Mi príncipe amado cardenal Urosa, no sea cobarde, vaya y preséntese a la Asamblea Nacional de acuerdo a la invitación recibida, y dé la cara con todas las de la ley que, usted es hombre de paz como patriarca de la iglesia católica –le recomendó Cleofe Ruiz, su mayordomo- y déle clases de constitucionalidad a los diputados como usted solo sabe hacerlo como soldado de dios en este mundo.
-No y no –obtuvo por respuesta Cleofe Ruiz –¿acaso tú quieres que esos comunistas picoteros se rían de mí en mi propia cara? Y como buenos torturadores del desastre calamitoso sin fin, me arrastren en un peregrinar violento que haga mella en mi espíritu de prelado no oportunista, apartado de los avatares políticos que me desmarcan de los puritanos que vigorizan su bienestar acuesta de los demás –respondió el cardenal furioso.
-Y te puedo asegurar –continuó el cardenal- que si asisto, ellos me van a cayapear en ese recinto, donde Cilia Flores es un demonio sin bautizar que le quita la respiración a cualquiera cuando habla, ¿es qué acaso no te has dado cuenta como patea sin piedad a los diputados de Podemos?, sobre todo, al manganzón de Ismael Concepción García que ha llevado más palo suelto que una gata vieja –siguió aclarándole el cardenal Urosa a Cleofe Ruiz- y es bien sabido como te habrás podido dar cuenta que, ellos se ponen de acuerdo con las líneas de Chávez para disparar en todas las direcciones sin importar quien caiga. –No y no- no señor-. No iré, ni que me lo pida el Nuncio en italiano.
-¡Caramba cardenal de mis desvelos continuos, me decepciona! -Y a la vez me deja pensativo sin oportunidad de apretujar mis consideraciones hacia un horizonte más amplio, dijo, Cleofe Ruiz con una cruz de marfil en la mano izquierda.
-Tú eres un viejo presumido a la ene potencia que, te has copiado el mapamundi de lo qué dirán. Lo que no te critico ni te acuso de desleal al límite de mis fronteras arcaicas. –Es mas, no sé porqué te oigo. Si tu función es otra. –Soltó el cardenal Urosa.
-¿Quieres en verdad saber el motivo de mi negativa, Cleofe Ruiz? –Te la diré, pero antes, déjame recrearte con los santos oleos como tu bordón que desenreda los nudos de tu imaginación de laico servil a mi servicio. -Piensa si puedes y si no puedes, te guío como siempre lo he hecho y, que conste que entre tú y yo, hay mucha agua por delante. -Aunque agua que no has de beber, tú sabes lo demás que, hasta me cansa repetírtelo, para que no te pierdas en la selva de tu mala fe que desilusiona mis atávicos deseos de verte cada día más iluso, alejado de los frívolos disparates que laceran nuestros costados todos los santos días de este calvario en que pobres y ricos nos enfrentamos, aupados por los medios que no pierden tiempo en ritualizar lo malo del Gobierno –confesó el cardenal Urosa.
-Y como mi función oportuna y valedera dentro de la iglesia católica es velar por el bienestar de los pobres-, lo que en voluntad de actuaciones nos aleja de ellos como pecadores y malversadores de la fe, más bien, nos indigna refrescar que en la actualidad en pleno SXXI nos hemos apartado del legajo que registra la comunión, para acercarnos más a los poderosos, los que nunca podrán llegar al reino de los cielos con la venia de nuestro Señor por más burgueses que sean. –Todo ello amigo Cleofe Ruiz es una de las razones que pesan sobre mi conciencia para no asistir al llamado de la Asamblea, ni que van a escupirme, ni que me van a faltar el respeto, ni que me van a juzgar los chavistas en la Plaza Bolívar de Caracas, ni que me pitarán, ni nada que se le parezca. -¿Sabes tú Cleofe Ruiz? ¿Cuál es mi miedo que no lo oculto? Y es que, una vez que esté allá reunido con los compatriotas asambeístas chavistas con diatriba política de por medio o sin ella –salga de allá, plenamente transformado en un comunista. –Así como lo oyes, Cleofe Ruiz. -¡Ya que ganas nos me faltan!
-¡Por eso no corro, porque me puedo encaramar!
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