Es maravilloso que los peces se alimenten, crezcan, desoven y se multipliquen tanto como para satisfacer la cadena alimenticia hasta llegar al hombre, sin que éste nada tenga que hacer para ayudar aquel divino proceso, menos invertir dinero.
El mar es pues como el llano en aquellos lejanos tiempos, cuando no estaba alinderado y registrado en documentos chimbos que hablan de propiedad forjada. Entonces, el ganado venido de Europa, en aquellos pastizales prodigiosos, agua abundante y sana, se multiplicó tanto que por no tener dueño, era de todos, de aquél que lo necesitase, bien para cabalgar briosos caballos a lo largo de lo que después fue Apure, Guárico, Monagas o satisfacer el hambre del trashumante en la llanura.
No había pues motivos para preocuparse por el hambre o recibir hasta una numerosa visita en rancho plantado en medio de la soledad e inmensidad del llano. El anfitrión, sin sorprenderse, atizaba el fogón y salía acompañado de alguno de los suyos, con un:
“Ya guelvo, esperen sólo un taintico”.
En efecto, poco tiempo después, volvía calmoso con una res para el descuartizaje y preparación para la inesperada presencia.
Menos incomodaba si había, por alguna razón, que suplir la cabalgadura. El llano, de allí mismo, de los alrededores del rancho estaba repleto de caballos sin dueños, realengos, en la más sana y generosa interpretación de la palabra inventada por la avaricia de la corona española, que se podían tomar, domar y cabalgar a gusto.
Cronistas de la época, gente muy respetable, cuentan como los ejércitos en las guerras por la independencia, en sus travesías por el llano, debían ser precedidos por partidas de hombres cuya función era espantar al ganado para que aquellos pudieran movilizarse con mayor facilidad.
A Chávez, casi le costaron el cargo y la vida, en el 2002, las 19 célebres leyes habilitantes, entre ellas la relativa al mar y faenas de pesca. Ella dispuso a partir de su promulgación, que la pesca de arrastre que se practicaba en los espacios habituales y naturales de la artesanal, se retirase seis millas adentro.
Aquellas leyes se les llama habilitantes porque el Poder Legislativo autoriza al presidente del Ejecutivo, las expida como si se tratase de un decreto; sin las complicaciones derivadas de lo dispuesto para la elaboración de leyes en la Constitución Nacional. No fue esa la primera vez en la historia venezolana que se ponía en marcha ese recurso. Poco tiempo atrás, gobiernos de la llamada IV República, le utilizaron.
Pero por el carácter de las mismas, especialmente la ya mencionada, referida a un sector donde capitales poderosos tenían intereses, se armó una sampablera, se desató una conflictividad que llegó a los extremos arriba señalados con respecto al jefe del Estado.
Dijeron entonces quienes promovieron la Ley y hasta lo repetimos nosotros, armados de lógica y la mejor buena fe, que ella conllevaría la recuperación del área marina dentro de las seis millas a partir de la costa y con ella, como en el viejo llano, aquel sin dueños ni alambres, en el mar interior se multiplicarían tanto los peces como para beneficiar a todos. “Creced y multiplicaos”, creyó uno, sin nada de inocencia, que se decía con ello a las especies marinas. Por cierto, ¿Eso se ha evaluado o, cómo tantas cosas, quedó depositado en el baúl de los recuerdos?
Pero la cosa no quedó allí. Hay muchas más que sorprenden y hasta alebrestan. A través de Pdvsa, cientos, miles de pescadores, recibieron motores fuera borda, peñeros, aperos de pesca, gasolina, de la subsidiada, vuelta a subsidiar y hasta créditos blandos a cooperativas; se les ayudó y asesoró para crear centros de acopio, dotó de costosos equipos refrigerantes. Cientos de ellos se crearon como el de “El Tirano”, en Margarita.
Hace poco tiempo atrás, el presidente promulgó una disposición, muy justa y propia de su condición revolucionaria y generosidad, mediante la cual, a la edad del retiro, los pescadores gozarán de la pensión correspondiente.
Uno, que no es experto, pero optimista, piensa que por la Ley habilitante relativa al mar, costa y pesca, como en el viejo llano, donde sobraba el ganado, debe estarse multiplicando exponencialmente la existencia de peces. Aunado esto a los beneficios otorgados a pescadores, los peces, vuelto pescados, no deberían ser tan costosos.
Pero al contrario, para tristeza de uno, ahora son más caros, tanto que es un lujo verdadero comerlos; aunque sean cherecheres.
Pensar todo lo que se les ha dado a pescadores y que el mar, pese a las barbaridades nuestras, sigue allí generoso sin cobrar condominio.
Los “caveros”, llamados también intermediarios en la jerga mercantil, encontraron la forma de meter a pescadores en sus redes o roscas, más efectivas. Nos han ganado la partida. ¿Por descuido?
Por eso, en El Tirano, Volcadero u otro punto, los botes llegan repletos - cuando no venden afuera - a llenar las cavas que se marchan raudas a vender a precio impuesto que llaman de mercado o capitalista. Al centro de acopio nada arriman, y en éstos nadie reclama o exige lo acordado, y a quien se acerque a la playa, si suerte tiene, le aplican la tarifa convenida en contubernio.
¿Con quién vamos bonguero?
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