Basta analizar las declaraciones
del embajador de EE.UU en Colombia, el tristemente recordado ex embajador
de EE.UU en Venezuela William Brownfield, para saber conque descaro
opera la actual ofensiva del imperio: “Ya hay militares de EE.UU en
bases colombianas” (17 de agosto, diario El País de Cali). Y esto
se ha hecho frente a las narices de la comunidad de países de Nuestra
América. Para Brownfield, lo que permitirá el Convenio es ampliar
y profundizar la capacidad operacional de las fuerzas militares de los
EE.UU en Colombia, “para luchar contra el narcotráfico y el terrorismo”.
i.- Las declaraciones de Brownfield:
Brownfield ha afirmado
que la colaboración entre EE.UU y Colombia es de décadas, y que no
entiende por que incomoda a los vecinos. “No estamos hablando de una
base militar en Colombia, sino de la posibilidad de acceso a las
bases militares y navales de Colombia, que son de las más sofisticadas
en las Américas”. A buen entendedor, pocas palabras.
EE.UU ha equipado con alta tecnología las bases militares colombianas, ha creado y apoyado la infraestructura y equipamiento de las mismas. A partir de allí, se habla de “posibilidad de acceso a las bases militares y navales de Colombia”. En pocas palabras, cualquier base militar o naval colombiana, en principio, podrá ser utilizada por tropas de los EE.UU. No son siete, es cualquiera de las bases militares colombianas, y estas siete solo serán “puestos de comando” para muchas más.
Para Browfield el asunto
no es cuestión de soberanía colombiana, sino de “colaboración entre
dos países contra una amenaza compartida, la de la droga ilícita”.
Dice Brownfield “(…) en la medida en que Colombia acabe con el narcotráfico
y el terrorismo se va a beneficiar a la región.” Las bases utilizadas
por EE.UU “son colombianas” dice Brownfield, resaltando que “las
Fuerzas Armadas de Colombia son las más sofisticadas de toda la región
de América Latina”.
Para nadie es un secreto
que las Fuerzas Armadas Colombianas son permanentemente asesoradas,
armadas y entrenadas por los EE.UU, que la cuestión jurídico-política
de la soberanía tiene una salida semántica: solo se trata del “acceso
a bases colombianas”. Ya veremos por que.
Analizadas por EE.UU
las disposiciones constitucionales en algunos países de América Latina,
que prohíben expresamente la localización de bases militares extranjeras,
la salida jurídico-política ha sido ahora plantear la posibilidad
en los convenidos de “paso, acceso y uso” de bases militares “de
cada país soberano”. El territorio de Colombia ha sido cedido por
el gobierno de Uribe al Imperio norteamericano, se ha convertido en
una gigantesca plataforma de avanzada militar de los EE.UU contra América
Latina, así de sencillo. La inmunidad es un pequeño detalle del verdadero
ejercicio de la soberanía de Colombia sobre el personal militar norteamericano
que “utilizará sus bases”. En este delicado punto, Brownfield evade
el tema: “No voy a entrar en detalles sobre cualquier aspecto específico
sobre este posible convenio. Pero insisto: el interés de ambos países
es tener claridad en todas las áreas para que no tengamos que resolver
caso por caso los posibles incidentes.”
¿Incidentes? Ya sabemos
como se prefiguran las futuras situaciones en el “lenguaje de la diplomacia
del imperio”. El Plan Colombia 2010 tendrá un presupuesto entre US$509
millones y US$520 millones. Y además, se articula a los planes
en México y América Central. Brownfield revela que hay “un paquete
triangular: se puede hablar de Plan Colombia y Plan Mérida. Señores:
tenemos los mismos problemas y las mismas organizaciones criminales”.
Como para dejarse de posiciones retóricas y medias tintas con el “gobierno
de Obama”.
Habrá que insistir, el conserje Obama no es el dueño del edificio imperial. Los que siguen confiando el la mascarada-Obama no han comprendido un pito sobre las estrategias de los EE.UU y sus “políticas de buen vecino”. Lo menos que podemos decir, es que podrán llamarse “revolucionarios” pero son absolutamente incompetentes en cuestiones de prospectiva política.
