Los actos prácticos
del entendimiento de los obispos, son los que los mueven para obrar;
lo que envuelve dos cuestiones: cuál es el fin que se proponen, y cuál
es el mejor medio para alcanzarlo. Las acciones las ejercen o sobre
los objetos sometidos a sus ambiciones, o sobre lo que cae bajo su albedrío,
y esto comprende el arreglo de su conducta con respecto a ellos mismos
y a su entorno, abarcando la administración doméstica y la política.
Lo dicho por ellos aquí sobre el modo de pensar en todas las materias,
porque no ignoran cómo debe proponerse un fin y cómo han de encontrar
los medios más adaptados para lograr alcanzarlo. A primera vista, parece
que los señores obispos deben tener el fin que se proponen, de un modo
bien claro, determinado, fijo. Sucede a veces que se atribuyen más
planes de los que pueden consolidar, viéndolos tratar de ocupar posiciones
muy elevadas, sea por la reputación de la Iglesia, sea por las funciones
que ejercen, nos inclinamos naturalmente a suponerles en todo un objeto
fijo, con premeditación detenida, con vasta combinación en sus designios,
con larga previsión de los obstáculos, con sagaz conocimiento de la
verdadera naturaleza del fin de sus relaciones con los medios que a
él conduzcan. Los obispos en todas las condiciones sociales, en todas
las circunstancias de la vida, son siempre hombres, es decir, una cosa
muy pequeña. Poco conocedores de sí mismos, sin formarse por lo común
ideas claras ni de la cualidad ni del alcance de sus fuerzas, creyéndose
a veces más poderosos, de lo que en realidad son, encuéntranse las
más de las veces, perplejos, sin saber ni adonde van ni adonde han
de ir. Además, para ellos es a menudo un misterio para donde se inclina
y va el pueblo: por manera que las dudas sobre sus fuerzas se aumentan
con las dudas sobre su interés propio. El pueblo, necesitamos la esperanza
del futuro, no el mirar hacia un pasado muerto, que confiamos será
superado por el futuro que nuestra inteligencia puede crear.
Señores obispos:
Cuán insuperables y terribles los obstáculos, interpuestos por ustedes,
que tenemos que vencer para destruir los envejecidos abusos y las arraigadas
preocupaciones para hacer desaparecer el monstruoso fanatismo. El impulso
natural de la fuerza del pueblo que pugna por romper ese lazo, para
conseguir su desarrollo, y, desvincularse de la rígida autoridad y
emanciparse de la medieval mentalidad de la Iglesia Católica. Cada
cual es hijo de sus obras; ellos no quieren entender, lo que suele decirse
de que el interés particular sea una guía segura y que con respecto
a él raras veces se equivocan. En esto, como en todo, andan inciertos,
y en prueba de ello tienen la triste experiencia de que tantas y tantas
veces se labran su fracaso. Entre los asuntos que más llaman la atención
del Gobierno desde la aprobación por el pueblo de la Constitución
de 1999, han sido promovidos por la oposición de los obispos a cumplir
los decretos y las providencias del Gobierno. La Jerarquía de la Conferencia
Episcopal, activamente apoyada en esta empresa por el Nuncio del Vaticano,
quien no deja de promover incidentes. El Vaticano manifiesta también
de esta manera su enemistad por el régimen Constitucional del Presidente
Chávez. La abierta hostilidad del clero al régimen actual está marcada,
oyéndose desde el púlpito predicaciones enemigas y fácil es imaginar
lo que pasará dentro del claustro. Hay en verdad, entre los sacerdotes
algunos liberales, pero la gran mayoría de los curas es contraria al
nuevo orden de cosas; y el alto clero, más influyente aún por sus
riquezas y sus relaciones constantes con las clases y familias pudientes
oligarcas, con la consabida clase media, apegadas a la IV república,
y a los fundamentos económicos del imperialismo, constituyen los elementos
de una extensa organización que abraza todo el país, y no tardaron
en establecer un foco de conspiración en cada población de alguna
importancia. Sabida es la participación de los obispos en el golpe
de estado del 11 de abril 2002, en el golpe petrolero y en las guarimbas.
Y su insistencia en que el Presidente Chávez renunciara.
Los obispos
de la Iglesia Católica convertidos en partido político, insisten en
explicarnos: La religión católica nos ofrece cuantas garantías de
verdad podemos desear. Ella, además, nos impone una ley suave, pero
recta, justa, benéfica; cumpliéndola nos asemejamos a los ángeles,
nos acercamos a la belleza ideal que para la Humanidad puede expresar
la más elevada poesía. Ella nos consuela en nuestros infortunios y
cierra nuestros ojos en paz; se nos presenta tanto más verdadera y
cierta cuanto más nos aproximamos al sepulcro. En esta breve reseña
se contiene el hilo del discurso de un católico que, conforme a lo
que dice San Pedro, quiera estar preparado para dar cuenta de su fe,
y manifestar que, ateniéndose a la católica, no se desvía de las
reglas de bien pensar. (Permanentemente nos hablan de la muerte). Los
obispos están empeñados en la campaña para implicar al Presidente
Chávez en vincularlo con el narcotráfico, que está financiando a
las FARC, que Venezuela es un santuario de los guerrilleros, que Chávez
es compañero de las FARC., etc. Quieren salir de Chávez como sea y
contra todo que se oponga.
Los obispos
le exigen al Gobierno Revolucionario que, desde la escuela primaria,
todo el ambiente escolar esté bajo la influencia de la doctrina católica,
para perpetuar en el espíritu de las generaciones de alumnos este modelo
de “santidad”, la enseñanza nacional debe ser católica, tal como
lo proclama la Santa Iglesia. Pero el pueblo exige; el país que queremos
ver sería un país libre de la virulencia de las hostilidades de grupo
y capaz de realizar la felicidad para todos mediante la cooperación,
en lugar de mediante la lucha y la exclusión. Queremos ver que en el
país la educación tienda a la libertad mental en lugar de encerrar
la mente de la juventud en la rígida armadura del dogma, calculado
para protegerla durante toda su vida contra los dardos de la prueba
imparcial. El país necesita mentes y corazones abiertos, y estos no
pueden derivarse de rígidos sistemas, ya sean viejos o nuevos. Una
superestructura política, religiosa de tal o cual tipo no puede cambiar
los reaccionarios fundamentos. Por el contrario es el fundamento el
que subordina a la superestructura. En nuestros días es tonto pensar
siquiera en unos obispos progresivos, en una iglesia progresista. Toda
la doctrina de la Iglesia se ha vuelto reaccionaria.
La cuestión
de la verdad de la religión es una cosa, pero la cuestión de su utilidad
es otra. Yo estoy tan firmemente convencido de que las religiones hacen
daño, como lo estoy de que no son reales. El daño que hace una religión
es de dos clases, una dependiente de la clase de creencia que se considera
que se le debe dar, y otra dependiente de los dogmas particulares en
que se cree. Cuando se oye en la iglesia a la gente humillarse y proclamarse
miserables pecadores, etc., parece algo despreciable e indigno de seres
humanos que se respetan. Tenemos que hacer el país lo mejor posible,
y si no es tan bueno como deseamos, después de todo será mejor que
lo que esos otros han hecho de él en todos estos años pasados. La
Iglesia, como es sabido, se opuso a la abolición de la esclavitud,
mientras se atrevió, y con unas pocas y sonadas excepciones, y se oponen
en la actualidad a todo movimiento hacia la justicia económica y la
exclusión. El Papa ha condenado oficialmente el socialismo.
Salud camaradas.
Hasta la Victoria Siempre.
Patria. Socialismo o Muerte.
¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net