Era el año 1982 en pleno mundial de fútbol en España, y un niño de siete años veía junto a sus dos hermanos la belleza del fútbol de aquélla célebre selección brasileña que a todos encantó por su bello fútbol, tanto encantó que aunque no fue campeona sí es hoy en día la recordada de aquél evento deportivo. Así, viendo jugar a esos virtuosos de amarillo se enamoró del fútbol y del deporte en general, al igual que sus hermanos, luego, para completar, el deleite en el mundial de México 86 por las genialidades de Diego Armando Maradona lo terminaría de prendar a este bello deporte.
El niño creció, vivió, aprendió, tomó conciencia, siguió viendo los mundiales de fútbol y fue notando con creciente decepción mientras se iba haciendo adulto que ya en esa competencia no había magia, “algo está mal” pensó, “esto no se parece al fútbol de antes”, ¿pero qué era eso que iba mal?, ¿sería acaso que ya no se jugaba para ganar si no para no perder?,¿sería el exceso de publicidad?,¿sería que lo aturdieron tantos modelos de “tacos” que apenas se fijó en el fútbol?,¿sería acaso que no encontraba la razón del por qué algunos jugadores no querían darlo todo por su selección nacional por algún contrato con un club profesional?, algo andaba mal.
Como adulto se percató del problema básico, de lo central, ese “algo” que le robó la magia al fútbol, ese “ladrón de sueños” no era otro que el afán de lucro, el mercantilismo de la mega corporación llamada FIFA, ese grosero monopolio futbolero anti sindical y explotador de jugadores, de seres humanos, de padres de familia.
Ahora sabe ese otrora niño por qué el fútbol de hoy es feo, porque los jugadores juegan con miedo, juegan con miedo porque si se lesionan los echarían de sus equipos o clubes-de sus trabajos-, miedo a no perder los juegos por el daño en publicidad que les costaría a sus carreras y a sus patrocinadores, miedo a perder contratos publicitarios, en fin, miedo por el dinero que pueden perder, por eso juegan once metidos en el arco esperando a que el equipo rival no anote. No son tan culpables estos jugadores como el patrón que los obliga a ser así, este sistema ignominioso y opresor que le quita vida a todo lo bueno que el hombre ha hecho hasta ahora, y es que el efecto del capitalismo no es otro que quitarle lo hermoso, valioso y disfrutable a lo humano, es deshumanizar lo humano.
En efecto, se ha dado cuenta que lo mismo ocurre en todo el deporte profesional, donde siempre ganan los mismos y los pequeños se limitan a tratar de subsistir víctimas de la exfoliación de sus mejores jugadores por parte de los equipos multimillonarios. Ahora este hombre se aburre con lo que antes lo aturdía de emoción, se pregunta ¿Barcelona o Real Madrid?, ¿Yanquis o Medias Rojas?, ¿Juventus o Inter? ,dá lo mismo porque siempre es lo mismo, porque siempre son los mismos.
Hacer resistencia al capitalismo es hacer resistencia al asesinato de sueños, a la masacre de esperanzas, a la decapitación de lo humano, los amantes de la vida debemos enfrentarlo, los amantes del deporte debemos enfrentarlo.
Ese niño de antes soy yo, y no quiero que a mi hija, mis sobrinos o a mis futuros nietos el capitalismo les quite el derecho a soñar, a emocionarse febrilmente, a llorar de emoción. Luchemos…
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