Las empresas en cogestión y ocupadas en Venezuela, la lucha por el control obrero y el socialismo

Este artículo hace balance de la experiencia de cogestión y el control obrero en Venezuela durante el último año, analizando la situación de las distintas empresas en cogestión, y adelanta toda una serie de propuestas para que la cogestión revolucionaria pueda extenderse y avanzar hacia el control obrero y la gestión de la economía y el Estado por parte de los trabajadores como único modo de poder iniciar la construcción del socialismo. Escrito como un aporte para el debate en el Frente Revolucionario de Trabajadores de Empresas en Cogestión y Ocupadas (FRETECO, http://freteco.elmilitante.org) formará parte del documento sobre Control obrero, cogestión y socialismo que próximamente editará el Frente.

El año 2006 va a ser decisivo para la revolución. El imperialismo y la oligarquía van a ir con todo para impedir la reelección del Presidente Chávez o en su defecto restar legitimidad a la misma y continuar su campaña desestabilizadora. Esta campaña comenzó con la retirada de la oposición en las elecciones a la Asamblea Nacional de diciembre de 2005 y para mantenerla intentan manipular los hechos más increíbles sin respetar nada: el derrumbe del viaducto Caracas-La Guaira, los asesinatos de Sindoni y los hermanos Faddoul, el problema de la inseguridad, etc. Cualquier motivo es bueno para atacar a Chávez.

La coyuntura nacional e internacional y la lucha por el socialismo

Vinculado a esta nueva ofensiva contrarrevolucionario vimos el espionaje de la embajada americana con el fin de entrar en contacto con militares venezolanos y obtener información de las recientes compras de la FAN. Esto llevó a la justa expulsión del agregado militar estadounidense John Correa. Esta estrategia del imperialismo y la burguesía venezolana busca recomponer una base de masas para la contrarrevolución. Sin embargo, por ahora no han tenido éxito. El pasado 4 de febrero la marea roja volvía desbordar las calles caraqueñas desde la Cota Mil hasta la Avenida Bolívar y dejaba en ridículo la marcha opositora convocada el mismo día. Cuando intentaron movilizar a los jóvenes con la campaña “Acuéstate por la vida”, la movilización de la juventud revolucionaria ridiculizó nuevamente el movimiento escuálido. La táctica será la misma durante todo el año y la repetirán una y otra vez con el objetivo de intentar movilizar de nuevo a su base social. En este movimiento cruzado, el imperialismo prepara también el terreno internacional.

Los videos exhibidos recientemente en el programa de VTV La Hojilla son una muestra de esto. Su objetivo es convencer a las personas que viven fuera de Venezuela de que en nuestro país se vive una peligrosa dictadura. Al mismo tiempo, en Curazao, el imperialismo norteamericano realiza una de las mayores maniobras militares en el Atlántico con el fin de intentar atemorizarnos, dar una muestra de su fuerza y entrenarse por si en el futuro fuera necesaria su intervención en alguno de los países de la zona, y muy en particular en Venezuela.

El imperialismo sabe que Venezuela es la clave de la revolución latinoamericana: es donde este proceso está más adelantado en estos momentos. Vemos un giro a la izquierda en todo el continente sin que el imperialismo haya podido hasta el momento detenerlo. La revolución no respeta ni las fronteras de los Estados Unidos. La clase obrera norteamericana ha empezado a moverse, las marchas históricas contra la nueva ley anti-inmigración han puesto en pie a las masas no tan solo de latinos sino también de un modo solidario al conjunto de la clase trabajadora. Estas movilizaciones son sólo el inicio.

Correlación de fuerzas favorable

El imperialismo y la oligarquía están pagando sus sucesivas derrotas durante los últimos años; en el golpe de Estado del 2002, el paro petrolero, la Guarimba, y el Referéndum revocatorio, en las elecciones a Alcaldes y Gobernadores así como en las de concejales y para la Asamblea Nacional. En su intento de cambiar la correlación de fuerzas van a recurrir a cualquier medio. Sin embargo les va a ser muy difícil.

La vigilancia de las masas está en pie, como muestra la respuesta aplastante a cada intento de la oposición de recomponer su base social. Por otra parte, los logros sociales (Misiones, etc.) y la renta petrolera, con los altos precios internacionales del crudo, ayudan a mantener el apoyo a la revolución. La correlación de fuerzas es muy favorable para el movimiento revolucionario, para avanzar -como ha vuelto a repetir el Presidente Chávez- hacia el socialismo. Sin embargo, el capitalismo aún subsiste en Venezuela.

El capitalismo, es decir, la propiedad privada de los medios de producción: la banca, las principales industrias y la tierra, por parte de un puñado de empresarios es -y seguirá siendo mientras no les expropiemos- la piedra de tranca al desarrollo del país y de la revolución. También es la principal amenaza ahora mismo contra la revolución bolivariana. Este poder económico permite a los capitalistas sabotear la economía nacional, impedir un genuino desarrollo endógeno, cerrar empresas y especular con los precios y la escasez de insumos. Los capitalistas venezolanos son los testaferros del imperialismo norteamericanos, la quinta columna de GW Bush y de las trasnacionales. A través de los medios de comunicación mantienen una presión mediática permanente contra la revolución. Conspiran con el Departamento de Estado y la CIA para derribar al gobierno del Presidente Chávez. Detener esta amenaza y permitir que la revolución bolivariana avance al socialismo es una tarea que sólo puede llevar a cabo la clase trabajadora a la cabeza de los sectores populares: campesinos, desempleados, buhoneros,… Cuando los capitalistas recurrieron al paro petrolero fue la clase trabajadora la que desbarató sus planes, puso de nuevo a funcionar, -sin capitalistas ni burócratas al frente- la industria petrolera y muchas empresas cerradas. La clase obrera agrupó a su alrededor a las comunidades, a los sectores revolucionarios de la FAN,…

