En la mañana muy temprano, cuando la asistenta entró al cuarto de Gregorio Samsa, viéndole inmóvil e indiferente a sus estímulos dijo, no sin sorpresa:
“Ha estirado la pata”.
Uno creía, que Andrés Velásquez, había liberado sus residuales efluvios. Siendo dirigente obrero, fue de aquellos matanceros, últimos mohicanos, porque él es indio y de ello se había enorgullecido, que con Alfredo Maniero, hicieron de la Causa R, con R al revés, una promisoria fuerza de la izquierda, radical, obrerista y antiimperialista.
Cuando Caldera lanzó su candidatura con habilidad, en medio de aquel desconcierto y hasta sálvese quien pueda, después de la hecatombe del caracazo, logrando arrastrar por el bembe a más de uno que había perdido la brújula y el aliento, Andrés, siendo Gobernador del Estado Bolívar, presentó la suya. Fue su cuarto de hora, instante sublime, tanto que llevó tras de sí a los venezolanos más inconformes y al pensamiento diametralmente opuesto al neo liberalismo. Las capas medias, parte de las cúpulas, la izquierda enmohecida, de perdidas esperanzas, hasta el neoliberalismo y el capital, optaron por él, ante la debacle adeco –copeyana.
Hasta no hace mucho juraba que, en componenda mafiosa de la vieja política, le habían robado el triunfo. Pensaba, uno duda que ahora vea las cosas de la misma forma, por aquello de quien le pega a su familia se arruina, que el Departamento de Estado, del cual Andrés ni siquiera se acuerda, AD, COPEI, Fedecàmaras, los ganaderos, petroleros y todos aquellos que manejaban la pomada, habían preferido al viejo dirigente socialcristiano en Miraflores que a él. Era una instintiva reacción de clase. Un indio, obrero, alumno de Alfredo Maneiro y rodeado por gente niche y alebrestada contra el orden, no debía llegar allí.
Pocos años antes, Rómulo Betancourt, desde Berna, Suiza, lanzó la consigna de dividir a AD y lanzar de candidato al desabrido de Gonzalo Barrios, antes que permitir que “ese negro”, como llamó al distinguido Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, quien había ganado las elecciones internas, “se convierta en presidente”. Lo de negro, dicho por Betancourt, no extrañaba, pero sustancialmente, éste atendía con diligencia a las preferencias Washingtonianas, muy opuestas al pensamiento del brillante margariteño.
Después del anuncio del Consejo Supremo Electoral, aún en la etapa de “acta mata voto”, Andrés se encapillò por días con sus allegados, se quedó profundamente dormido:
Gregorio Samsa, “Se despertó después de un sueño intranquilo y se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”.
“¿Qué me ha ocurrido?, pensó
Estaba solo, pero pudo recordar que el ente electoral, para la campaña, por supuesto basado en componendas legales, la había entregado, en plata constante y sonante, una cantidad que nunca se acababa aunque fuese por allí tirándola para arriba.
Eso le reconfortó y se dijo:
Billete mata galán. De todos modos nunca he sido muy buen mozo y la fama que me queda, en ese mercado persa donde pienso moverme, hay buenos demandantes. Además, siempre se ha dicho que plata trae plata.
Se percató Samsa que, “Sus muchas patas, ridículamente pequeñas, le vibraban desamparadas”.
Ahora, más que antes, su estatura y forma humanas, estaban cerca del suelo. A causa de eso, las viejas ideas comenzaron a pesarle demasiado y antes que lo aplastasen, se puso cabeza abajo para le dejasen en paz y no le causasen tormento.
En estos tiempos, con su enorme paca al lomo, sus cortas y vibrantes patitas, ha ido cuesta abajo, tanto que ayer, el dirigente obrero, otrora terror de capitalistas, además por ser indio, como lo fueron Jerónimo, Benito Juárez y lo es Evo Morales, apareció en defensa de la mafia ganadera y especuladores inmobiliarios. De tenaz y obrerista matancero, derivó en mata tigre al servicio de la clase opuesta. Kafka, debió conocer a Andrés; la historia de éste, “arrancada de la vida misma” y del seno del realismo mágico, hubiese sido tan exitosa como la de Gregorio Samsa.
Viéndole así, los viejos matanceros, no sin nostalgia, habrán de decir”:
“Ha estirado la pata”.
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