Gracias al canal del Estado pude disfrutar de la magia de la batuta del maestro Gustavo Dudamel, en la inolvidable conducción del concierto del Año Nuevo en Viena. A los 35 años de edad, Gustavo Dudamel, insigne músico venezolano, se unió a célebres directores como Herbert von Kaarajan, Claudio Abbado, Zubin Mehta y Willi Boskovsky, entre otros. Confieso que sé de música lo que sé de la Teoría de la Relatividad. Pero desde que fui por primera vez a un concierto en la Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, casi nunca me perdí uno, mientras estuve en Caracas. La música, sin entenderla en profundidad, se me metió en los huesos, y por eso sigo disfrutando a esta edad de la música en general, pero sobre todo la que nos anega de espiritualidad y nos hace soñar.
Esta introducción a mi artículo, tiene un solo objetivo: referirme a un venezolano de elevado espíritu, que gracias a sus dones está en la cima de del acontecer mundial de la música clásica, como así es llamada. Gustavo Dudamel está siendo "asesinado" por el odio a través de las redes sociales. Él no tiene la culpa de haber nacido en este país, ni vivir su gloria en un país polarizado por la política, pero sobre todo, un país sometido a un odio descarnado y visceral, por un grupo de venezolanos y venezolanas que confunden la política con el arte, o el arte con la política. Son dos cosas diferentes. La política es un pipote lleno de basura donde se generan todos los problemas. Problemas creados, en buena parte por los mismos políticos, y quienes lucen incapaces de darle soluciones. Groucho Marx, definió la política de manera brillante: "La política es el arte de buscar problemas o crearlos, encontrarlos y hacer diagnósticos falsos y aplicar remedios equivocados". Por supuesto, con resultados desastrosos.
Mientras que el arte, por sí solo, es otra cosa. Por ejemplo, Albert Einstein dijo en una ocasión que "El arte es la expresión de los más profundos pensamientos por el camino más sencillo". Mientras que Platón dijo que la música da alma al universo, alas a la mente, vuelos a la imaginación, consuelo a la tristeza y vida y alegría a todas las cosas. Entonces, hay una gran diferencia entre política y arte. Desde hace tiempo la derecha venezolana ha tratado de sacarle a Gustavo Dudamel, palabras contra el gobierno chavista. Es decir, lo han estimulado a fijar posición sobre la política del gobierno. Él se ha mantenido quieto, en paz consigo mismo, y enfocado en su música. Mientras los chavistas, por otro lado, esperan un visto bueno a lo que hizo Chávez o hace Maduro. Pero Dudamel, ha callado. Su intelecto sólo sabe y se ocupa de la música, no de política. Ojalá Dios mantenga iluminada la mente creadora de este venezolano excepcional, para que no se salga de su camino. El camino del medio, podría decir alguien.
Mientras tanto, el odio recorre de un lado a otro los espacios de internet, donde se da rienda suelta a la mezquindad visceral de algunos venezolanos y venezolanas. Las redes chirrían y destilan odio puro. Lean lo que dice Ramiro Calle, sobre esta emoción perniciosa: "La misma energía poderosa y constructiva que hay en el amor, la hay en el odio, pero en este caso es destructiva. El odio es una forma extrema de aversión, un modo exacerbado de antipatía y rechazo. Está en la mente y en las emociones y se expresa a a través de palabras y actos… El odio es mezquino, ruin y desertizante. Tan ladino como destructivo…".
Dios no permitirá que Gustavo Dudamel deje de ser lo que es… Un hombre de arte. Un hombre creador. Un venezolano que traspasó la cima, y es catalogado como uno de los grandes directores, a nivel mundial, con apenas 35 años de edad. Por favor, por amor al arte verdadero, por amor a su Patria, por respeto y amor hacia usted mismo y lo que representa, manténgase alejado de este odio que se ha apoderado de mentes desquiciadas, que reflejan su bilis en las redes para tratar de dañarlo. Fuiste creado con esa habilidad para serle útil no sólo a tu país, sino a la humanidad entera. Dios te dotó de esa habilidad, y Él velará porque no sea violentada por la mezquindad. Dice Rick Warren, en su libro "Una vida con propósito", "Siempre es más fácil eludir el compromiso y hacerse a un lado para disparar dardos contra los que trabajan, que participar y hacer una contribución. Dios nos advierte una y otra vez que no debemos criticarnos, compararnos, ni juzgarnos los unos a los otros"… ¡Viva la vida! ¡Viva la música¡ Viva la paz! ¡Viva el amor!