II.- Algunos puntos del convenio:
¿Acaso se habrán
enterado que el convenio da vía libre para el empleo de cualquier base
aérea o naval de Colombia que requiera el personal estadounidense para
poder realizar las operaciones contra el narcotráfico y el terrorismo?
Cuando se habla solo de siete bases, estimados, significa que “inicialmente
serán utilizadas cinco bases aéreas y dos navales”. ¿Comprenden?
No es el siguiente mapa el que se debe proyectar sobre el imaginario
de los pueblos de Nuestra América:
¿Siete bases militares
en territorio colombiano?
Compare con el mapa del
año 2007, donde están gran parte de las bases norteamericanas en el
mundo. Antes de firmarse este convenio con Colombia, ya existían mapas
donde estaban incluidas las nuevas bases militares norteamericanas.
Y entre las bases militares que se ubican los mapas norteamericanos
está la de Apiay en el departamento del Meta y la de Marandúa,
en el departamento de Vichada, pues allí se encuentra un importante
radar de los EE.UU.
En Apiay se encuentra
el Comando Aéreo de Combate N° 2 (CACOM) “CT. Luis Fernando
Gómez Niño". Recibe destacamentos de unidades de inteligencia.
Así mismo atiende los requerimientos de arsenal aéreo Grupo Aéreo
del Oriente (GAORI) "TC Luis Arturo Rodríguez Meneses"(ver: http://maps.google.com/maps?
La ubicación estratégica
de Marandua y del radar allí ubicado entra en la telaraña imperial
de la NSA, el sistema de escucha e intercepción electrónica más grande
del mundo (llamadas telefónicas, fax , correos electrónicos, sistemas
de comunicación HF, UHF, descodificación y codificación del lenguaje),
donde se encuentra especialistas en seguimiento satelital y de interceptación
de aeronaves Para no dejar de lado la importancia de las relaciones
entre las bases militares de Apiay y Marandúa, ya en los mapas
de las bases militares de los EE.UU en el mundo de 2007, aparecían
estas bases, sin necesidad de existir ningún convenio con los EE.UU.
Llama la atención que
se planee entonces en los puntos del acuerdo que “la negociación
se hizo respetando las constituciones de ambas naciones”, como indicó
el comandante de las Fuerzas Militares, general Freddy Padilla De León.
El documento final, que será presentado por la comisión del gobierno
al Consejo de Estado, está dividido en capítulos que contienen 20
puntos básicos, con tres grandes temas: la presencia del personal estadounidense
en Colombia, los términos para la realización de operaciones y el
intercambio de información. Entre los puntos que se han dado
a conocer está:
A) La inteligencia en tiempo real: 1. Se compartirá información de inteligencia con Estados Unidos, tanto en el tema del narcotráfico, como del terrorismo. Esto se traduce a intercambio de datos en tiempo real (la llamada inteligencia en tiempo real). 2. Habrá protocolos para intercambiar esta información, que serán acordados por el comando de las Fuerzas Militares y los militares estadounidenses. 3. Colombia fortalecerá las capacidades técnicas en inteligencia, solo para contribuir a la seguridad de la región, con el apoyo de Estados Unidos. 4. Esta ayuda estará enfocada a transmitir la experiencia a países, que como México, tienen problemas de narcotráfico y necesitan de esa experiencia. 5. Colombia tendrá control sobre el personal que trabaje en el país. Aunque la selección tenga el aval del Departamento de Estado y el beneplácito de la embajada de E.U., una comisión colombiana podrá aprobar o rechazar la presencia de los funcionarios. 6. Los beneficios materiales se recibirán sólo en especie, no en dinero.
