Si alguien tenía dudas que este es un gobierno militarista, represivo, y que ha construido un apartheid laboral y social, basta que se haya comprobado el cómo privilegia a los integrantes de la Fuerza Armada al concretarles a éstos más de 70 salarios mínimos de ingresos, en desmedro de trabajadores, enfermeras, médicos, docentes, así como técnicos y profesionales de empresas vitales para el país, -que también se encuentran destruidas y abandonadas- como el caso del Metro de Caracas, la Corporación Eléctrica Nacional, las hidrológicas, las siderúrgicas de Guayana, y Petróleos de Venezuela (Pdvsa), entre otras.
Desde que dijimos que el madurismo aumentaría los salarios a los militares¹, no sólo fue que dejamos en afasia a Vladimir Padrino y en completo silencio a la cúpula madurista en relación con el tema salarial, no sólo porque nunca pudieron desmentirnos, sino que desde entonces, las protestas se han multiplicado exigiendo al gobierno justas reivindicaciones salariales y laborales, en el medio de una hiperinflación que arrecia cada día con mayor intensidad su veneno social sobre los precios y la economía, aunado con una depauperación del sistema educativo, asistencial y de servicios públicos en el país.
Hay que ser muy cínico, para que por ejemplo, las mal llamadas “autoridades” del ministerio de educación universitaria digan que sólo podrán pagarle a los docentes universitarios 2,1 salarios mínimos² por sus invalorables aportes al conocimiento y el aprendizaje de nuestros estudiantes. O sea, que para los maduristas que controlan el poder, el valor de un docente universitario por su trabajo, el cual educa y enseña tanto a los hijos de políticos y militares que integran el status quo de Miraflores, debe ser equivalente a medio kilo de queso, un cartón de huevos, y algunas hortalizas.
Lo insólito de una situación semejante, podemos definirla como el paroxismo de un panegirista, cuando Carlos León Mora, viceministro para el “Buen Vivir Estudiantil” (me disculpan, pero que nombre tan hipócrita) se atreve a decir: “La conflictividad y la situación económica justifica sus reclamos y los entendemos, pero no se debe a la falta de voluntad del presidente Nicolás Maduro“.
Y le preguntamos a León Mora, ¿Y por qué Maduro si tuvo voluntad política para aumentar en más de 70 salarios mínimos los ingresos a los militares, y no les ofreció 2,1 salarios mínimos por sus labores? ¿Será acaso que la diferencia está en que aquellos tienen armas, pistolas, rifles, tanques y muchas balas con las cuales pueden cambiar en minutos la realidad política de un país, mientras los docentes lo que tienen en el mejor de los casos es un marcador como herramienta de trabajo? ¡Vaya ignominia! Señor “viceministro”, sus declaraciones son deplorables y vergonzosas. Si aún le queda un mínimo de dignidad, lo mejor que puede hacer es renunciar, porque supongo que usted en tales funciones devenga 2,1 salarios mínimos ¿O no?
Pero, la situación es más dramática en el ámbito asistencial. Y han sido precisamente las enfermeras quienes nos han demostrado el cómo este gobierno no le importa la salud de los venezolanos, no solamente dejando en minusvalía absoluta a los pacientes sin medicinas ni materiales médico-quirúrgicos, sino acabando por completo con los ingresos de tan dignas y baluartes profesionales, que ante tan humillantes condiciones laborales, siguen prestando el vital servicio a los venezolanos.
En ese contexto, se ha sumado todo el conjunto de profesionales de la salud a las justas protestas del gremio de enfermería. De esta manera, los médicos, bioanalistas, radiólogos, entre diversos trabajadores asistenciales han elevado sus reclamos, y comienzan a solicitar ingresos que vayan acorde con los niveles estratosféricos de inflación que atravesamos como sociedad, razón por la cual, atreverse a llamar “guarimberos(as)” a quienes laboran en hospitales y ambulatorios, es comprobar que este gobierno odia y desprecia a la clase trabajadora. Incluso, así será la burla que tienen contra este importante grupo de venezolanas que todavía no han realizado propuesta alguna ante las demandas de las uniformadas de blanco, y menos en favor de los médicos.
Sobre los trabajadores de empresas como Pdvsa, Metro de Caracas, industrias básicas, agua o electricidad, el panorama también es desolador. Abandonados a su buena suerte, no solamente tienen que sobrevivir, sino que tales empresas agonizan en sus funciones operativas, esperando la hora del colapso total. Algo así como el venezolano que necesita una quimioterapia para poder vivir, pero ante la imposibilidad de hacerse el tratamiento, la única certidumbre que vislumbra es la muerte, no sin antes atravesar momentos muy dolorosos de agonía.
Venezuela no puede morir. Nos negamos a ello. Pero ha llegado la hora de que un gran movimiento nacional no sólo salga a las calles a protestar por el hambre y la miseria en que vivimos como país, sino para exigir a la actual clase política y su claque panegírica, entre ellos los militares, que deben renunciar a sus funciones ante la quiebra económica e institucional del Estado.
El madurismo pretende quedarse en el poder privilegiando a los militares. Pues bien, que vayan los militares a los hospitales, instituciones educativas y el resto de lo que queda de empresas públicas para suplantar a enfermeras, médicos, docentes y trabajadores, mientras una gran huelga general indefinida termina por liquidar lo que aún se niega a morir desde la podredumbre madurista. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea
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