Desde que a Obama lo seleccionaron al premio Nobel de la paz –en ese septiembre negro de 2009- y, al enterarse el pulpo Paul por las ondas electro show que explotaban en serie continua en su ventosa olfativa de la imaginación de invertebrado reacio que predice el futuro lejano, adivinó a regaña diente lo que vendría y desde entonces se puso pálido y cambió permanentemente de color con vómitos de sangre dos veces al día después de la una de la tarde -fue lo que dijeron los más allegados a la pecera de su cautiverio-, y, desde ese día todo para él cambio y las cosas cotidianas que hacía con tanto empeño y amor por el bien de la humanidad las descuidó y las pocas que ejecutaba eran de malas ganas que es tan así, que se negaba a comer calamares entintados –quizás dicen algunos-: no fuera a contaminar su tinta negra y dejó obstinadamente de realizar sus necesidades de defecación que por lo general por intuición desmedida eran de doce veces al día y, no quiso recibir más visitas en esa persistencia de empeño negativos que, lentamente lo fue llevando al sepulcro de los inmortales en que descansará a la vista de su gran público que, mundialmente se ganó con sus goles que uno a uno encaramó en el mundial de fútbol en Sudáfrica, donde dejó para la historia sus dotes infinitos de futbolista adelantado, que desde su pecera daba día a día con pulso variante sus pronósticos valorativos a favor del que sería el ganador y finalmente campeón, los que más tarde recorrían el mundo llevados por todos los medios informativos que mueve el capitalismo mundial a su voluntad entre tanta mentiras que nos ensartan a su gusto.
Hoy, su muerte prematura que lo llevó sin alcanzar la vejez, nos deja en la más terrible tiniebla que por años aguantaremos, hasta que no nazca su sucesor apátrida que siempre será bien venido en función de nuestra paz y emociones controlables que nos embarga el trasfondo de la ideas en este mundo en que el bombardeo de noticias nos tiene en pernocta agotadora y, el pulpo Paul nos dio vida hasta donde más no pudo y el luto estará presente en corazón y alma y, en nuestro empeño de fanáticos estúpidos con lágrimas en los ojos, hemos hecho sonar las campanas del pueblo de alegórica tristeza de redención por la paz de su pasajera vida que nos satisfizo como prebendas inagotables de amistad y lealtad de las proyecciones imaginativas jamás alcanzadas por otro invertebrado y, a su conservación en el más allá tendremos velones encendidos hasta el desgaste de los nervios de la conciencia patria que ama las predicciones que algún día cercano, debemos saber de su astucia a través de las memorias que como fuente inagotables han de quedar de Paul.
Paz a tus restos –amigo, pulpo Paul- y vigílanos sin egoísmo alguno que las lecciones que dejaste no se desgasten en el tiempo y nos sirvan de conciliación entre los hombres de buena voluntad como the psychic octopus en Inglaterra que fuiste.
He tratado y trato con insistencia razonable de llevar a efecto sin mucho aspaviento una misa engominada a nombre del pulpo Paul, por su lucidez levantisca de alcurnia de los mares ingleses, pero que va, el padre Octavio Premium se niega y, a su favor expone, que jamás la iglesia realizará tal acto por ir en contra de la iracundia, lo cual no sé el motivo ni la intención, ya que mí vocabulario es defectuoso y escaso, pero como la esperanza jamás se pierde, ruego a dios y, al cardenal Urosa Sabino –que es tan noble y comprensivo- me dé una manito a mi favor por el eterno sueño de Paul.
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