B) El manejo de las
bases: 1. Queda claro que bajo ninguna circunstancia podrá haber
una base militar estadounidense en Colombia. 2. Se utilizarán las bases
de Malambo, Apiay, Palanquero, Tolemaida y Larandia, pero habrá acceso
a otras bases, según las necesidades y requerimientos. 3. El acuerdo
está enfocado básicamente en el tema de la lucha contra el narcotráfico
y el terrorismo. 4. El empleo de las pistas se dará de forma gradual,
dependiendo de los requerimientos operacionales. 5. El empleo de las
bases navales será para temas logísticos inicialmente (buques que
transporten implementos técnicos, repuestos, aparatos para inteligencia,
etc). 6. Los aviones tendrán la misión principal de hacer monitoreo
de rutas del narcotráfico, lo que no descarta que se puedan hacer operaciones
con un tercer país, en aguas internacionales. Pero, solo a solicitud
de ese tercer país. 7. La ayuda de 46 millones de dólares para Palanquero
se hace con base en análisis técnicos. La capacidad de la base debe
ser óptima para garantizar la seguridad de las aeronaves. Esta fue
una petición de Estados Unidos. .
C) El manejo de las
operaciones: 1. Las operaciones que se realicen deben estar amparadas
por los marcos jurídicos de ambos países y el internacional como la
carta de la ONU y otros tratados. 2. Estados Unidos no podrá hacer
operaciones desde Colombia hacia otros países. 3. La presencia de personal
no será fijo y no excederá lo que está reglamentado (800 militares
-600 contratista). 4. Solo intervendrá el personal que se necesite
de acuerdo a la operación, pero no puede sobrepasar un número establecido
por el comandante colombiano de la base. 5. En contados casos habrá
personal permanente, como ya ocurre en las bases de Tolemaida y Apiay.
6. Las bases serán de tránsito y se garantiza la confidencialidad
de información. El comandante de la base será designado por el gobierno
colombiano.
Lo que queda claro es
que Washington ha diseñado y esta ejecutando un plan geoestratégico
para recuperar la iniciativa política y militar hacia América Latina
y el Caribe. El centro de gravedad de la estrategia es la Revolución
Bolivariana y el ALBA. Vienen ejecutando sus operaciones y acciones
de manera secuenciada y sincronizada, manejando el principio de sorpresa,
manifestándose sobre todo a partir de su colaboración con el mantenimiento
de la situación de golpe cívico-militar en Honduras, cuyo objetivo
fundamental es la contención del proyecto popular constituyente. Los
gobiernos de centro-izquierda han quedado por ahora paralizados y toda
la parafernalia retórica de la OEA y de la ONU ha sido neutralizada.
La movilización obviamente, debe rebasar a los gobiernos y los espacios
diplomáticos, y de los pueblos, sus movimientos sociales y populares.
El conserje Obama no va a hacer sino ganar tiempo para favorecer los
intereses geoestratégicos del Imperio. Los verdaderos dueños del edificio
imperial hablan entrelineas en las declaraciones de la secretaria de
Estado: Hilary Clinton. Lo demás son mascaradas y fantasías sobre
el presunto “Presidente del cambio y de la esperanza”.
Mientras se le piden
explicaciones sobre las bases militares estadounidenses a Colombia en
UNASUR, la verdadera gravedad de la situación es el avance del Imperio.
Los pueblos, sus movimientos sociales y organizaciones políticas revolucionarias
y antiimperialistas deben recuperar la iniciativa y el rumbo estratégico,
para enfrentar a Washington, desarticulando su estrategia de maquillaje
imperial en el terreno mediático y político. No es momento para picarle
el ojo al conserje del imperio, creyendo en los poderes seductores de
los buenos modales y en la nueva política del “buen vecino”. Los
gobiernos del ALBA y de UNASUR se enfrentan a una verdadera prueba antiimperialista.
Veremos si los gobiernos con discursos latinoamericanistas, democrático
y populares están a la altura de las circunstancias, o si no entraremos
a un nuevo ciclo de luchas revolucionarias y antiimperialistas.
iii.-
¿Recrudece la guerra de IV generación?
