El salario y las prestaciones sociales, dos tabúes, llave y tranca, herida profunda, de lo que nadie quiere hablar

"No debería sorprendernos que un Partido Demócrata

que ha abandonado a la clase trabajadora descubra que

la clase trabajadora lo ha abandonado a él".

Bernie Sanders

Voy a empezar diciendo, de manera muy estudiada que, apenas dos días atrás, no para mi sorpresa, pues es muestra de los cambios que pudieran producirse, por primera vez, desde un factor de la oposición llamada radical, alguien hace mención al salario y llama a ponerle atención a ese grave problema.

Lo hizo Enrique Capriles, quien, de paso, se ha venido distanciando también del espacio de la señora Machado. Y esto es digno de tomar en cuenta, porque revela que, en ese mundo, se han percatado de la pertinencia y valor de ese asunto, sobre todo al encarar el tema electoral y el futuro. Lo que debería llamar la atención a muchos, que eso banalizan y, a quienes les compete prender las alarmas y "meterle el hombro" a una circunstancia tan apremiante.

En las viejas familias, solía suceder que, a miembros de ellas, para nada se les mencionaba y hasta se les mandaba a vivir lo más lejos posible, pese tuviesen que costear sus gastos esplendorosos y hasta elevados, expresa y estudiadamente por estos, a manera de venganza.

En la intimidad familiar, cuando se les mencionaba, por alguna obligada o accidental circunstancia, decían por aquél o aquella, el "susodicho o la susodicha que está en tal parte", lo que el oyente, de manera fácil, entendía. Y si algún extraño, al personaje escondido, mencionaba o por él preguntaba, de buena fe o con ganas de joder, los interrogados optaban por hacerse los sordos o desentendidos o, cuando mucho, dar una respuesta confusa y evasiva, a manera de evitar hablar del personaje y retornarlo al olvido.

De la misma manera, en el pasado, se procedía con los leprosos o locos, que en toda familia había, por lo menos uno. A muchos de estos se les encerraba y hasta amarraba, según el caso, en una disimulada habitación en el fondo de la casa.

De esa manera, factores oficiales, asumen en Venezuela el tema de los salarios y el ligado a él, las prestaciones sociales. Aparte de Capriles que se estrenó hace poco en eso, de ello siempre hablan, sólo para lamentarse y hasta como para condenar, pues de allí no pasan, nada sustantivo proponen, factores obreros ligados a la oposición de izquierda divorciada del gobierno.

En el ámbito de los políticos, de aquellos que tienen un limpio historial de combatientes por la justicia social y hasta los "tirados para "lante", que hablan de "vanguardias de acero y estallidos revolucionarios", sacaron la palabra salario de su archivo.

Parece mentira, por algo será y eso debe llamar mucho la atención, el único factor y en eso determinante, dadas las relaciones existentes, que de tales cosas habla, es Fedecámaras y lo hace porque está consciente de la gravedad del asunto, le afecta, porque el poco salario, contiene el consumo, la producción y ganancias. Y algo más, los bajos salarios promueven que, en abundancia, buena mano de obra se vaya del país. El ente empresarial empezó a tratarlo públicamente de manera tímida, en actitud como la "gatica de María Ramos", aquella "que tira la piedra y esconde la mano", pero de cierto momento para acá, primero con Roig y ahora con Adán Celis, lo hace por la calle del medio, sin tapujos.

El gobierno de Caldera y, lo que, es más, siendo su ministro de Economía un icónico representante de la izquierda, como lo fue Teodoro Petkof, optó por acordarse con Fedecámaras, en modificar la Ley del Trabajo (LOT), en lo relativo a las prestaciones sociales. Aquella ley, como la de ahora, establecía que las prestaciones sociales, se calculaban a partir del último salario devengado por el trabajador despedido, renunciante o jubilado.

Aquella Fedecámaras veía en esa disposición, que les obligaba a cargar un pasivo que se incrementa con las políticas monetarias y aumentos salariales, una traba para invertir, un peso enorme a futuro, la acumulación de una deuda significativa. Pero ese "pasivo", pues no lo paga inmediatamente, derivado de la productividad de la empresa, el patrón lo invierte y obtiene beneficios inmediatos, no lo acumula en condiciones tales como para que se le devalúe. Pues está respaldado en el activo, instalaciones, maquinarias, materia prima, productos terminados que no se devalúan con las alzas del dólar o precios.

