Quizás, Misión “Jacinto Convit” para rendir tributo a quien ha dedicado su vida al alivio de las enfermedades humanas y que, por su condición de latinoamericano, no pudo obtener el Premio Nobel como recompensa por haber desarrollado la vacuna contra la lepra. O, tal vez, Misión Humberto Fernández Morán, otro ilustre venezolano que amó tanto su patria que prefirió no obtener el Nobel, antes que nacionalizarse estadounidense; requisito que privaba sobre su genialidad demostrada en diferentes ramas de la ciencia.
Hasta podría ser conveniente someterlo a consulta popular, para que pueda mantener la continuidad a través de los sucesivos gobiernos, para evitar la mezquindad política de no darle continuidad a las buenas obras de cualquier gobierno anterior. Mejor, aún, sería promulgar una ley para tal fin.
En todo caso; los procedimientos deben definirse claramente, antes de iniciar la Misión cuyo objetivo primordial sería buscar, seleccionar, separar (¡educativamente hablando!) los niños excepcionales, por su elevado nivel de inteligencia, condición física, o habilidades, para darles una formación tan particular como cada uno de ellos lo requiera; sin limitaciones de recursos para que puedan acceder a las técnicas más avanzadas de la enseñanzas.
Cuando hablo de “técnicas más avanzadas”, no me refiero a las de última tecnología; tal vez éstas ni siquiera sean necesarias, y sólo se conviertan en “instrumentos de perversión” de la genialidad del niño. Parecieran haber sido desarrolladas con el único fin de embrutecerlos en otras áreas que no sean las de su propia entelequia.
Aunque resulte un perogrullo; está Misión deberá estar asignada a especialistas en educación infantil no tradicional, totalmente ajenos a cualquier actividad política; para evitar la más ligera sospecha de que se pretenda adoctrinar a los niños para darle continuidad a cualquier tipo de ideología política. Obviamente, en la etapa previa del embarazo, se darán instrucciones para la estimulación prenatal.
En la primera etapa, hasta los tres años, un especialista orientaría a los padres en ejercicios especiales para desarrollar los talentos naturales del niño. La ley RESORTE puede utilizarse para instruir a toda la familia en cuanto a la mejor manera de interactuar con el niño. Sería conveniente la publicación de un manual contentivo de tales actividades cuyo tiraje debería alcanzar tal cantidad que pudiera llegar gratuito a todos los hogares, encartado en los diarios de circulación nacional y regional.
En la segunda etapa, de tres a siete años, cuando el niño inicia sus actividades escolares, los “cazatalentos” realizarían inspecciones en todas las escuelas para evaluar el progreso de quienes han sobresalido en la primera etapa, o comienzan a despertar en la segunda. Si su inteligencia emocional está lo suficientemente desarrollada; la edad no debería ser un obstáculo para el avance hacia grados superiores al que su edad física lo condena; el tiempo apremia y con la misma rapidez que se prepara a un recluta para llevarlo a una guerra en curso, deberán formarse los genios que van a dirigir el nuevo mundo de paz que deberá venir.
Deberá establecerse un compromiso con los padres del niño talentoso, para que sus actividades recreativas hogareñas también constituyan un medio para continuar la enseñanza especial iniciada en la escuela. Ahora más que nunca deberá darse una formación integral a estos niños excepcionales: física, emocional, intelectual y espiritual.
Está claro que el segundo y cuarto, de los niveles de formación, son las más difíciles de brindar por los criterios que privan en cada familia a la cual pertenece el niño. Espiritual no quiere decir religiosa; en un hogar se puede profesar cualquier religión y en la escuela insistir en la hermandad del ser humano quién, independientemente del nombre que le asigne a su Dios, Creador de cuanto existe, está en la obligación de actuar como hermano con quienes comparte su entorno, para salvar su Hogar Mayor: ¡la Tierra!
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