El paro petrolero puso de manifiesto lo parasitario e inútil que es la oligarquía capitalista y cómo la clase obrera a causa de su papel central en la producción nacional es la única clase que puede unificar a todos los explotados en una misma dirección y garantizar que la revolución se completa “rumbo al socialismo”. Como ha dicho muchas veces el

Presidente Chávez, estamos en una situación en la que “lo nuevo lucha por nacer y lo viejo se resiste a morir”. En la economía, la sociedad, el Estado –e incluso en el seno del propio gobierno- vemos sectores que, con más o menos contradicciones, reflejan la presión de lo nuevo, de los trabajadores y los sectores populares que empujamos para que vayamos verdaderamente hacia el socialismo, se expropie a los capitalistas y se construya un Estado revolucionario, un Estado de los trabajadores, que sustituya al actual. Pero, por otro lado, también vemos desarrollarse una burocracia reformista (en realidad, pro-capitalista), que la presión que expresa (de un modo más o menos consciente según los casos) es la de los capitalistas y de la propia ideología burguesa.

Estos sectores intentan frenar la revolución, limitar la participación de los trabajadores y los sectores populares y mantener la propiedad privada de los medios de producción y la economía de mercado. Si esta burocracia lograse imponer sus políticas significaría el fin de la revolución. Para que la revolución bolivariana se complete en el socialismo es necesario que la clase trabajadora entre decisivamente en escena, y termine con el capitalismo en Venezuela de un modo revolucionario, esto es: a través de la toma y ocupación de las empresas cerradas, infrautilizadas y en crisis, exigiendo su expropiación y estatización bajo control de los trabajadores y la extensión del control obrero y social también a todas las empresas e instituciones estatales.

Al mismo tiempo debemos extender el control obrero al resto de la economía y plantear la estatización de los bancos y las industrias fundamentales bajo el control de los trabajadores y con la participación del resto del pueblo para elaborar un plan democrático que englobe toda la economía del país. Este es el único modo de poder garantizar el desarrollo endógeno y la resolución de los principales problemas del país.

Un año de cogestión revolucionaria

A finales de 2004 y en la primera mitad de 2005 vimos el inicio de un movimiento de la clase obrera para intentar poner su sello en esta revolución. Las luchas de Venepal y CNV culminaron con las expropiaciones de estas empresas, la formación de Invepal e Inveval y el inicio del proceso denominado por el Presidente Chávez de “cogestión revolucionaria”, en oposición a la cogestión reformista tradicional. Este proceso de expropiaciones continuó a lo largo de la primera mitad del año 2005 extendiéndose a un puñado de industrias más: Sideroca, Tomatera Caigua, Central Cumanacoa, establecimiento de la cogestión en Alcasa, que se unían así a Invepal, Inveval, Invetex y a la Central Pío Tamayo, que ya ensayaba un tipo peculiar de cogestión desde antes de iniciado este proceso. Este movimiento de expropiaciones podía haber ido mucho más lejos. En julio de 2005 el Presidente Chávez anuncio el propósito del gobierno nacional de expropiar 800 empresas cerradas y 1140 infrautilizadas.

En el encuentro de empresas recuperadas Venezolanas previo al Encuentro de empresa tomadas latinoamericanas, celebrado en noviembre del 2005, la entonces ministra de trabajo Maria Cristina Iglesias señaló que “la ocupación de empresas no era un problema si no la solución a un problema” e hizo un llamado a la UNT y a los trabajadores a ponerse al frente de este proceso de tomas.

Era una oportunidad única para que la UNT, y con ella el conjunto de la clase obrera, pasara a primera línea en la lucha por la ocupación y toma de empresas y se pusiera al frente de la revolución bolivariana marcando cual era el camino para ir al socialismo: abolir la propiedad privada de los medios de producción y sustituir el aparato del Estado, que es fundamentalmente el heredado de la cuarta republica -aunque recorrido por importantes contradicciones de clase internas- por uno basado en asambleas de base con delegados elegidos democráticamente y que están coordinados en todo el país.

Lamentablemente, esta oportunidad fue desaprovechada, la dirigencia de la UNT no presentó ningún plan concreto al movimiento obrero para llevar adelante esas tomas de empresas y proponer su expropiación. La lucha de Venepal –en el contexto político en que tuvo lugar (victoria en el referéndum y búsqueda por parte de Chávez de un camino para girar a la izquierda y radicalizar la revolución), y con el método y consignas con que se dio (vinculado a la defensa y aceleración del proceso revolucionario, llamando a las UBEs , las bases y dirigencia del movimiento bolivariano y al propio Presidente a apoyar la lucha y nacionalizar la empresa para constituir un núcleo de desarrollo endógeno bajo control de los trabajadores y las comunidades, etc.) logró que sectores importantes del movimiento bolivariano apoyasen la movilización y que el propio Presidente Chávez mirase hacia la clase obrera y decidiese apoyarse en ella.

Los reformistas, ya entonces, libraron una batalla en el entorno presidencial contra la idea de que los trabajadores pudieran ser capaces de gestionar las empresas, pero no pudieron evitar las expropiaciones. Chávez desequilibró el debate en el círculo dirigente cuando anunció que las asambleas de trabajadores serían decisorias, elegirían a los presidentes de las empresas cogestionadas, etc. Incluso después de presentar la expropiación de Venepal como una excepción, Chávez decidió expropiar también CNV y planteó Invepal e Inveval como el inicio de un nuevo modelo de relaciones productivas.

