Lamentan muchos que el presidente Uribe haya hecho público lo que en privado habló con los magistrados de la Corte Suprema de Justicia en torno a la inviabilidad que sostienen sobre la terna para elegir Fiscal General.
A mi me parece que el Presidente en su afán de presionar a la Corte, y de descalificarla de manera altanera, ha brindado la oportunidad al país de conocer todos los intríngulis de este episodio en el que amañadamente envía a la Corte una terna de uno para que el alto tribunal se vea forzado a elegir un nuevo fiscal de bolsillo del Presidente.
El correveidile que desata el Presidente no puede quedarse en las gargantas mudas de los magistrados, ni en lo que respecta a su decisión de seguir considerando inviable la terna para fiscal, ni en lo que tuvo que ver con su visita a El Tiempo.
Si el Presidente reveló a la opinión pública sus preguntas a los magistrados sobre la terna, y de paso sus respuestas, esa opinión pública tiene el derecho de saber, y los magistrados la obligación de revelar, sus propias versiones.
Lo que en un momento dado pareciera prudente, “no responder a los ataques, como lo acaba de decir el presidente de la Corte, Augusto Ibañez, más bien resulta una imprudencia institucional porque en alguna parte del reglamento de la Corte debe decir que una de las obligaciones de su presidente es “velar por la buena imagen e integralidad de la Institución”.
Ahora bien, el asunto de El Tiempo sobre la entrevista de los magistrados con directivos de ese medio, requiere también explicación pública, porque públicas se han hecho algunas versiones, especialmente la del Presidente, que dejan a la Corte y al mismo periódico en la obligación de explicar sus conductas.
Empecemos por aclarar a petición de quién se hizo la reunión y con qué propósito. Continuemos precisando si, como lo asegura el Presidente, los magistrados fueron a El Tiempo a pedir la cabeza de algunos columnistas. La Corte ya dijo que no y el periódico queda en la obligación de dirimir el asunto, espinoso por cierto, porque va a tener que dejar muy mal parado a uno de los dos.
Y, finalmente, algo que parece baladí y que tiene un fondo protervo de consecuencias impredecibles, es cuando el Presidente habla de los conciliábulos bogotanos en donde supuestamente la Corte se reúne a conspirar contra su gobierno.
No es bueno revivir ese regionalismo tan arcaico como el que en un tiempo enfrentó a los paisas con los rolos, y menos por parte del Presidente de la República, primera autoridad llamada a mantener la unidad del país en todas sus dimensiones.
Pareciera, como lo dijo el Presidente, que sólo en Bogotá se adelantan reuniones en las que se habla mal de su gobierno.
No, yo creo que reuniones contra Uribe y sus ansias de poder; contra Uribe y su abyección a Estados Unidos; contra Uribe y sus conexiones con los grupos paramilitares; contra Uribe y su mal gobierno, se adelantan en todas partes del país, inclusive con más vehemencia, como en la Costa en donde le han sacado cartelas llamándolo “paraco” y simbólica y magistralmente una señora le entregó un huevo diciéndole… “eso es lo que tiene usted Presidente”.
Es elocuente también que el portal de Columnistas Libres, el primero que arrancó a desvelar esta negra noche de Uribe, tenga su epicentro en Medellín y sea coordinado por un gran periodista antioqueño: Rodrigo Jaramillo.
Uribe intenta poner en contra de Bogotá a las regiones con el mensaje subliminal de que la creciente animadversión que le asfixia es sólo y propia de la capital.
Más bien es él quien, desde la Casa de Nari, que también queda en Bogotá, está conspirando contra las instituciones nacionales y, como dice el dicho, su ataque a la Corte en este campo no es más que una confirmación de eso que dice que “el ladrón juzga por su condición”.
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