Está en desarrollo una nueva escalada de agresión digitada desde el Norte. No hay mayores novedades, sólo reiteración y persistencia en el espíritu de Goebbels. Desaforados, los medios se desgañitan altavoceando los problemas, fallas y deficiencias que existen y nadie niega, que son, algunos, remanentes cuartarrepublicanos; otros, causados por el boicot y la decisión oposicionista de torpedear cualquier acción de gobierno; unos cuantos, derivados de la improvisación e ineptitud de muchos funcionarios, amén del quintacolumnismo consciente; el conjunto, adobado por la corrupción y el burocratismo insertos en los poros del aparato estatal heredado, hecho a la medida de los intereses históricos dominantes y no para el servicio de la población, y junto con los realmente existentes, los inventados con la más absoluta desfachatez: es, como tantas veces he apuntado, el inefable reino de la mentira. Y todos ellos, en última, ligados de raíz al orden de injusticia social que estamos combatiendo.
En cambio, la formidable obra de la revolución se oculta, se niega y se calumnia. Formidable, con todo y fallas: En salud, educación, alimentación, seguridad social, expansión cultural, concienciación cívica, dignificación personal y otros aspectos cardinales a los cuales han sido incorporadas y llamadas al protagonismo las multitudes excluidas por el capitalismo dependiente; en infraestructura --puentes, autopistas y carreteras, ferrocarriles, metros, presas, silos, edificaciones de servicio público y abundantes etcéteras, para el colectivo general del país--; en recuperación del nervio vital de nuestra economía, el petróleo, arrancado de la condena a muerte como patrimonio nacional; en rescate de las condiciones de vida de las capas medias, que como nunca compran y viajan en grande, salvadas de los créditos indexados y “balones” y de otras calamidades que las llevaban directas a la proletarización (buena parte de ellas no lo reconoce y sufre de odio gratuito); en preservación de la paz de la República, y esto es así, aunque chillen, pues íbamos rumbo a nuevos y más desbordantes veintisietes de febrero; y en la voluntad de transformar la sociedad en el sentido de la igualdad y la justicia.
La guinda de la actual escalada es el ataque en pinza contra PDVSA y el presidente Chávez, es decir, contra la soberanía de Venezuela. La Exxon Mobil, la misma que disfrazada de Creole (criolla) nos esquilmó el “aceite de piedra” durante el Siglo XX, la máxima depredadora mundial en materia petrolera, la que paga a científicos sin conciencia para que desmientan el daño ecológico causado por las actividades del capitalismo imperialista, la financiadora de los nazis para que agredieran a la Unión Soviética con miras a compartir sus grandes yacimientos, la copatrocinadora de la invasión al Irán nacionalista de Mosadegh, y ahora, con Bush y su camarilla, de la que sueñan contra la Revolución islámica y de la que están realizando en Irak, la “Creole”, ese monstruo de robo y genocidio, reaparece contra nuestra patria en ataque artero, buscando intimidarnos. Y, por supuesto, cuentan con la complicidad de sus viejos lacayos, los giustis, calderones, sosas y demás, y de los nuevos que se apresuran a vestir librea y desvergüenza. Tanto trabajaron aquellos por depreciar la empresa y entregarla en baratillo, tanto trabajan éstos por retornar a la situación a la que no volverán. Y junto a los desembozados, que se cuadran incontinenti, los vergonzantes que piden “no meterse” con el reconocidamente malvado gigante, porque es muy peligroso. Así, no hubieran existido los libertadores ni las revoluciones.
Todo esto busca asustar en función de las elecciones venideras (y, por supuesto, siempre en la tesitura del plan B). Como en alguna medida les resultó en diciembre, tratan ahora de potenciarlo y en ello fían sus esperanzas, desconociendo una vez más el factor que entrará de nuevo a jugar. Ya los trabajadores petroleros, su mayoría patriótica, están en pie de lucha, ya las multitudes empiezan a movilizarse, ya la unidad popular, la unidad cívico-militar y la unidad con el líder impondrán una vez más su condición de fórmula de la victoria. ¡Y no serán tribunales o poderes extranjeros los que decidirán el destino de Venezuela!
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