No es exclusivamente un Estado de derecha o de la ultraderecha.
No es solamente un poder pro-oligárquico y pro-imperialista.
No es simplemente una democracia representativa montada sobre un poder con vocación represiva-terrorista.
No es solo una dictadura disfrazada de liberalismo capitalista.
Es todo eso y mucho más.
Es un engendro político, social, económico y militar, creado después de sesenta años de guerra sucia, terrorismo de Estado, atrocidades de bandas para-militares, partidocracia asociada a cárteles de la droga, oligarquía feroz y generales matones; todos apadrinados por un imperialismo pentagonizado decrépito, decadente y en crisis.
Mezcla de barbarie antigua y canibalismo moderno y post-moderno.
En su seno conviven torturadores y descuartizadores al estilo Edad Media con armas robóticas, espionaje satelital y aviones no tripulados.
Me refiero al engendro colombo-gringo-israelí con jurisdicción colombiana y regional asignada desde Washington, ratificada recientemente por un Obama que prometió no ser como Bush.
Engendro encabezado por un presidente a su medida: caníbalmente moderno, inteligente para el mal, agresivo, audaz, sin escrúpulos, teatrero, mediático, y narco-intelectual.
Engendro mayor con vocación de imperialismo menor, expansivo y agresor dentro y fuera. Presto a servir de plataforma a siete bases militares gringas destinadas a combatir una insurgencia político-militar y una resistencia civil que en seis décadas no ha podido vencer y presto además a relanzar un plan de subversión contrarrevolucionaria y de conquista militar de la Amazonía, evidentemente fuera de época.
Un engendro viejo pero ultra-modernizado, ahora alentado por otro de menor cuantía encabezado por gorilettis y pinochettis. Ambos interesados en parir el vapor otros similares.
A ese tipo de engendro no se le acoge, no se le complace, no se le debe permitir crecer. No es lícito bendecir sus capitales sucios, sus entrenadores militares, sus diplomáticos criminales, sus asesores en terrorismo, sus misiones civiles y militares.
Se le debe aislar, arrinconar y derrotar, y quienes opten por tirarle la toalla serán responsables de sus nuevas agresiones.
No basta advertir sobre su conocida maldad. Es preciso contarle los tentáculos que le posibiliten desplegarla. Ese monstruo también ronda por Quisqueya con un fuerte apoyo del presidente y los suyos.
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