Uno de los analistas más certeros sobre la real amenaza que se mueve hacia Venezuela es Carlos Lanz Rodríguez, quién ha venido desentrañando la madeja de las operaciones psicológicas y encubiertas que se ciñen sobre Venezuela. Con motivo del proceso investigativo sobre la Guerra de IV Generación y las Operaciones Psicológicas impulsadas en nuestro contexto por The Rendón Group, (concretamente en Colombia en el “Plan Seguridad Democrática” donde se ha implementado un outsourcing de inteligencia con la Fundación Seguridad y Democracia bajo el patrocinio del Clan Santos). Lanz ha encontrado numerosas evidencias e indicios, sobre el plan de avanzada geoestratégica imperial sobre América Latina, en particular, sobre al área andina.
Carlos Lanz ha investigado, analizando el rol jugado por la fundación “Seguridad y Democracia en Colombia”, sus actuales sus conexiones con el entramado político-miliytar del gobierno de Uribe, aspectos de la agenda de la reforma militar que están directamente articulados a la localización de equipamiento y tropas militares norteamericanas, repetimos en cualquier ubicación estratégica del territorio colombiano (y no solo en los 7 puntos de comando que aparecen en el convenio).
Las Fuerzas Militares de Colombia han avanzado considerablemente en el campo de la tecnología aplicada a la planeación y conducción de las operaciones militares. Se ha incrementado la movilidad aérea y el apoyo de fuego desde el aire, la capacidad de operar en ambiente nocturno, las mejoras en la inteligencia técnica y las estructuras de comando, control y comunicaciones. El incremento de la movilidad aérea ha permitido asegurar: i) el control del espacio aéreo, es decir, garantizar la soberanía; ii) aplicar la fuerza, lo cual implica utilizar las capacidades inherentes al poder aéreo militar en desarrollo de las operaciones militares como pueden ser los bombardeos a blancos en tierra o los combates aire-aire; iii) multiplicar la fuerza, lo que significa aumentar la capacidad militar terrestre o marítima a través del uso de aeronaves, por ejemplo con el apoyo de fuego a las tropas terrestres; y, finalmente, iv) apoyar la fuerza, la cual incluye el abastecimiento logístico necesario para adelantar operaciones prolongadas. En las misiones de multiplicar la fuerza, se incluye el asalto aéreo, es decir, transportar por vía helitransportada unidades terrestres al campo de batalla.
Las fuerzas de asalto aéreo son capaces de proyectar poder de combate sin la limitación impuesta por el terreno o los accidentes geográficos. La versatilidad y fuerza de este tipo de operaciones se logra al combinar las capacidades de las aeronaves modernas de ala rotatoria, velocidad, agilidad y capacidad de fuego con las de las tropas terrestres. Se debe resaltar el enorme incremento de la capacidad aérea de las Fuerzas Militares colombianas, tanto en el transporte de tropa como en el apoyo de fuego cercano, es decir, el apoyo de fuego que los helicópteros o aviones brindan a las tropas terrestres, volando muy cerca de la tierra y a una relativa baja velocidad. Este apoyo es crucial pues representa una ventaja muy significativa a la hora de enfrentar a los grupos armados ilegales.
El apoyo de fuego cercano es provisto por los helicópteros artillados, los cuales acompañan y escoltan las aeronaves de transporte en el desarrollo de las operaciones de asalto aéreo. Adicionalmente, es muy importante contar con aviones que sirvan como plataforma de apoyo de fuego prolongado, papel que en Colombia desempeña de manera muy efectiva la flota de aviones AC-47, mejor conocido como el “avión fantasma”. Colombia triplicó su flota de aviones fantasma al pasar de dos en 1996 a seis en la actualidad. Igualmente, Colombia pasó de tener una flotilla de helicópteros muy limitada, a tener la tercera fuerza del hemisferio. Cabe añadir que la colombiana es la tercera flota de helicópteros UH-60 o Blackhawk más numerosa del mundo, superada solamente por las de Estados Unidos e Israel.