Sin embargo, como decíamos anteriormente -en ausencia de un proceso de ocupaciones de empresas generalizado y de una propuesta clara y con apoyo de masas al frente de la UNT para profundizar la cogestión revolucionaria hacia el control obrero y la gestión directa por parte de los trabajadores, y para extender ese nuevo modelo del puñado de empresas expropiadas a toda la economía, empezando por las empresas estatales- los sectores reformistas han vuelto a la carga. Un primer paso en este sentido fue mantener el nuevo modelo aislado en un puñado de empresas y sin coordinación, además, entre sí.


Además, en el momento de desarrollar y concretar la cogestión revolucionaria, los sectores reformistas, que habían perdido temporalmente el juego, lograron sin embargo meter un gol que puede ser decisivo para el futuro. Introdujeron una forma jurídica que, de mantenerse, tiende a dinamitar el contenido socialista y revolucionario del proyecto. La “cogestión revolucionaria” tomó de este modo en Inveval e Invepal la forma de una sociedad accionarial entre el Estado y una cooperativa conformada por los trabajadores. El 51% de las acciones pertenece al Estado y el 49% a los trabajadores. Este 49% fue suscrito íntegramente con dinero del Estado pero se considera a efectos legales como un adelanto de éste a los trabajadores que los mismos deben ir devolviendo cuando la empresa sea rentable y produzca beneficios. Más adelante analizamos las contradicciones que está generando en cada una de estas empresas este conflicto entre la forma y el contenido y las propuestas concretas para intentar resolver el mismo en una dirección revolucionaria.

Invetex, ALCASA, CADAFE, etc.

La tercera empresa en que se puso en funcionamiento la cogestión fue Invetex. Aquí los reformistas pusieron su sello más directamente. La sociedad se constituía entre el Estado con el 51% y el capitalista Mishkin, con un 49%.

Los trabajadores no tenían ninguna participación. En un futuro, cuando la empresa empezara a funcionar, las acciones del Estado irían pasando paulatinamente a los trabajadores. Así se cuadraría el circulo: una sociedad trabajadores- Capitalista. Esto está siendo un completo engaño a la nación y al Presidente Chávez.

Ha pasado un año y Mishkin pone un obstáculo tras otro para que la sociedad se forme. Los trabajadores llevan ya varios meses sin desarrollar ninguna labor productiva en la empresa y ni siquiera las instalaciones de ésta, a pesar de los intentos de los trabajadores, han podido ser convenientemente recuperadas. La hilandería de Tinaquillo, cerrada hace 14 años por el propio Mishkin, sigue paralizada y se cae literalmente a pedazos.

En el resto de empresas hay situaciones bien distintas pero en general está claro que lo que predomina es el saboteo hacia el modelo de cogestión revolucionaria y el intento de que no pueda desarrollarse como un referente. Promabasa (en Barinas) está paralizada por una sentencia del Tribunal Superior de Justicia regional que sostiene la ilegalidad de la expropiación aprobada por la Asamblea Legislativa del estado llanero. En Sideroca (Zulia) la planta sigue sin ponerse en marcha y hay un conflicto con las comunidades vecinas a la planta.

Estas tomaron la empresa y denuncian haber sido completamente marginadas en la contratación de personal. Hay un conflicto importante entre estas comunidades y funcionarios de distintos entes gubernamentales que llevaron recientemente incluso a un enfrentamiento con la Guardia Nacional. Otros proyectos como la Tomatera Caigua aparentemente están funcionando bien, aunque en el momento de redactar este trabajo no hemos podido conocer todavía de forma directa esta experiencia. ALCASA es la empresa más grande donde se ha ensayado la cogestión (alrededor de 2.000 trabajadores) y la única de propiedad íntegramente estatal antes de implementarse el modelo.

Era otro punto de referencia desde el cual la cogestión revolucionaria, con importantes elementos de control obrero, podía irradiarse a toda la economía. Sin embargo, la cogestión se encuentra actualmente prácticamente paralizada. La cogestión revolucionaria en ALCASA nació como una experiencia hasta cierto punto introducida desde fuera del colectivo obrero. Con el apoyo entusiasta y decidido de un sector de trabajadores avanzados, pero enfrentando también resistencias importantes por parte de algunos sectores burocráticos o con concepciones ideológicas muy distantes del socialismo. Además de un evidente saboteo por parte de todos los sectores contrarrevolucionarios (por otra parte perfectamente previsible), las contradicciones con que se ha implementado el modelo también han provocado distintos problemas. Por una parte, la introducción de la cogestión revolucionaria no se vinculó, ni ha significado para muchos trabajadores, una mejora en sus condiciones de vida y de trabajo. En varios aspectos incluso ha habido retrocesos.

Por otro lado, aunque para desarrollar las tareas gerenciales se eligieron ternas por departamentos entre los propios trabajadores, los viejos gerentes siguen manteniendo sus puestos (o, al menos, sus salarios). Esto contrasta con los sacrificios que para sacar adelante el modelo deben realizar los trabajadores. Otro elemento fundamental, vinculado en parte al anterior, es que se decide ensayar la cogestión revolucionaria en una empresa que arrastra desde hace tiempo graves problemas de rentabilidad. Esto, unido al hecho de que en lugar de buscar como eje prioritario de actuación la extensión del modelo de cogestión revolucionaria y control obrero hacia el resto de empresas básicas de la CVG -planteando además una integración económica entre las mismas que mejore la productividad general del conjunto- se ha mantenido aislado el intento cogestionario en ALCASA. Esto está suponiendo una losa para el proyecto. La extensión de la cogestión se ha planteado casi exclusivamente en dirección a las comunidades (donde este modelo era mucho más difícil que arraigase sin antes extenderse y fortalecerse entre los trabajadores) en lugar de hacia el resto de la clase obrera guayanesa y venezolana.

