Estados Unidos, Francia, Inglaterra, sólo nombramos esos para no fastidiar, se afanan en alumbrar hacia afuera mientras la oscuridad suele prevalecer adentro. Y no es por asunto de fallas en el sistema eléctrico – que allá también hay apagones – sino por estrechez mental, egoísmo y excesivos prejuicios contra parte de la humanidad.
Ahora es Sarkozy, el extravagante presidente francés, quien suele exigir a otros gobiernos, hasta sin motivo alguno, respeto por los derechos de las gentes, hace una petición controversial que podría calificársele como violatoria de los derechos de terceros. Si eso fuese en Venezuela ahora, bajo el gobierno de Chávez, seguro que las agencias internacionales de noticias y los medios que controlan la información, estuviesen hablando y escandalizando con lo de “atropellos al derecho de la gente, como lo relativo a las costumbres y lo religioso”.
El primer mandatario francés, en un gesto que parece ser demagógico y teatral, lo ha tomado con el “burka” o nigab, vestido afgano, que entre otros elementos, incluye un velo que oculta totalmente el rostro de la mujer, dejando sólo dos agujeros a la altura de los ojos. El cuerpo legislativo de la nación gala, optó por evadir la discusión del asunto. Lo hizo porque el uso de la prenda tiene connotaciones religiosas y hasta se corresponde con los derechos individuales. Las personas en Francia pueden vestirse como mejor les plazca; intentar discriminar una forma de hacerlo, para el hombre del mundo occidental y sobre todo en el país de “las luces”, tendría una connotación tan primitiva como la imposición del uso de prenda alguna; como si dijésemos que el remedio es peor que la enfermedad. Y decimos esto, porque Sarkozy ha dicho que “el velo integral es contrario a la dignidad de la mujer”. Olvida el mandatario que en el mundo occidental mismo, incluyendo a Francia, prevalecen prácticas más atroces que esa. ¿Y acaso no sería indignante obligar a alguien, una mujer, cuyas creencias religiosas le llevan a usar el burka, desprenderse del mismo?
Quizás por lo anterior, el Comisario Europeo de los Derechos Humanos, señor Thomas Hammarberg, dijese que “es imposible probar que (esas mujeres) sufren mayor represión que las que no lo llevan (el burka)”. Considera además que “eso no liberaría a las mujeres oprimidas sino que podría agravar su exclusión en Europa”.
Seguro estamos que en Francia, como ya dijimos, no debe haber ninguna norma coercitiva especial que indique cómo vestir. Quizás en alguna parte se hable de las buenas costumbres y el decoro, para lo que los franceses tienen su propio código. De modo que quién en ese país use el burka, no es descartable que lo haga por convicciones religiosas, como los sacerdotes llevan sus sotanas y las monjas su hábito, que a unos y otras ocultan partes del cuerpo. No es fácil saber al rompe quien lo lleva por imposición. Y siendo así, la ley francesa, como la nuestra, esto lo prohíbe. Pero para ello habría actuar ante una denuncia concreta.
Lo contrario, imponer una ley para prohibir algo que los involucrados no demandan, y contra una minoría afgana en Francia, como lo señala Thomas Hammarberg, es una “violación a la privacidad”.
Al lado del argumento de la “dignidad” que tremola Sarkozy, alegan quienes le respaldan que tal vestimenta propicia el ocultamiento de explosivos lo que convierte el problema (¿?) en un asunto de seguridad. Pero es obvio, que tal razonamiento es también un simplismo, pues lo mismo habría que cuidarse de la multitud de sacerdotes de diferentes religiones, que transitan por las calles de Paris, los miles de mecanismos que propician lo mismo y hasta en el exceso de vestimenta que la gente lleva sobre todo en invierno.
El centro del problema está en una expresión utilizada por Samir Nair, experto en el asunto y asesor del gobierno francés, quien ha dicho que “La velación generalizada de la mujer se convirtió en un problema político internacional con la victoria en los años 80 de la revolución religiosa iraní”.
Esto ayuda a entender el por qué del inusitado interés de Sarkozy por la “dignidad” de la mujer musulmana, pues pese a que el burka es de origen afgano se ha extendido al mundo musulmán y su uso crece. Lo del presidente francés pudiera ser un engendro racista y muestra de intolerancia religiosa, cosas que hoy abundan en Europa.
damas.eligio@gmail.com