Desde alguna enigmática y extraña dimensión que escapa al razonamiento lógico del ser humano, el espíritu guerrillero del Che nos mira, quizá muy cansado de tanto llevar sobre su hombro el fusil de la pesada carga moral; que con marcada renuencia eludimos y echamos de lado a tan vital exigencia.
Exhausto debe sentirse el Che del arduo trabajo voluntario.
El Che acorralado por el asma y de tanta mediocridad, de quienes ni con un ápice de sus preceptos somos capaces de rampear las faldas de un cerro con dignidad, entereza y entrega total solidaria.
Una sombra negra cubre la exaltada y callada alma revolucionaria del Che, cuando deshonrosamente por un denario tarifamos lo más noble y hermoso de un ideal.
El Che enfadado con quienes hurtamos de la despensa, el alimento del niño que descalzo deambula por el desértico callejón de la suprema miseria, laureado por el revoletear de las moscas, con su linda carita curtida por el hollín de nuestra más atroz indiferencia.
Perdón Comandante Che, tal vez no soy digno de pronunciar tu nombre, pero al menos permítanme esculpir sobre el coraje de tu acorazado pecho, estas palabras arrepentidas y la vez agradecidas; de donde jamás se las lleve el viento huracanado de la desidia y del olvido.
Recordemos siempre, EL Comandante Che nos mira.
San Joaquín Edo. Carabobo.
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