El ajuste escalonado decretado por el gobierno, que el 1 de mayo aumentó el salario mínimo en 37,5 bolívares diarios, y el primero de julio lo aumentará 18,8 bolívares adicionales, llevará el salario mínimo legal a 7.324,8 bolívares mensuales. En términos reales, el aumento diario de mayo equivale aproximadamente a un café en una panadería popular. Sumando ambos aumentos diarios, el de mayo y el de julio, no se cubre el costo de un desayuno modesto en un comercio popular de Caracas.
Según el gobierno de Maduro, Venezuela tiene el salario mínimo más alto de América Latina. Así lo plantea el canal de televisión estatal Telesur, al calcular el salario mínimo en 892 dólares mensuales, más del doble del salario mínimo chileno, y más del triple del salario mínimo ecuatoriano. Telesur también compara la proporción del aumento (30%) con los aumentos muy inferiores del resto de la región. Al no relacionar ese porcentaje con el de la inflación, de 68,5% el año pasado y que este año será mucho mayor según todos los pronósticos, Telesur da a entender que se trata de un aumento salarial significativo, cuando en términos reales estamos ante un proceso de depauperación del salario real, por la vía inflacionaria.
Tratándose de un gobierno que suele promover en el exterior la idea de que enfrenta una “guerra de cuarta generación” basada en la manipulación mediática de las grandes cadenas privadas de información, es llamativo el ejercicio cotidiano de la más grotesca distorsión periodística por parte de los medios oficiales, tal como lo demuestra Telesur con su tratamiento del tema del salario mínimo venezolano. Venezuela es un país con tres tasas de cambio oficiales y una tasa paralela no oficial. Si bien a la tasa oficial más baja (Bs 6,30/$), el salario mínimo equivaldría a 892 dólares, a la tasa oficial más alta (Simadi, Bs 198/$) el salario mínimo rondaría los 30 dólares, uno de los más bajos del mundo. La diferencia entre una tasa y otra es de más de 30 a 1. Y aún el dólar se cotiza en un 20% por encima de la tasa oficial más cara en el mercado paralelo.
En 2014, antes de la introducción de la tasa Simadi, encuestas económicas ubicaban la tasa de cambio promedio en más de cinco veces la tasa de 6,30. Es cierto que algunos precios se calculan tomando como referencia las tasas de cambio preferenciales (aunque es casi imposible conseguir esos productos, con tasas de desabastecimiento tan altas que el gobierno ha dejado de publicarlas) y otros con el dólar Simadi o el dólar paralelo, pero la tendencia es a que cada vez más precios tengan como referencia la tasa Simadi, algo que ha sido legalizado por el gobierno de Maduro como parte de su violento ajuste capitalista para descargar la crisis sobre la mayoría trabajadora del país. O sea que cada vez nos acercamos más a tener un salario mínimo real por debajo de los 50 dólares mensuales. No podría ser de otra manera con las tasas de devaluación e inflación más altas de la región.
Al relacionar el salario mínimo con el costo de la canasta básica, vemos que no es un salario holgado ni mucho menos. Según las estadísticas oficiales del INE, serían necesarios más de dos salarios mínimos para cubrirla. Según cálculos no oficiales, como la encuesta de la federación de maestros, serían necesarios alrededor de 3,5 salarios mínimos para cubrir la canasta básica. Más de las dos terceras partes de los asalariados ganan menos de dos salarios mínimos mensuales.
El artículo 91 de la Constitución establece que el salario mínimo debe cubrir las necesidades básicas de la persona trabajadora y su familia, y que por lo tanto debe calcularse usando como referencia el costo de la canasta básica. Pero ese no es el criterio aplicado por el gobierno de la burguesía roja, que sigue favoreciendo el abaratamiento de la mano de obra y que una proporción cada vez mayor de la riqueza creada vaya a parar a las arcas de los patronos en detrimento de los asalariados. Una dinámica nada socialista.
Maduro y Fedecámaras aseguran que es inviable tener un salario mínimo que cubra las necesidades alimentarias de una pequeña familia. Para millones de venezolanos está claro que lo inviable es ganar 7 mil bolívares mensuales. ¿Quién se impondrá?, ¿el gobierno y Fedecámaras, con el apoyo silencioso de la MUD y de las burocracias sindicales de la CBST, la CTV y Mosbase? ¿O la enorme mayoría de los asalariados venezolanos que saben que con menos de tres salarios mínimos es imposible cubrir los gastos más elementales de una pequeña familia?
Para que el gobierno, los nuevos ricos, Fedecámaras y los burócratas sindicales no se salgan con la suya, es imprescindible que unifiquemos los esfuerzos de las organizaciones obreras y populares, en aras de movilizarnos de manera contundente por un aumento general de salarios y un salario mínimo igual a la canasta básica oficial, homologado a la inflación. Un gobierno incapaz de garantizar este derecho fundamental no debe seguir en el poder; una oposición que ni siquiera se propone ese objetivo, tampoco debe llegar a gobernar. Ya es hora de que las mayorías trabajadoras empiecen a hablar con voz propia en el concierto de la política nacional y construyan una alternativa de poder.