Hasta que el Presidente Chávez no manejó un carro en una autopista aquí nadie en el gobierno se había dado cuenta de que todo el mundo hace lo que le da la gana en las carreteras. De que las carreteras son un desaguadero de sangre, un infierno plagado de abusos. Esperemos a que algún día el Presidente se monte en una moto y decida dar una vueltecita por Caracas, y que también haga algunas visitas a las emergencia de los hospitales para que se dé cuenta de cómo se mueren por montones cada semana chamos por conducir sin cascos o andar en volandas por nuestras avenidas. Aquí no respetamos un coño. El 45% de la gente que agoniza en los hospitales son productos de accidentes de tránsito y ahora con más carros que nunca producto de este descollante comunismo, cómo abusa la gente conduciendo por aceras, por islas y a contravía.
Y así, en muchos lugares uno ve injusticias, y sueña con que algún día el presidente las presencie, las palpe, porque muchos funcionarios rojos rojitos no tiene un coño en la cabeza, siguen siendo los mismos adecos y copeyanos del pasado.
En Mérida vivimos esperando que de repente el Presidente se presente y vea el abominable espectáculo del Hospital Universitario de Los Andes para que allí se haga algo. Lo esperamos para que constate que el Trolebus unos animales por pura maldad lo paralizaron y su ruta a partir de la Bomba del Llano se ha mantenido paralizada desde hace más de dos años. Que comenzaron a hacer unos trabajos en el teleférico y eso ha sido la madre de los guabineos; que se iniciaron a millón unos trabajos para hacer un funicular para trasladar a la gente desde el Chama hasta en centro de la ciudad y lo abandonaron, lo desmantelaron y se robaron todo. Y así millones de cosas por todas partes en Venezuela. Estamos verdaderamente jodidos en este país, en el que casi nadie toma iniciativa para un carajo y que cada funcionario pareciera estar esperando siempre que el Presidente sea quien diga y haga las cosas.
Y no hablemos de las drogas. Aquí la droga está causando estragos, las venden en escuelas, en liceos y universidades. Las discotecas son las guaridas de drogómanos más grandes del país. Esperemos a que el presidente se dé un paseíto por los alrededores de estos centros y haga un trabajito de investigación, y vea cómo se están desgraciando a nuestros chamos. Así, una revolución no podrá echar pa’lante, costará mucho tiempo, se llevará varios siglos y ninguno de los que hoy estamos vivos tendremos la dicha de ver esa potencia que día a día nos anuncia nuestro Presidente.
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