1º La subversión tiene carácter totalizador. Ningún dato escapa a la consideración de aquellos que la fraguan. Cuenta lo social, lo económico, lo internacional, lo sicológico-mediático y, desde luego, lo militar. Así como no hay arroz con pollo sin pollo, igual pasa con los que están dedicados a armar la conjura contra el gobierno y el Estado. Conspiración sin militares no es conspiración. O al menos no cuaja. Por eso es que en la olla conspirativa juega ese dato, al igual que la manipulación del proceso electoral del 26S, los ataques al Consejo Nacional Electoral y las acusaciones sobre ventajismo del gobierno. Todo ello en función de preparar la reacción en el caso de que el resultado electoral no sea el esperado por la oposición. La agresiva especulación con los productos de la dieta diaria del venezolano, el acaparamiento, el manejo mafioso del dólar, figuran en el plan elaborado al detalle y con amplio apoyo internacional y mediático. Por tanto, sería una estupidez subestimar lo que se trama. Las evidencias se pueden constatar a diario, y guardan notable parecido con el proceso desestabilizador del año 2002 que remató con el golpe empresarial-militar del 11A y, luego, con el paro petrolero.
2º Pero los conspiradores saben que no basta con coordinar y activar los factores ya señalados. Es imprescindible meter mano en los cuarteles. El contacto con integrantes de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana es fundamental. Quienes conspiran de verdad y tienen clara visión del poder, privilegian la elaboración y ejecución de una política hacia el sector militar. Una política de captación de oficiales, de ganar adeptos dentro de la institución con ofertas que estimulen la participación en un proceso que debe rematar -según los promotores- en confrontación armada. Y la fuerza está, por una parte, en el pueblo -donde la derecha y sus compañeros de ruta nada tienen que buscar- y, por otra, en los cuarteles, donde la situación muestra cambios decisivos. Pero quienes mueven los hilos de la conjura están conscientes de que deben intentar penetrar el estamento castrense, y para eso apelan a determinadas motivaciones. A recursos que toquen la parte sensible de la institución. A valores fundamentales de ésta, determinantes en la formación profesional de la oficialidad. De ahí la campaña que pone en evidencia el verdadero propósito que la inspira. Que no es expresión de una política seria, con contenidos nacionales, patrióticos y mejoramiento institucional. Por el contrario, se trata de una campaña montada sobre la irracionalidad. Que especula con cuestionamientos carentes de seriedad y con análisis superficiales provenientes de la concepción de la IV República de una Fuerza Armada desnacionalizada, que ya no existe.
3º Menciono algunas críticas: Cubanización de la Fanb. El argumento a menudo lo emplean dirigentes políticos opositores y algunos militares en situación de retiro. Como ocurre con alguien que recientemente lo utilizó -por cierto, con generalizaciones y datos sin sustento- para apuntalar su denuncia. Es posible que en otras circunstancias, y en una institución que no haya alcanzado los niveles de desarrollo de la Fanb, el planteamiento podría tener algún efecto. Pero en la actualidad sólo despierta rechazo general porque en la práctica implica desprecio a la calidad profesional de la oficialidad. La sospecha de que ésta pudiera ser colonizada por otro país se convierte en ofensa.
Cambiar, por ejemplo, el tutelaje ejercido durante décadas por la política militar de EEUU -ante el cual muchos de los actuales denunciantes nada dijeron- por uno de signo contrario: el cubano, es algo que carece de asidero. Otro argumento es la supuesta inscripción de jefes militares en el Partido Socialista Unido de Venezuela, con lo cual se estaría violando el ordenamiento constitucional y legal de la República.
Sólo gente enceguecida por el odio -y con la garantía de que cuanta idiotez planteen tiene repercusión en los medios convertidos en partidos políticos- puede hacer semejante afirmación. Primero porque resulta un exabrupto imaginar que un oficial de alto rango que conoce la Constitución y las leyes, incurra abiertamente en violación de la norma.
Luego, porque ni el Psuv ni el gobierno ni las autoridades competentes en el ámbito de las organizaciones políticas, aceptarían tan insólita decisión.Y un tercer aspecto: la fragilidad de la denuncia por la carencia de pruebas.
Esta política militar de signo subversivo tiene objetivos prácticos: A) trabajo directo sobre la oficialidad a través de amigos, familiares y militares retirados. B) captación de oficiales "a la orden del Despacho" -eufemismo usado en la rutina administrativa, equivalente a "jugar banco" en lenguaje coloquial-, unos molestos y otros simplemente en busca de opciones en la profesión. A unos se les pretende ganar para la conspiración, a otros para denunciar presuntas irregularidades en la institución que generen escándalos mediáticos.
En el fondo se busca reproducir lo que fue el famoso "goteo militar" del año 2002. Nada de extraño tiene que en el clima de desestabilización que se pretende crear, paralelo al proceso electoral, ocurran situaciones similares a las de ocho años atrás.
Por lo cual el gobierno está obligado a prever, a desarticular y a neutralizar cualquier aventura contra el orden constitucional y democrático. El tema es delicado, y por eso mismo hay que abordarlo. Porque de que vuelan, ¡vuelan!