De aquello y dadas las relaciones establecidas entre miembros del organismo empresarial, el gobierno y hasta los partidos gobernantes, en ese entonces Copei y el MAS, partido este de Petkoff, surgió la idea de modificar la ley, de manera que las prestaciones se calcularan y acumularan en base a los salarios devengados por el trabajador en cada año durante el tiempo de servicio.

Por aquello, Fedecámaras y el gobierno, usaron el discurso que, de esa manera y sólo así, era posible ajustar adecuadamente los salarios, sobre todo cuando se producían devaluaciones y aumentos de precios de las mercancías. Aquella fue la oferta y compromiso de Fedecámaras y gobierno para lograr que los trabajadores y su grupo dirigente o sindical, aceptasen con agrado aquél sustancial cambio en lo LOT.

Pero las ofertas de Fedecámaras y el gobierno se las llevó el viento. Los aumentos o ajustes periódicos ofrecidos, quedaron en el papel y discurso. Y aquello condujo a que, gran parte del sector llamado convencionalmente de "la izquierda", casi descabezó a Petkoff y lo condenaron como hacían aquellas familias de antes a sus familiares con "defectos", tal el homosexualismo, locos, tísicos y hasta esposas descubiertas pegándoles cachos a sus maridos o, para decirlo en el mejor lenguaje coloquial, a estos convirtiéndolos en cabrones. Y de una manera más convencional, el universo de la izquierda execró a Petkoff y se lo endosó a la derecha. Se le acusó de entregar una conquista estratégica y de gran valor para los trabajadores.

Recuerdo que, en esos días, mi amigo el profesor de la UDO de origen estadounidense, Steve Ellner, de visita en mi casa, lo que era muy frecuente, dada la amistad entre su compañera y la mía, además por nuestros comunes intereses de orden intelectual, me dijo "Mañana marcho a Caracas a entrevistar a Teodoro". Y uno de los motivos que lo llevaba a entrevistarlo era ese, lo relativo a las prestaciones y el salario. Por eso, le respondí a manera de recomendación, "recuérdale que él y yo, nos conocemos; que aquí en Barcelona, dos veces, a solas, hablamos largamente. Dile de mi parte que, yo entiendo su propuesta, pues no soy nada duro para entender, pero que deje que la derecha, el gobierno y los empresarios, manejen su asunto frente al mundo sindical, que no aparezca en el medio porque lo van a moler".

La medida se puso en práctica y en sana paz. La dirigencia sindical aceptó aquello, si se quiere de buena manera, ganada por las ofertas a modo de recompensa. Pero parte de la dirigencia de la izquierda, ganándose para eso a su ámbito, condenó a Petkoff, por aquello y por haber asumido corresponsabilidad en la privatización de ciertas empresas estatales como la línea aérea Conviasa y hasta la Siderúrgica del Orinoco.

En estos momentos, por ciertos indicadores, uno se siente inclinado, por eso de las viejas costumbres y la facilidad para explicarse y explicar las cosas, como en una coyuntura parecida aquella de cuando Caldera y Petkof. Pero hay ahora algo sustantivo, que antes, en otras entregas he mencionado, el poder de Fedecámaras frente al gobierno, es superior al de antes; tanto que ahora, el ente empresarial, pareciera, según nuestras rudimentarias percepciones, imponer su ley en materia de precios y política cambiaria. Tanto que Valdez, asegura, hay quienes se apoderan en un santiamén y sólo por especular, de la cantidad de dólares que el BCV ponga en venta para enfrentar la demanda, lo que pese el esfuerzo, no evita que el precio del dólar suba en el mercado paralelo. Y esta es, además, una señal enviada al gobierno por si se atreve a aumentar salarios sin modificar la LOT.

En los peores momentos financieros del Estado, como aquellos de Luis Herrera y su brusca devaluación, Caldera y hasta CAP, estos dos últimos en sus segundos gobiernos, nunca el ente empresarial pudo sobreponerse al gobierno de turno desde su nacimiento en 1944 y en consecuencia, imponerle políticas. A lo máximo que se llegó y con cierta frecuencia, fue lograr que gobierno y empresarios coordinasen algunas políticas. Ahora, las relaciones han cambiado, el sustento económico de Fedecámaras, con respecto al gobierno es superior, tiene como absorber cualquier cifra de dólares que éste coloque en el mercado a través del Banco Central y tiene la "sartén por el mango", en su intermediación entre las relaciones de EEUU y Venezuela. Pues ambos países siguen, con ansiedad, demandando relaciones estables, para la producción petrolera, la negociación del mismo, dada la ingente necesidad que EEUU tiene del hidrocarburo. Y es necesario además el levantamiento de las sanciones que, como se sabe, afectan más a la población que al gobierno. Pero para Fedecámaras, ellas, las sanciones, también se les volvieron un escollo.

