Sucedió el miércoles 8 de septiembre de 2010, en el auditorio de Corp Banca. El presentador que quiso ser protagonista y no fue: Raúl Delgado Estévez. El espectáculo planeado y que sí fue: Gualberto Ibarreto y C4 Trío. El presentador presagió mortificaciones, olvidadas después de la primera canción del cantor de la voz del pueblo, que fue tan estremecedora y tan nostálgica, que dolió. “El ave que ayer voló presagiando tu partida”.
Y es que los artistas hicieron su trabajo. Y con qué virtuosismo. La nota discordante, desafinada, fue la del presentador. Salió con su voz engolada de escuela de “intelectuales” engreídos y perdonavidas. Mal presagio fue, pero no pudo evitar que la felicidad más tarde inundara butacas y se derramaran unas lagrimitas evocando a hermanos muertos. “Era gaviota perdida como perdido es tu amor”.
Raúl intentó “ilustrar” a la audiencia, que él presumió neófita y adherida a sus preferencias políticas, sobre “el grado de tolerancia (in) que se vive Venezuela”. Dijo que la obra sinfónico coral más importante de nuestro país es la Cantata Criolla. Y luego recordó como los músicos de la época de Medina Angarita, de Betancourt, de Leoni, de “la cuarta”, que eran adecos, copeyanos y comunistas, cantaban juntos. La Cantata Criolla por supuesto. Y que, encima, los comunistas recibían gustosos el Premio Nacional de Música Vicente Emilio Sojo, otro adeco. “Tu amor que fue, el agüita de mi calor”.
Concluyó el presentador diciendo que Venezuela está bien “jodida” porque los artistas son los únicos que pueden unir al país, como lo hicieron, según él, adecos, copeyanos y comunistas de principios del siglo pasado. Pero se excluyó él, excluyó esa noche, excluyó al público y a los artistas, tan divagando como estaba pensando en sí mismo y en su pequeña circunstancia. “El azúcar de mi café, el consuelo de mi dolor”.
Algunos aplausos arrancó. Pero el público, los artistas, todos y todas andaban en otra. Fue Héctor Molina uno de los cuatro, del trío, quien contó su angustia con mucho humor, cuando oyó trás el telón la “presentación” de Raúl pues, según confesó, “como nos vamos a poner a hablar aquí de política”. “Tu amor que fue, la salida del mismo sol”.
Relajado el ambiente ocurrió uno de los conciertos más bellos del que tenga memoria. Con tres cuatros, un trío, un bajo y la voz inigualable de Gualberto Ibarreto, el público se enamoró, bailó, recordó, aplaudió y permaneció unido entre anécdotas, música, canciones, confesiones de meas culpas y chistes picantes. Aquel concierto fue tantas veces Venezuela, fue tantas veces nuestra música y nuestra gente, que valió la pena tomar aire, respirar profundo y adentrarse. “La frutica de más dulzor del jardín de mi florecer”.
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