Así mismo, las Fuerzas Militares colombianas han fortalecido considerablemente sus capacidades de inteligencia técnica, entendida esta como la recolección de información por medios distintos a las fuentes humanas. Incluye la capacidad de interceptar señales, comunicaciones y de tomar aerofotografías, entre otras. Un componente fundamental de estas capacidades son los llamados rastreadores o trackers y las plataformas de inteligencia. Estos aviones están equipados con sofisticada tecnología de interceptación de comunicaciones, fotografía aérea y radiogoniometría. Estas aeronaves, en conjunto con los radares de base en tierra (GBR) y la Central de Inteligencia Conjunta (CIC), conforman el sistema de inteligencia técnica que le permite a las Fuerzas MIlitares obtener, procesar y analizar información utilizada en la lucha contra el narcotráfico y, más recientemente, contra los llamados “grupos armados ilegales”.
Las Fuerzas Armadas colombianas han desarrollado un moderno sistema de comando, control y comunicaciones que incluye el Centro de Operaciones Conjuntas (COC) del Comando General de las Fuerzas Militares, así como centros equivalentes en cada uno de los Comandos de Fuerza. Estos centros están enlazados con las unidades operativas, lo que le permite a los comandantes militares coordinar y comandar las acciones en el campo de batalla. En el área de las telecomunicaciones se han dado algunos avances en sustituir el anacrónico sistema de repetidoras por el de comunicaciones satelitales”
Todos estos avances de la Fuerza Armada Colombiana se relacionan con el actual convenio para modernizar bases, trasladar equipamientos y tropas norteamericanas en territorio norteamericano. Todo esto no es solo para “luchar contra el narcotráfico y el terrorismo”, sino para recrudecer la guerra de IV generación hacia Venezuela, e incluso para disponer de una fuerza de reacción rápida en la frontera sur como base de apoyo para una intervención en profundidad en el territorio venezolano, proyectándose estratégicamente sobre la faja petrolífera del Orinoco, la infraestructura eléctrica, y los recursos estratégicos de la amazonia venezolana. De allí la importancia de la bases de Marandúa, Apiay, en primer lugar, y de Yopal y Saravena.
Sabemos que el enfrentamiento a la insurgencia Colombiana hace parte de un combate global a la las diferentes fuerzas revolucionarias en la región. Los EE.UU han demostrado no tener interés alguno en la solución política negociada del conflicto colombiano, y la solución militar implica desconocer la soberanía nacional de los países vecinos y el desarrollo de “operaciones extraterritoriales”.
Además del espectro de operaciones militares directas, se avanza en el uso de operaciones militares indirectas, fundamentalmente la guerra comunicacional, electrónica y psicológica. En tal sentido, no es un hecho fortuito que Enrique Santos directos de la Fundación Seguridad y Democracia sea presidente de la SIP y dueño de un emporio comunicacional. Tampoco es mera coincidencia la presencia reiterada en los últimos meses en Bogotá de los principales operadores de The Rendón Group en Venezuela. El segundo gran aspecto es la guerra mediática contra la revolución bolivariana. Se trata, como ha reconocido la Revista SEMANA de un tema de percepción y comunicación.
Con relación a las bases militares, la Revista SEMANA ha dicho que “el concepto de bases que tiene el gobierno colombiano es muy distinto al que tienen los demás países de la región. Para Colombia, en estricto sentido, no es una base militar gringa en territorio colombiano, sino que se trata de una cooperación militar extranjera que utiliza bases colombianas. Para los vecinos se trata de bases militares gringas en territorio colombiano con proyección en el resto de la región, es decir, una especie de cabeza de playa del engranaje militar del imperio en Latinoamérica.”
También la Revista SEMANA
abunda en la gestión de las percepciones y mensajes:
“Mientras para Colombia y Estados Unidos se trata de un pacto entre
amigos, que les brinda una plataforma de inteligencia crucial para luchar
contra el narcotráfico y los actores armados, para los países de la
región se trata de un espionaje del Tío Sam, anclado en Colombia,
que vulnera la seguridad nacional de cada país. Un gesto hostil.”