Anteriormente a esto, el intento de desarrollar la cogestión en CADAFE chocó con la resistencia de la tecno-burocracia al frente de la empresa que primero luchó por limitarla a una especie de órgano consultivo y luego lanzó una ofensiva contra cualquier intento por parte de los trabajadores de participar en la gestión directa de la empresa.

La cogestión revolucionaria debe avanzar hacia la gestión obrera y extenderse a toda la economía

Todas estas experiencias muestran tanto el enorme potencial existente para avanzar hacia otro modelo de sociedad como la imposibilidad de poder hacerlo sin expropiar a los capitalistas. Las empresas en cogestión son, por así decirlo, como una semilla de socialismo en un entorno hostil: el capitalismo. Si plantas una semilla en un terreno inadecuado para ella y en unas circunstancias climatológicas difíciles y no le prestas, además, los cuidados precisos, la semilla no crecerá o crecerá enferma. Las semillas de Invepal, Inveval y las demás empresas citadas sólo podrán desarrollarse plenamente si el resto de la economía avanza en la misma dirección.

Sólo estatizando la banca, los monopolios y los latifundios bajo control obrero podremos garantizar el terreno y el clima adecuados para el desarrollo de un nuevo modelo de relaciones productivas y que la competencia, la lucha salvaje por los mercados y el beneficio privado propios del capitalismo son eliminados. En la práctica, en Invepal e Inveval hay una estatización bajo control obrero. Todo el capital lo pone el Estado: el dinero para el funcionamiento de la empresa, pago de salarios, materia prima, etc. Por otra parte, el control efectivo de la empresa –al menos hasta el momento- no lo tienen los representantes designados directamente por los Ministerios si no la asamblea de trabajadores. Sin embargo, los reformistas intentaron por todos los medios –y en parte lograron- que este contenido no se reflejase en la forma legal que adquirieron las nuevas empresas creadas tras la expropiación.

Esto no es casual. Si Invepal e Inveval fuesen empresas cuya propiedad y financiación corriese a cargo del Estado pero cuya gestión estuviese mayoritariamente en manos de los trabajadores ¿porqué el mismo modelo no valdría para PDVSA? ¿O para cualquier empresa o institución del Estado? Es más: ¿por qué toda la economía y el Estado mismo no podrían ser gestionados democráticamente por los trabajadores junto con el resto del pueblo trabajador organizado en asambleas y consejos mediante voceros elegibles y revocables democráticamente?

Para evitar que este modelo se pudiese convertir en un punto de referencia y extenderse rápidamente, la burocracia reformista introdujo, basándose en mil y una excusas, la forma jurídica ya comentada de una sociedad Estado-cooperativa. El resultado es que en el modelo de cogestión revolucionaria que finalmente nació hay una contradicción entre la forma, que es capitalista (responde a la ley de comercio de la IV república) y el contenido, que es socialista. Esa contradicción no se puede mantener mucho tiempo: o la forma vence al contenido o el contenido vence a la forma. Esta situación al fin y al cabo refleja la contradicción entre la legislación (burguesa en su casi totalidad) que todavía tenemos, y el aparato del Estado burgués que aplica esa legislación -es decir la superestructura económica que sigue siendo burguesa (aunque recorrida por contradicciones de clase internas y a veces incluso con algunos elementos de descomposición)-; y la nueva estructura económica socialista que lucha por nacer pero que halla un obstáculo constante en esa legislación para poder desarrollarse.

Esta contradicción tiene su expresión más clara en la directiva de cada empresa. De los 5 directivos, tres representan desde el punto de vista formal al Estado y dos a los trabajadores. Sin embargo, por orden del Presidente Chávez el presidente de la empresa debía ser un trabajador de la misma elegido entre los trabajadores. Así, mientras legalmente la mayoría la tiene el Estado en virtud de su mayoría accionarial, en la práctica –al menos hasta ahora- la mayoría la han tenido los trabajadores...en virtud de la práctica revolucionaria.

No obstante, la sociedad “51% Estado-49% trabajadores” representa una amenaza permanente para el desarrollo en líneas socialistas de estas empresas. Al plantear el reparto accionarial, los sectores reformistas insistieron en la idea de que progresivamente, si los trabajadores demostraban que eran capaces de manejar la empresa, las acciones del Estado pasarían gradualmente a manos de la cooperativa y ésta a competir sola en el mercado. Lo que no habían logrado durante el debate acerca de las expropiaciones: librarse de la posibilidad de que una empresa pueda ser de propiedad estatal y estar gestionada al mismo tiempo por los trabajadores, intentaban lograrlo después de expropiadas. Sin embargo, los trabajadores -demostrando un correcto instinto de clase y una elevada conciencia revolucionaria- insisten en considerar las empresa expropiadas no cómo su “propiedad” aislada sino como embriones de la nueva sociedad socialista.

Las cooperativas en el marco del capitalismo

El choque entre estas dos presiones de clase opuestas, sin que ninguna haya conseguido por el momento imponerse definitivamente, es lo que explica que por el momento la contradicción entre la forma y el contenido se siga manteniendo. Lo más peligroso es que todo esto significa que el bienestar actual del trabajador (salarios, HCM, derechos sociales, duración de la jornada, etc.) aparece ante él vinculado a la cuenta de resultados de la cooperativa a fin de año y ésta a su vez a la capacidad de la empresa para poder competir en el mercado.