Esta es la cruel realidad que se desprende de cualquier observación, por muy superficial que sea, como la nuestra.

Por razones de ortodoxia uno no puede defender plazas donde no hay armas, no es nada estratégico y menos camino que conduzca alguna meta deseada y hasta apetecible, menos en lo inmediato.

El gobierno, quizás atado a la idea que Chávez, devolvió aquella conquista arrebatada a los trabajadores, en los tiempos de Caldera y con participación de Petkoff, lo que a éste le costó "el destierro", pareciera sentirse obligado a defender un principio que, Fedecámaras ve como motivo para oponerse y sobre todo impedir los aumentos salariales y la renovación de los contratos colectivos. Y lo logra, pues está en condición de hacerlo, como generar devaluaciones y aumentos de precios desmedidos.

¿Es una actitud pertinente eludir el debate inherente a las prestaciones sociales y el salario? ¿Qué ganan los trabajadores con unas prestaciones devaluadas, ,sujetas a un salario mínimo mensual que no llega ni a un dólar? ¿Cuánto cobraría y cobra un trabajador que hoy salga jubilado o despedido después de varios años de trabajo? ¿A cuánto alcanza con el salario real que ahora tiene, dado que en este no están incluidos los bonos? ¿Es posible ahora lograr desde la perspectiva política y económica, aumentos salariales sustanciales, habiendo de por medio lo relativo a la LOT? ¿No es ese un escollo que da excusas para deprimir más el salario?

Es valedero mantener una meta, un propósito que, como se demostró en los tiempos de Chávez, pudiera rescatarse, si la vanguardia se muestra competente y solidaria con los intereses de los trabajadores. Más no es racional empeñarse en optar por ella cuando se convierte en un escollo. Hay formas para mitigar los estragos y es deber de la dirigencia encontrarlas.

En veces, es bueno recordar aquello de, "dar un paso atrás para luego dar dos adelante", pues bien pudiera haber, dadas las circunstancias del momento, el tiempo que llevamos anclados y más que esto atorados en materia salarial, una forma práctica que ponga de acuerdo a los factores en pugna o relacionados con el tema salarial, el patrón y los trabajadores. Como es también el momento – "bueno es cilantro, pero no tanto" - que el movimiento sindical asuma su rol y salga de su escondite y ayude a soltar las amarras.

¿Hasta cuándo es persistente y humano mantener a los venezolanos bajo una relación salarial que no cubre ni siquiera las necesidades básicas? ¡Ya basta de tanto sacrificio, explotación, en aras de un principio que, en nada beneficia a los trabajadores y que estos podrían recuperar, si la nave camina en el rumbo competente!

¿Acaso el pago de prestaciones por el último salario, este de ahora, inamovible, compensa el ingreso diario y mensual? ¿Los bonos no salen de lo que se deja de pagar por salarios, vacaciones, aguinaldos y hasta prestaciones mismas?

Y como dije al inicio, el tema salarial, uno de mucha sensibilidad, comienza a ser tomado en cuenta por quienes antes nunca en eso tuvieron interés por razones fáciles de entender, pero que podría ser una estrategia para pescar en río revuelto y, al fin, el capital salga lo mejor beneficiado y no en un justo equilibrio, como que las cosas mejoren sustancialmente y en un momento dado vuelvan a su sitio.

Pero hay algo más que reclamar, tanto al empresariado como al Estado, reconocer el derecho de las contrataciones que, siendo estas leyes especiales y discutidas cada cierto tiempo entre el patrón y los trabajadores, son otras palancas de enorme valor para lograr nuevas conquistas y defender lo conquistado. Y en esto, quienes soñamos y asumimos la política por el bien colectivo, siendo opositores y hasta gobierno, encontramos soporte y estímulo para no arriar las banderas.

Y, hago este planteamiento, porque soy de esos tantos que rompió con la ortodoxia, los simplismos, como eso de vanguardias heroicas y los fusiles oxidados y sabe que quedarse plantado en un sitio, perdiendo fuerzas, hombres, honores y hasta la moral, es una mala práctica. Y es buena estrategia, perder dos y tres generales, un alfil, un caballo, un rezo y hasta un santo, si se abren espacios, caminos a jugadas, movimientos, hacia el triunfo. ¿Acaso no es ya mucho lo que se ha perdido por el salario?



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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