SEMANA revela que “el gobierno se equivocó
en su estrategia de comunicación. Primero negó
cualquier posibilidad de que hubiese bases en Colombia. Luego, cuando
el acuerdo se filtró a la prensa, hizo una audiencia pública que sembró
aún más dudas, porque no había documento sobre el cual discutir,
y el acuerdo ni siquiera está firmado. La información ha sido inexacta
y fragmentaria. Primero se dijo que eran tres bases; después, que cinco,
y luego que siete. Total, el propio Presiente ha tenido que ir de país
en país, para no tener que sentarse en el banquillo en una reunión
como la de Unasur, donde iba a ser visto como una especie de patito
feo.”
También SEMANA reconoce que el pulso de poder en América Latina depende
de un solo nombre: Brasil: “Todo el mundo esperaba que Hugo Chávez,
Evo Morales o Rafael Correa salieran con un discurso antiimperialista
y que señalaran a Colombia como el aguafiestas de las corrientes progresistas
del continente. Y aunque el gobierno no esperaba propiamente aplausos
de Brasil, tampoco esperaba una reacción tan adversa.”
Para SEMANA Brasil esperaba que con el fin de Manta, la presencia norteamericana menguara en la región. Y utilizando el viejo recurso de la atribución del mal propio al adversario, acusan a Brasil de carrera Armamentista: “Mientras tanto este país, considerado una potencia emergente, ha fortalecido su aparato militar sin precedentes. Busca un submarino nuclear y comprar varias decenas de cazabombarderos de última generación. Además, en 2005 el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva aprobó una política de defensa con ambiciones regionales, que parte de la hipótesis de proteger la Amazonía, para lo que busca construir alianzas militares en Suramérica. Las bases de Colombia son, como dijo Amorin, algo que no esperaban y que, saben muy bien, cambia el equilibrio de la región.” Para SEMANA, el asunto no es solo contra el ALBA, sino contra UNASUR.
Finalmente SEMANA revela: “Es obvio que Estados Unidos tiene intereses geopolíticos globales. Así quedó consignado en un documento del Comando de Movilidad Aérea del Pentágono de este año titulado Global en Route Strategy, en el que llaman la atención dos datos. El primero, que los norteamericanos quieren cambiar el modelo de bases (más de cien en todo el mundo) que desplegaron durante la Guerra Fría, y cuyo concepto es fijo e inmóvil. Ahora buscan modelos más flexibles, basados en la cooperación con los gobiernos más que en tener hombres y aparatos en tierra. Lo otro que dejan claro en este documento es que quieren monitorear las rutas que van hacia África. Textualmente, Palanquero aparece como parte de ese modelo de control de rutas de narcotráfico en Suramérica. La palabra clave en todo esto es disuasión. Es obvio que Colombia, además de fortalecer su lucha interna, también busca disuadir a los vecinos que son laxos con las Farc para que no sigan siéndolo. El tema de la guerrilla se ha convertido en fuente de conflicto permanente con Ecuador y Venezuela. Colombia no tiene cómo hacerle frente a la carrera armamentista de Venezuela, pero sí como enviar un mensaje disuasivo con el respaldo de Estados Unidos. Al tiempo, los gringos quieren disuadir a los gobiernos que están haciendo entusiastas acuerdos militares con Rusia, Irán o China. Y Brasil, a su tiempo, cómo líder de Unasur, quiere disuadir a la inefable potencia estadounidense de no seguir tomando a América Latina como su patio trasero. Por eso, aunque en el corto plazo, para Colombia casi nada cambia con las bases y este puede ser considerado de puertas para adentro, un escándalo chimbo, para otros países si hay un nuevo escenario. Y en el largo plazo nadie sabe cómo se configurará el rompecabezas. Lo que sí está claro es que las bases constituyen una ficha clave en todo el juego.”
¡Alerta con el eje Palanquero-Apiay-Marandúa! ¡Como para que no quede ninguna duda!
jbiardeau@gmail.com