Es un perverso cordón umbilical que vincula la conciencia y los objetivos inmediatos de los trabajadores a la competencia en el mercado capitalista y la lucha por conseguir beneficios. Si no logramos cortar este cordón, antes o después comenzará a desarrollarse entre sectores de los trabajadores una mentalidad capitalista. Al principio, un grupo más o menos grande empezará a dejar de verse a sí mismo como trabajadores y a sentirse accionista de la empresa. Sus ingresos, derechos y mejoras socioeconómicas provienen directamente del beneficio que obtenga ésta compitiendo en el mercado.

Si ,además, la cooperativa nace con una deuda con el Estado que debe ir devolviendo progresivamente a medida que mejore su cuenta de resultados y la inversión en nuevas máquinas o derechos sociales de los trabajadores como el HCM, etc. dependen también de la posibilidad de la cooperativa de obtener beneficios compitiendo con las empresas capitalistas en el mercado, la presión para que un sector de trabajadores pueda desviarse del contenido revolucionario y socialista del proyecto y asumir prácticas capitalistas es enorme Esto es lo que ha ocurrido una vez tras otra siempre que se ha intentado desarrollar cooperativas en el marco del capitalismo. La mayoría se arruina, las que logran sobrevivir reproducen en su interior todas las prácticas del sistema. Se sustituye un capitalista por decenas o centenares de pequeños capitalistas, según el tamaño de la cooperativa. Cuando la empresa necesita contratar mas trabajadores, los cooperativistas (o al menos, en un principio, un sector de ellos) se negará a incorporarlos a la misma, pues su ingreso va en detrimento de los beneficios e ingresos totales y por tanto de cada uno de sus miembros (hay que repartir entre más).

Esto amenaza con establecer castas entre los trabajadores. La visión de muchos trabajadores de la cooperativa, y muy especialmente de la dirección, pasará por demostrar al Estado que los trabajadores son capaces de producir más y mejor que los capitalistas, que son buenos gestores y pueden hacer la empresa más productiva. Al mismo tiempo, la competencia en medio del mercado capitalista lleva tanto a la auto-explotación de los trabajadores cooperativistas como a la explotación de los contratados. Es el resultado inevitable de la búsqueda de un mayor beneficio a un menor costo, para no sucumbir en el mercado mundial. Siempre habrá alguien entre los trabajadores dispuesto a encargarse de organizar esa sobre- explotación, esa búsqueda de un mejor resultado económico, de trabajar a un menor costo.

También habrá siempre alguien dispuesto a responder a las protestas de otros compañeros con despidos, amenazas, etc.; como ocurrió, lamentablemente, con los camaradas que fueron despedidos de la planta de Maracay por alguno de los miembros hoy revocados de la Junta Directiva de Invepal. La diferenciación entre los propios trabajadores, que empieza siendo primero funcional, termina con la formación de una casta que acaba siendo el germen de los futuros “dueños” de la cooperativa y de la empresa.

¿Qué ocurrió en Invepal?

El que parte de los dirigentes de una lucha emblemática del movimiento obrero como lo fue la de Venepal (hoy Invepal) pudiese desviarse de los objetivos marcados por el conjunto de la plantilla no fue –como ahora intentan plantear los reformistas- resultado de que los trabajadores no estamos preparados para gestionar las empresas. Tampoco debemos buscar la causa principal de esa situación en las características psicológicas personales de este o aquel dirigente, que en otros momentos a lo largo la lucha jugaron un papel importante en hacer avanzar la misma. El factor decisivo que causó los problemas que surgieron en Invepal hay que buscarlo en esta forma legal, propia del capitalismo, que antes analizamos.

La vinculación de las inversiones, mejoras salariales, condiciones laborales de los contratados, etc. a los beneficios futuros de la empresa compitiendo en el mercado fue una presión constante para que un sector de dirigentes se desviase del carácter revolucionario y social del proyecto original.

La directiva revocada planteó supeditar los derechos actuales a los beneficios futuros tanto para los socios (renuncia al HCM, rebajas salariales) como para los contratados (condiciones contractuales precarias, etc.). En la misma línea, se introdujo a directivos de la vieja Venepal en la gestión de la nueva Invepal. Esto aceleró la desviación. Se planteó “Cero política”, “cero debate ideológico” y las asambleas decisorias de todos los trabajadores fueron sustituidas por la toma de decisiones por un grupo. Todo ello en nombre de las necesidades de la producción y la competitividad de la empresa. El resultado sólo podía ser el que hemos visto. Sin embargo, lo que más significativo de la experiencia de Invepal es que si algo ha demostrado es que el modelo puede funcionar y los trabajadores pueden gestionar las empresas.

Mientras en el central Azucarero “Ezequiel Zamora”, dirigido por un equipo designado desde arriba, tuvo que darse un escándalo de corrupción (que la oposición contrarrevolucionaria pudo utilizar contra el proceso) para descubrir que las cosas no funcionaban como debían, en Invepal los propios trabajadores frente a los primeros síntomas de desviación forzaron la asamblea y eligieron una nueva junta directiva. Y no ante un escándalo público sino ante la simple evidencia de que no había asambleas democráticas regulares y rendición de cuentas de los dirigentes ante la base. Este es un ejemplo más de que la democracia participativa y protagónica de los trabajadores es lo único que puede impedir el burocratismo y la corrupción y construir un genuino Estado revolucionario basado en asambleas de trabajadores y de los sectores populares.

