deben incorporarse a la superautopista de la globalización; al futuro galáctico y cibernético que rememora la saga de Matrix. Sin embargo, ¡oh, sorpresa!, sus prácticas coloniales son absolutamente dieciochescas.
Como en una película de suspenso, van desfilando las imágenes de Jean Bertrand Aristide, secuestrado en su país y expulsado al Congo Belga; el presidente Allende, con un casco puesto, soportando el bombardeo del Palacio de La Moneda; la música estridente para ensordecer a Noriega y sus colaboradores y cazarlo como si fuera una fiera enjaulada y, más allá, Sadam Hussein, atrapado en una covacha y presentado al mundo en una reducida muestra del otrora hombre fuerte iraquí.
Otros personajes se sitúan en el servilismo y la venta de conciencias. Los gobernantes que suplican al Tío Sam para que los incorporen a los TLC. Vicente Fox y Álvaro Uribe son las últimas imágenes acabadas de este asunto. La expansión capitalista llevó a la cartelización de la economía. ¿Y qué son los cárteles? Control en la producción, distribución y comercialización. Los países que se opusieron a esta presión fueron aplastados por diversos medios durante el siglo XIX y la primera mitad del XX.
Hay quienes inclinan la cerviz y le rinden loas al capitalismo. Otros, muy cobardes ellos, sufren de un miedo congénito y tiemblan y sudan de solo pensar que alguien se pueda oponer al imperio. Hay especies peores, apátridas y lacayos: claman por una invasión, exudan y se babean anhelando que los marines lleguen a nuestro territorio. No creen en ninguna nacionalidad. Le venden su alma al mejor postor. No tienen conciencia alguna.
La última acechanza contra Venezuela y el gobierno bolivariano por parte de la ExxonMobil no es fortuita. Responde a un plan absolutamente preconcebido. Las garras, los tentáculos, las tenazas de la CIA y de los sectores ultraconservadores y guerreristas de los Estados Unidos están empecinados en sacar del escenario al Presidente venezolano. En la retorcida visión del big stick, vale todo. ¡Ahora más que nunca debemos luchar por nuestra soberanía! Periodista / Prof. universitaria