La República que falta

Ah, San Juan, quien paseara por tus viejas calles sorbiendo de a poco boleros de Hernández cantados por Pirela. ¿Por qué será que el Caribe de las islas le enamora a uno tan profundo así el corazón? La miel insular de la tarde es siempre una invitación a cantar. Será por eso que hay tal talento musical en cada boricua.

Tanto así será que Puerto Rico parió un trompetista estrella que hasta enseñó a Arturo Sandoval y fue capaz de hacer sonar ese tan sonoro instrumento de viento sin que los gringos lo pudieran oír. Esos acordes extraídos de unos pulmones perseguidos y ametrallados siguen sonando –pese a los proyectiles 9 milímetros- en 9 mil kilómetros casi rectangulares y 1126 kilómetros de costa besada por el Caribe y urgentemente requerida por la unidad indoamericana.

Filiberto Ojeda Ríos, comandante del Ejército Popular Boricua “Macheteros”, es uno de esos casos extraños de héroes multifacéticos e integrales que en Nuestra América son tan comunes. Hombre de acción ligado estrechamente a Cuba revolucionaria, Filiberto recoge la fibra raigal de aquellos patriotas puertorriqueños afiliados al Partido Revolucionario Cubano que fundara José Martí, los mismos que un domingo 22 de diciembre de 1895 se reunieran en el número 57, esquina calle 5 con Sexta Avenida, en New York, para tratar “asuntos de patriótica trascendencia”. Asistieron 59, entre ellos Juan de Mata Torreforte, sobreviviente del Grito de Lares, quien presentó la propuesta de Bandera Nacional. ¡Que bonita Bandera, si los yankis no la tuvieran!

Coincidencia, azar, casualidad o causalidad, el 23 de septiembre es la fecha del alzamiento patriótico boricua contra el colonialismo español en 1868, y el 23 de septiembre de 2005, las armas imperialistas del FBI encuentran al Comandante Filiberto Ojeda en el pueblo de Hormigueros y allí lo dejan desangrarse los desalmados esbirros imperialistas. Que miedo le tenían, que aún muerto sobre el pavimento lo miraban de lejos mientras se ajustaban sus chalecos antibalas.

Como la “providencia divina” destinó a los Estados Unidos a ser amo y señor del Nuevo Mundo y más allá, la explosión del barco acorazado Maine, el 15 de febrero de 1898 en el puerto de La Habana, con la muerte de sus 266 tripulantes, sirvió de argumento para que el gobierno del presidente William Mc Kinley declarara la guerra al moribundo imperio español, produciéndose las siguientes consecuencias históricas: Estados Unidos frustra el proceso autónomo de independencia de Cuba que prácticamente estaba en su fase final, humilla a España mostrando al planeta su novel poderío, arranca a España, en el Tratado de París, las colonias de Cuba, Filipinas, Puerto Rico y la isla de Guan.

Es contra esa oprobiosa condición neocolonial que se alza el Partido Nacionalista de Puerto Rico las primeras décadas del siglo XX con Pedro Albizu Campos a la cabeza. Patriota apasionado, encendido discurso, contagioso carisma, Pedro Albizu Campos llama desde el fuego de su alma revolucionaria al pueblo boricua a manifestarse soberanamente. Inspira con vibrar de plenas el corazón patriótico que late en cada puertoriqueño y promueve acciones audaces y contundentes contra el imperio yanqui. Atentado contra la residencia provisional del presidente estadounidense Harry Truman en el marco de la Insurrección Nacionalista de 1950 y Ataque al Congreso de estados Unidos en 1954.

La estratégica ubicación en el umbral oriental del Caribe, ha hecho que Puerto Rico sea usada por el imperialismo como base de infinidad de operaciones militares contra los pueblos del mundo y de Nuestra América en particular. Incluso, las naves gringas desplegadas a propósito del golpe fascista de abril de 2002 contra la Revolución Bolivariana, partieron del usurpado mar borincano. Ya antes lo hicieron para agredir la República Dominicana de Juan Bosh, la ultrajada Grenada de Maurice Bishop o para agregar más muerte a la sufrida Nueva Granada con el llamado Plan Colombia.

Recientes están los recuerdos de la tremenda lucha por la salida de la base militar Roosevelt Roads en la pequeña isla de Vieques. Gesta heroica que unió puertorriqueños de todas las tendencias progresistas y la solidaridad de las organizaciones pacifistas, ambientalistas y culturales de todo el mundo.

Es la hora de cantar fuerte desde todos los pueblos alzados contra el imperialismo, para que cese el colonialismo en El Caribe. Los escenarios diplomáticos tienen que servir para que los gobiernos soberanos de Ecuador, Bolivia, Brasil, Paraguay, Argentina, Uruguay, Nicaragua, Honduras, Cuba, Venezuela, y todos quienes se quieran sumar, reclamen la descolonización definitiva y la creación de una amplia zona de paz en el Caribe todo, mar de nuestros ancestros, musa de nuestros poetas y cantores, eros del cosmos amante y utopía concreta de la onírica libertad.

Con sones de Mapeyé, entre cuerdas de un cuatro del maestro Cristóbal Santiago tocado por Colon Sayas, con la privilegiada voz de Danny Rivera y el compromiso de Roy Brown, Puerto Rico resiste. En el ejemplo de Betances, Hostos, Albizu y Filiberto, Puerto Rico resiste. La salsa en el barrio de New York, la leyenda del Inquieto Anacobero sonando retador en todos los bares de nuestra inmensa y despechada geobohemia, es Puerto Rico que resiste. Y la décima popular, vehículo sencillo que los humildes blanden contra lo malo, que nos dice “No cambio la jibarita, ni guaracha y santurcera, por una rubia extrajera, no importa que sea bonita, tampoco nadie me quita, el astro que más destella, pues yo no cambio la estrella, que ondea por Borinquén, no me importa que me den, medio centenar por ella”. Es Puerto Rico que resiste. La República que falta.


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Ildefonso Finol

Economista. Militante chavista. Poeta. Escritor. Ex constituyente. Cronista de Maracaibo

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