La respuesta de los trabajadores de Invepal también demuestra que la clase obrera sigue avanzando, tanto en conciencia como en participación, y se mantiene vigilante ante cualquier desviación. Al mismo tiempo, lo ocurrido también representa un aviso muy importante para los propios trabajadores de Invepal, Inveval y de las demás empresas de lo que puede ocurrir si no logramos dotarnos de un programa para extender el control de los trabajadores a toda la economía y eliminar esos obstáculos capitalistas que intentan distorsionar el contenido socialista por el que luchamos.

La lucha por la toma de empresas por su nacionalización y por el control obrero es la punta de lanza de la lucha por el socialismo en Venezuela. Los trabajadores de estas empresas han sido los primeros en dar el paso, pero estas luchas -al quedar aisladas y de momento no generalizarse- han permitido a los enemigos del socialismo frenar su desarrollo y profundización y sembrar en su seno el germen de su vuelta al capitalismo. En otros casos están impidiendo incluso su puesta en marcha. Pero la lucha no está decidida ni mucho menos. Una metáfora puede dar una idea real de la situación del control obrero en Venezuela.

Los trabajadores de las empresas expropiadas, nacionalizadas y bajo control obrero, son la avanzadilla de un ejército. Este ejército ha desembarcado en territorio enemigo. Sin embargo, de momento es sólo eso, una avanzadilla continuamente en el punto de mira del enemigo que quiere de nuevo arrojarla al mar. La única victoria posible de esta avanzadilla es que consiga que el resto del ejército desembarque y derrote a los capitalistas y a la burocracia, que hostigan continuamente a esta avanzadilla de obreros, trata de confundirlos respecto a los fines de su ataque y en última instancia quiere volverlos al capitalismo. Toda medida de la avanzadilla obrera para consolidar el control obrero es temporal mientras todo el ejército de la clase obrera no se una a la lucha por las expropiaciones. En última instancia, sólo la entrada del conjunto de la clase obrera en esta lucha puede hacer cada lucha parcial victoriosa. Del mismo modo que no se puede construir el socialismo en un solo país, es aún más imposible construir el socialismo en una sola empresa.

Estatización sí, pero bajo control de los trabajadores. La experiencia de las colectividades en la revolución española.

Cuando distintos funcionarios ministeriales han planteado a los trabajadores de Inveval, ante las contradicciones suscitadas en el modelo de cogestión revolucionaria, la posibilidad de que ésta se convirtiese en una empresa estatal (pública) más, con un equipo gerencial designado por el gobierno que gestione y dirija la empresa, la respuesta de los trabajadores fue –obviamente- de rechazo.

Los trabajadores comprenden correctamente que la gestión de la empresa por parte de los trabajadores reunidos en asamblea es un espacio que han conquistado. Salvando las distancias (que son considerables) hay alguna similitud con las colectividades que surgieron durante la revolución española, en 1936. Entonces los trabajadores, ante el abandono de las empresas por parte de los empresarios que huían hacia el bando fascista de la guerra civil, las tomaron y empezaron a gestionarlas.

Muchas colectividades aumentaron su productividad y fueron claves para derrotar a los golpistas fascistas durante el primer año de guerra. Las colectividades demostraron no en la teoría sino en la práctica que los trabajadores podían gestionar las empresas.

Pero el que los trabajadores tomaran una empresa y la pusieran a funcionar colectivamente era sólo un primer paso. En realidad, las colectividades pusieron sobre la mesa la necesidad de que los trabajadores junto al resto de los explotados (campesinos, etc.) debían gestionar no sólo cada empresa sino el conjunto de la economía y el propio Estado.

Es más: en la medida que las organizaciones obreras no tomaron el poder y sustituyeron al Estado burgués agonizante por un genuino Estado de los trabajadores, las colectividades no fueron capaces de avanzar y extenderse a una organización colectiva, basada en la planificación democrática, de toda la economía y empezaron a retroceder. Unas debían competir con otras, donde la empresa tenía maquinaria más moderna, abundante materia prima, etc. los salarios se mantuvieron altos (al menos durante un tiempo) y el funcionamiento bueno. Pero donde la empresa estaba antes en crisis o tenía tecnología obsoleta no era capaz de competir y cerraba o los trabajadores debían “repartirse la miseria”, las pérdidas…La burguesía, que seguía controlando las grandes empresas y bancos, saboteaba además su desarrollo a través del mercado capitalista.

Las colectividades chocaban además con la desconfianza y la resistencia a dejar el poder en manos de los trabajadores de la burocracia del Estado, que -como aquí hoy- seguía siendo el viejo Estado burgués, aunque con un gobierno encabezado por dirigentes obreros y populares apoyados masivamente y recorrido por enormes contradicciones de clase y con los trabajadores y el pueblo intentando desarrollar una nueva institucionalidad revolucionaria. La burocracia estatal, los bancos y las grandes empresas capitalistas asfixiaron las colectividades y minaron su prestigio ante el conjunto del movimiento revolucionario.

La contrarrevolución en España en 1936 no empezó devolviendo las empresas a sus antiguos propietarios (en su mayoría huidos de la zona revolucionaria) sino poniendo las empresas en manos del Estado –muchas veces contra la voluntad de los trabajadores- y quitándoles a ellos el control. Los que defendían la estatización justificaron su actuación y pudieron encontrar cierta base para ella utilizando las fallas y contradicciones que generaba el cada colectividad estuviera aislada y compitiendo en medio de un marco capitalista.

