¿Será que también ha arado en el mar el egregio cumanés? Despierta el gigante Tupac mientras pacientemente de manos de cholitas curtidas desenhebra hojitas de coca y la infamia brota en los callos territoriales del carcomido Alto Perú. Tal cual aquellos hijos judíos sobrevivientes sortarios de los hornos de la Gestapo -que asolan ahora cual látigo flagrum la tierra palestina-, los descendientes de nazis fugados escupen la bienvenida en horizontes y firmamento recibida del corazón noble de la Pachamama, sembrando su racismo canceroso aprendido de sus rubios padres. Igual que el virus incurable, que se mueve con vida propia al antojo dentro del cuerpo a matar, ahora contraataca feroz en sus descendientes, para separarse lo más posible de su noble anfitrión, de quien recibe a adiario sus tres platos de comida.
Geografía humana enferma sin duda alguna vale la pena la pregunta: ¿Si tiene cura la humanidad a esta hora lejana de su lecho de humus, a esta hora de la globalización? El perfil de un enemigo es la puerta de entrada al completo del cuerpo enfermo; así lo vieron los quijotes libertadores que se atrevieron emprender un día la cura denominándola Liberación, y emprendieron como salidos de la letra de Cervantes, una ardua faena que no fue sino principio de la marcha tan larga cuan amarga ha sido la tenebrosa resistencia de la avaricia.
Quién lo diría, a los 27 años de edad el precoz General en Jefe ya vencía en Yaguachi; poco después es derrotado en Huachi, la única derrota en su hoja de comandante, pues uno de sus subalternos, el general Mieres, no quiso obedecer al demasiado joven y advenedizo estratega cumanés, que si no es por su amigo Trinidad Morán, allí mismo se hunde el sueño del sur.
A los 28 años era el eje de un triunvirato salido de su magistral inteligencia para sofocar el triple ánimo que embargaba a la riquísima provincia (separatistas, pro-peruanos y pro-colombianos) y como si anduviera apuntado en la nuca por el revólver de un destino que siempre apostó a la derrota, vence ese año a González, segundo de Aimerich, gobernador realista de Quito en Riobamba a punta de llaneros y lanceros sureños. Nunca dejó de apuntarlo el revólver del destino a pesar de la victoria, de cualquier victoria. En realidad, no lo dejará en paz hasta matarlo siete años después, pero a lo que vamos -necesario es vencer-, no había opción.
Su "coach" mientras tanto cerraba la posibilidad de auxilio al enemigo, aplastando con el Rifles en Bomboná, la jugada, para terminar glorioso el joven estratega en las faldas del volcán Pichincha, en un costoso duelo de infantería que Aimerich presionó pues no deseaba ser arropado por la veteranía de los centauros llaneros, y si, ingleses del Albion fueron los maestros de la victoria, los mismos que habrían puesto su pecho de muralla en Carabobo. Año y medio después, ya añadido Guayaquil al Ecuador, perdón, "ambos dos" a la Gran Colombia, cerraba Sucre con broche de honor el maratón libertador en Ayacucho la libertad completa de esta parte del mundo. Edad, 29 años.
Los mejores años de la vida humana, la adolescencia y la juventud, fogosidad promedio de los buenos deportistas, fueron dedicados por el valioso cumanés a pelear el parto brillante de las futuras naciones. Para que hoy la maleza secesionista saboteara ciento ochentipico años después, el camino de unión forjado con sangre y esfuerzo, pretendiendo llamar "libertad" a su oligarca laberinto regresivo. Pésima estrategia al creer que ganarían puntos obligando a los sometidos originarios desnudarse y quemar sus nobles pancartas de bienvenida a su valiente presidente.
Hay más, como si el destino quisiera flaquear aquella gloria encendida en el suelo de la última campaña (Ayacucho), descubren no hace 15 días, en la pampa homónima, osarios vergonzosos de aldeanos torturados y fusilados por paracos, confundiéndose hombres, mujeres con niños -siempre el pueblo invisible que con sus cuerpos de huella dolorosa son la muralla que emplaza la voluntad para un cambio obligatoriamente definitivo- semejando aquellos humildísimos cuerpos nunca reclamados, ser acompañantes de nuestros soldados caídos en la batalla final contra el imperio español.
