Aquel personaje que llevó al cine Silvester Stallone, "Rambo", es para muchos la expresión tìpica del soldado americano. Al tipo no le entran balas, ni siquiera el mal de ojo, la mavita, golondrinos, ni le joden las ladillas. "Donde pone el ojo pone la bala". O como aquel legendario personaje medieval britànico, Robín Hood, el del bosque de Sherwood, quien fácilmente partía de un flechazo una manzana en dos, posada sobre la cabeza de alguien, quien no dudaba en someterse a la prueba, dando por descontadas las habilidades del seguro arquero. Pero nada de aquello que simbolizó el héroe inglés de paladín de los pobres; y a la clase media así le encanta porque ese ramplón rol le corresponde al tercermundista, niche, ordinario y zambo Chávez.
Superman, el Hombre Maravilla o Capitán Marvel, nombres dados en diferentes épocas al mismo personaje, según la creencia de mucha gente, no es una invención, como aquella de la invasión de los marcianos de Orson Welles, sino la más puritita verdad, como diría un mejicano. Aquel sólo se debilitaba ante la kriptonita, pero la eficiencia de la DEA, siempre le tuvo protegido de quienes traficaban con ella; primero se la tragaban o negociaban con un cartel del asunto, quienes ese cuerpo formaban antes que le llegase al hombre volador. ¡Pura eficiencia!
Eso que anuncia la prensa que, soldados americanos se pudieron haber suicidado casi en masa, con poderosos narcóticos, recientemente en Irak es, como dijese aquel predestinado, "una falacia". El invencible "soldado universal", no tiene esas debilidades; es mas si intenta suicidarse, lo que haga, se meta un tiro, tire de un barranco o ingiera cualquier poderosa pócima, en él nada de eso hace efecto alguno, porque está hecho para "todo terreno".
¿Entonces si es infalible, dispone de una tecnología que hace tiempo hizo obsoletas las bolas de cristal y brujildas como Adriana Assi, los oráculos griegos, es superior a Eneas, Aquiles, el de "los pies ligeros" y hasta al Cid Campeador, como juran y perjuran de la clase media para arriba, por qué comete tantos errores y deja caer sus bombas y metralla donde no debería hacerlo? ¿Donde no hay combatientes, ni armas, sólo niños y mujeres indefensas?
Creo- la memoria puede traicionarme- que en "La Piel", novela de Curzio Malaparte, el autor habló de minas, de presentación muy atrayente, que soldados norteamericanos que tomaron ciudades de Italia, en la segunda guerra mundial, "por distracción", dejaban tiradas por allí, que mataron o mutilaron sobre todo niños. Aquello podría ser tomado por un desliz, pues todavía el "soldado universal", salvador de la humanidad y de las libertades, ni siquiera era un proyecto.
Hoy, la prensa informa que según "el Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas Españolas", los norteamericanos, atendiendo a una información equivocada, el 22 de agosto próximo pasado bombardearon una población indefensa en Irak - no objetivo de guerra- y mataron más de noventa personas, donde abundaron niños y mujeres. Dijeron los españoles que "Los agentes estadounidenses habrían recibido un "soplo" erróneo", que no obstante "dieron por bueno", Y Chupulún, pum, pum, allí lanzaron su carga mortífera sin que se les aguase el ojo.
¿Y la eficiencia? ¿Y esa capacidad sin parangón para prevenirlo todo? ¿Y esa disponibilidad tecnológica que les hace omnipresentes, en qué quedó?
¿Si son tan eficientes, por qué ese error lo cometen con tanta frecuencia? ¿Por cuál razón son tantas las veces que han lanzado bombas, desde Vietnam, Panamá, Afganistán y ahora en Irak, sobre escuelas, hospitales y hasta en pueblos que celebraban fiestas de bautizos y matrimoniales? ¡Y todo por error de información!
Ante este dilema uno, que no les admira pero tampoco les mira con el rabo del ojo, no le queda otra cosa que pensar que, o es mentira eso de la eficiencia o simplemente a sus mandantes les embarga el odio, la mala fe o intención.
Por supuesto el soldado, los soldados, las armas, bombardeos desatinados o a lo loco y toda esa parafernalia, no son más que los mecanismos de "socialización" de un modelo que no le queda otra cosa que ofrecer
¿Y el miedo, qué lugar ocupa en todo esto?