El debate se planteaba como si sólo hubiese dos opciones: seguir manteniendo cada colectividad aislada y autogestionada únicamente por sus trabajadores, al margen del resto de la sociedad y de las demás colectividades o que las colectividades, o que las colectividades fuesen estatizadas y gestionadas directamente por representantes designados por el gobierno sin participación o con participación minoritaria de los trabajadores.

Sin embargo, había (como hoy la hay en Venezuela) una tercera posibilidad: que las colectividades planteasen su unificación y coordinación a nivel nacional, que además propusiesen estatizar la banca y las grandes empresas y planteasen que el conjunto de la economía fuese una gran colectividad gestionada colectivamente por todos los trabajadores mediante delegados elegidos en asambleas y revocables en todo momento.

Y como parte de ello que cada colectividad, vinculada a las demás y sometida a un plan nacional elaborado por el conjunto de la clase obrera, tuviera una directiva compuesta por trabajadores elegidos por la propia asamblea de la empresa, otra parte designados por el resto del movimiento obrero y popular (sindicatos, los comités en defensa de la revolución que se habían constituido en cada fábrica y cada barrio) y una tercera designada por el gobierno.

Ninguna organización dirigente asumió la defensa de una propuesta en estas líneas y las colectividades, el embrión del socialismo dentro del capitalismo, fueron derrotadas. Cuando la burocracia reformista forzó un cambio de gobierno y puso a sectores más a la derecha al frente de cada ministerio muchas de las antiguas colectividades, convertidas ya en empresas del Estado, empezaron incluso a ser devueltas a sus antiguos propietarios.

Toda comparación histórica tiene sus diferencias y no hay dos situaciones iguales pero este ejemplo muestra muy bien que lo único que puede garantizar que las empresas cogestionadas sirvan para construir el socialismo es que las expropiaciones se extiendan a toda la economía y particularmente que la banca, los monopolios y los latifundios sean también estatizados bajo control de los trabajadores y el pueblo.

Por otra parte, también este ejemplo ayuda a entender el correcto instinto de clase que muestran los trabajadores de Invepal, Inveval y otras empresas al querer defender el espacio de participación en la gestión de estas empresas que han conquistado.

Las colectividades en España tuvieron mucha más extensión de la que aquí han tenido hasta el momento las empresas en cogestión revolucionaria pero por otra parte el movimiento revolucionario en Venezuela tiene la ventaja de que la burocracia aquí es por el momento mucho más débil y tanto la correlación de fuerzas interna como la internacional (ascenso de la lucha de clases en América latina y en todo el mundo) favorecen la lucha de los trabajadores por extender el control obrero a toda la economía.

Diez ejes para transformar la cogestión revolucionaria en estatización bajo gestión de los trabajadores

1) Los trabajadores de las empresas en cogestión y ocupadas deben proponer a la UNT , a todo el movimiento obrero, al movimiento bolivariano y la propio Presidente Chávez la estatización bajo control de los trabajadores de la banca ,la industria básica , los monopolios y los latifundios como único modo de crear el marco adecuado para que el nuevo modelo de relaciones de producción rumbo al socialismo que el Presidente propuso pueda desarrollarse.

2) Mientras luchamos para abrir ese debate y lograr que la cogestión revolucionaria avance hacia el socialismo debemos presentar toda una serie de medidas que frenen cualquier intento para hacernos retroceder en nuestras empresas recuperadas hacia el capitalismo. Una medida fundamental es la defensa de la propuesta defendida por el Presidente Chávez en el Aló Presidente realizado desde Invepal donde presentó un modelo organizativo para las empresas en cogestión basado en la asamblea de trabajadores como máximo órgano de decisión y coordinaciones y equipos de trabajo por áreas con capacidad para elegir y revocar a sus voceros y supeditados a la asamblea general de trabajadores.

3) Los representantes de los trabajadores deben tener mayoría en todos los órganos de decisión y ser elegibles y revocables en todo momento.

4) Junto a estos aspectos referentes a la estructura organizativa de las empresas, un aspecto fundamental es cortar el vínculo directo que actualmente existe entre el bienestar de los trabajadores y la cuenta de resultados de la empresa y los beneficios de la cooperativa. Los trabajadores deben negociar sus salarios directamente con el Estado y tener garantizados tanto estos como todos los demás beneficios (HCM, vacaciones, política habitacional, etc.) sin que los mismos dependan en absoluto de que a fin de año la empresa arroje mejores o peores resultados.

5) La inversión en nuevas máquinas, el aporte de nuevos créditos, etc. tampoco debe depender de la rentabilidad puramente mercantil de la empresa (que, no lo olvidemos, es un concepto capitalista) sino de la rentabilidad social: cuántos empleos directos e indirectos genera la empresa, qué proyectos sociales o núcleos de desarrollo endógeno se pueden implementar en su entorno, etc.

6) Esto nos lleva a otro punto: el excedente que genere la empresa anualmente no debería ser repartido en forma de dividendos (o de deudas si hubiese pérdidas) . Esta es una de las principales vías de penetración de la ideología capitalista en el seno de los trabajadores. El excedente debería ser destinado íntegramente por parte del Estado, (con participación de los trabajadores y delegados elegibles y revocables de los Consejos Comunales y demás organismos de participación popular), a proyectos sociales urgentes. La deuda que mantienen los trabajadores con el Estado debería ser, en nuestra opinión, eliminada en su totalidad para que los trabajadores no sientan la presión de la competencia capitalista como una losa sobre sus cabezas y no caigan en la tentación de sustituir la búsqueda del beneficio social para el conjunto de la clase obrera y las comunidades, el desarrollo de proyectos sociales sin ánimo de lucro, etc. por el beneficio mercantil y el reparto de dividendos.

