Cómo goza Juan Carlos Zapata leyendo obituarios

Hay muchas personas que disfrutan leyendo obituarios y es lo primero que buscan en la prensa. No sé a que puede obedecer este macabro placer; quizá a alguna morbosa victoria, la de ir sobreviviendo a nuestros semejantes; quizá a algún gozo oculto por la muerte de los demás; y esto va unido también al otro placer: el de asistir a entierros y ver cómo queda el muerto en su féretro.

Una actividad social muy importante que implica que lo vean a uno en el momento más doloroso de un ser hacia la partida eterna.

Casi nunca voy a un entierro, pero he comprendido que en Venezuela, y tal vez en el mundo entero, éste acto constituye una de las actividades políticas más importantes.

Todo esto viene a cuento, leyendo el libro de Juan Carlos Zapata “Dr. Tinoco – vida y muerte del poder en Venezuela”[1], toda una pendejada de redomado jalabolismo, porque el poder nunca muere.

El libro en medio de todo es interesante, y leyéndolo uno cae en la cuenta que Guillermo Zuloaga era un pobre especulador comparado con Pedro Tinoco. Dice Zapata en la página 68, que era el Dr. Tinoco el mayor director de orquesta que ha tenido el sector financiero de Venezuela. Que le daba órdenes a medio mundo en el tema de las maquinaciones bursátiles. “Ordenaba que hacer en el mercado. Compre esto. Suba el precio. Quédese allí. Pruebe un poco más. Váyase largo. No desespere. Aguante. Se notaba que seguía el mercado, que lo conocía, que poseía cultura bursátil, y que, así como inversionistas, ERA ESPECULADOR POR NATURALEZA.”

Pero una de las cosas que encuentro más cursi en su obra, viene en en el capítulo XIII, llamado “El obituario de los bancos y un sistema". Aquí Juan Carlos Zapata desarrolla una tesis en la que sostiene que la importancia de una figura queda demostrada en la cantidad de obituarios, reportajes, semblanzas y artículos publicados en las páginas de los principales periódicos del país.

Entonces comienza Zapata a hacer una serie de comparaciones de los obituarios entre personajes venezolanos para resaltar que uno los hombres más importantes de Venezuela fue Pedro Tinoco. No sabemos cuál es el valor de la importancia para él por este motivo, y hay que ser bien ocioso y pendejo para dedicarse a contar obituarios. Porque muchos capos y mafiosos, por ejemplo, se han encargado en ocasiones de llenar con obituarios las páginas de la prensa nacional. Es sencillamente la posibilidad que tiene alguien que por poseer mucho poder económico llegó a ser adulado y exaltado por meros fines económicos en relación con los negocios que poseía.

En tal sentido comienza Juan Carlos Zapata a hablar de que en el deceso de Jóvito Villalba se registraron más de 30 obituarios. En la muerte de Diego Cisneros unos 70. En la de Eugenio Mendoza 160; en la de Rómulo Betancur 250; en la del banquero Arturo Sosa los obituarios no llegaron a 50, pero que en el caso del Dr. Tinoco los obituarios ascendieron a unos 230. Hurra, bingo, gloria al Señor…

Por el contrario le decimos al ridículo bobito de Juan Carlos Zapata que hubo miles de casos en los que nunca se publicó un solo obituario a la hora de su muerte, en personajes como el propio Simón Bolívar, Miranda, Sucre (tanto Páez como Santander se negaron a conmemorar su muerte y nunca se permitió publicar ni una esquela en cien años), José Francisco Bermúdez, Jacinto Lara, Juan Vicente González, Cecilio Acosta, Rafael María Baralt, el sabio José Francisco Torrealba, Andrés Eloy Blanco, Ramón Díaz Sánchez, Humberto Fernández-Morán, Argenis Rodríguez… hombres mil veces superiores en talento, moral, creatividad, valentía y conciencia humanística y patriótica que ese simplón, tonto y ladrón llamado Pedro Tinoco.

Toma.


[1] Editorial Alfa, Caracas, 2008.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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