Certeza tengo que es la Pachamama que administra y reúne pruebas para no desmayar en sus hijos la tenacidad, la dignidad que portan genéticamente, guiadas en la guerra de emancipación por aquel "atleta" invencible y extremadamente joven general, que debía madrugar –durante la campaña hacia Ayacucho-, para espiar a los espías que mandaba, o para ayudar a los armados de las caballerías de carga (acémilas), para evitar su fuga, para ganar la confianza de la tropa, como efectivamente ocurrirá, que dormía con un ojo abierto por no dar un solo chance a la subversión del orden. Hoy los separatistas oligarcas de la provincia sucrense boliviana piden respeto a la seseción que exigen "¡Sucre se respeta!" repiten sin cesar los escasísimos blancos y -¡qué vergüenza!- acompañados de mestizos e indios separatistas que se mofaban de sus propios hermanos ignorando el papelito de imbéciles de que son objeto, puesto que más de una vez serán blanco de los blancos en sus conciliábulos, y todos en sí, ignorantes que sus estómagos, sus pasos hollan el corazón del Tihuantisuyo. Todos son los del ridículo papelito ante la historia. Lo saben muy bien cuando no querían mostrar las imágenes que ellos mismos protagonizaron, pues su "ratón moral" les restregó que tal "hazaña" cohesionaría más a la unidad del gentilicio boliviano, cerrando filas tras su presidente Evo.
No acaba allí el absurdo, a Venezuela también le tocó lo suyo, pasa que nuestro pueblo no lo sabe, y aquí va la información: al cumanés lo acompañaba hacia Ayacucho los batallones venezolanos con númenes acerados de unión y patrio, ejemplo para todo aquel ejército expedicionario, el guayanés Rifles, el Caracas… y el batallón Zulia, este último creado en la campaña de Carabobo, entonces batallón Maracaibo. Detalle por demás desconocido por algunos pichacosos "filósofos opositores" secesionistas de la provincia lacustre. Hasta allá llegaron con la antorcha de la unión en sus conciencias, para que hoy esos apátridas insinúen la separación zuliana de la república que es gloria envidiable de unidad en el continente.
No es nueva ni nada creativa la táctica imperial. Cada vez que ve amenazada su derrota, la secesión es la medida que les resta para presentar al mundo en algo su victoria. Todo el planeta es testigo de tan burda estrategia. Allí lo pueden decir las dos Coreas, allí los dos Vietnam, la disgregada Yugoslavia, las dos Alemanias, la Repúblic Árabe Unida nasseriana, el inmenso Congo, la Panamá granadina, los dos Tímor, Checoslovaquia, la misma Unión Soviética, pinchan a China por el lado tibetano… en fin, allí están los enclaves, los tratados vergonzosos, las bases militares, los satélites, las sondas hacia los planetas, al sol ¿qué va a sorprender que deseen separar al Zulia, las media luna de Bolivia, o la venezolana.
La prohibición está hecha para el mundo, las organizaciones para controlarlo, las leyes para los demás. Henry Ford creó sus primeros automóviles con fibra de marihuana, Nelson Rockefeller lo convenció para que utilizara el latón, menos mano de obra, mayor ganancia. Bastó con que se la prohibiera y las ganancias subterráneas abrazaron su gula. Hoy no hay país que supere al estadounidense en producción de cánnabis no solo para la fuma sino hasta para la competencia a la soya en productos derivados (queso, leche, aceite, fibra, etc.) Sólo porque se dieron cuenta de la ganancia grandiosa que provee el psicotrópico… prohibido, porque de esa manera no hay quien les compita. Ni qué decir de la cocaína, con proteger a los kilómetros cuadrados de su hogar fabricante, Colombia, no hay cártel que les haga el reto. Los adictos ponen la circulación de la divisa, lo que importa.
Ese es el campo de batalla, minado de mediática envidiosa, mentirosa calumniadora, esos los soldados enemigos, zombis con dientes atómicos. La unidad tiene un nombre en esta otra campaña: Antonio José de Sucre. Joven como el futuro promisorio, laborioso como el pueblo del sur del planeta que mina el completo del globo. Allí está nuestro ejército. Allí la victoria, allí renacido, nuestro comandante Sucre: ¡Planeta libre, Socialismo o Muerte!
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