7) Los trabajadores de las empresas recuperadas deben tener derecho a formar sindicatos como cualquier otro trabajador asalariado.

8) Además, todo nuevo trabajador incorporado a la empresa debería disfrutar de las mismas condiciones, salario y el mismo derecho a participar en la dirección y gestión de la empresa que sus compañeros. Se podría plantear que tras un período mínimo de prueba (15 días o a lo sumo un mes) los nuevos trabajadores incorporados tuviesen exactamente los mismos derechos y condiciones que todos los demás trabajadores.

9) Otro aspecto a introducir es el de la necesidad de que la representación del Estado no sea designada exclusivamente por los Ministerios sino que pueda ser elegida y revocable por el conjunto del movimiento revolucionario, organizado en asambleas populares en las que participen los Consejos comunales, UBEs, sindicatos clasistas, Comités de Tierras, Mesas de Agua, etc. de forma que se garantice la contraloría social y que el contenido social del proyecto se desarrolla.

10) En las empresas expropiadas debe ser botada todo la antigua directiva de la empresa capitalista. No puede repetirse el caso de Invepal Morón donde una parte de los antiguos directivos de Venepal continuaba en la nómina de la empresa.

11) A todas estas medidas habría que unir la propuesta de se cree un Consejo Obrero y Comunal nacional integrado por delegados elegibles y revocables por los trabajadores de cada empresa cogestionada y ocupada, voceros -también elegibles y revocables- de los Consejos Comunales implicados en proyectos sociales con estas empresas, etc. cuyo objetivo fuese tanto extender el nuevo modelo a toda la economía como a medida que esto ocurriese elaborar un

Plan democrático nacional para impulsar el Desarrollo Endógeno y la cogestión revolucionaria rumbo al socialismo. En la práctica todas estas medidas servirían para luchar contra la contradicción entre la forma legal capitalista que ha adquirido el modelo bajo la presión de la burocracia y el contenido socialista que los trabajadores intentan darle.

El FRETECO, la UNT , la nueva Batalla de Santa Inés y la lucha por el socialismo

Los trabajadores de las empresas ocupadas y en cogestión se han organizado en un frente, el FRETECO (Frente Revolucionario de Trabajadores de Empresas en Cogestión y Ocupadas) que ya se ha movilizado dos veces en los últimos dos meses por la defensa de sus reivindicaciones, en apoyo al presidente Chávez ante la nueva Batalla de Santa Inés y proponiendo que la cogestión revolucionaria avance hacia el control obrero y la gestión obrera directa de las empresas y esta a su vez se extienda a toda la economía.

Necesario es que este frente se organice mejor, una más empresas al mismo, divulgue su programa y sobre todo se oriente a la UNT, tanto a su base como a su dirección para que ésta también se ponga al frente de la nueva Batalla de Santa Inés y la lucha por el socialismo en Venezuela. Debe ser tarea fundamental de la UNT en los próximos meses; dotarse de un plan de acción para impulsar la toma de empresas y demandar al gobierno su nacionalización bajo control obrero. “Fabrica cerrada, fabrica tomada”, tal como dice el presidente Chávez. Y fábrica tomada, fábrica expropiada, debemos añadir.

La UNT debe hacer realidad esta frase y no tan solo en las fabricas cerradas sino poner en su punto de mira el conjunto de la industria básica del país. La UNT debe hacer un censo de las empresas cerradas, infrautilizadas o en conflicto por estado y hacer girar al conjunto del movimiento obrero del país entorno a la lucha por la nacionalización y el control obrero, para ello debe implicar en esta lucha a las comunidades vecina a estas empresas. La presión de los capitalistas e imperialistas va a arreciar en los próximos meses. Van a intentar tumbar el gobierno del presidente Chávez antes o después y echar atrás todas las conquistas de la revolución, incluido los pasos hacia el control obrero que se han dado. El saboteo económico a través del cierre de empresas de los capitalistas se va a intensificar.

Los ejemplos más claros son los cierres de Sel-Fex en Caracas, Fábrica de Franelas Gotcha y Sanitarios Maracay en Aragua, KR en Carabobo. Y esto es solo el inicio La reelección del presidente Chávez es una cuestión vital para la clase trabajadora. El Presidente ha llamado a una segunda batalla de Santa Inés. Correctamente, el Presidente ha planteado que al igual que el referéndum revocatorio, solo una movilización de masas puede garantizar los 10 millones de votos.

La clase trabajadora debe ponerse al frente de esta batalla por la reelección del presidente Chávez y llevarla más allá. La UNT junto al Frente de los trabajadores de las empresa cogestionadas y ocupadas debemos explicar que si la revolución no avanza la socialismo, está perdida. Para ello debe impulsar que esta Batalla de Santa Inés se convierta también en una batalla por el socialismo en Venezuela. La UNT, aprovechando e impulsando la movilización de masas para la nueva Batalla de Santa Inés, debe organizar a la clase obrera y detrás de ella a las comunidades para arrebatar a los capitalistas el control del aparato productivo del país, para ponerlo a funcionar con el fin de satisfacer las necesidades del conjunto de la población y no del beneficio privado.

En ese sentido se deberían organizar la UBEs por el socialismo en cada centro de trabajo, centros de estudios, comunidades y parroquias sobre la base de la elección de unos voceros legibles y revocables en cualquier momento desde la asamblea de base. Al mismo tiempo estas UBEs por el socialismo deberían tener una coordinación estadal y nacional para centralizar y organizar esta lucha por la reelección de presidente Chávez y por el socialismo en Venezuela.


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