1¿Surge un nuevo mapa geopolítico de la región que comprende América del Norte, Centroamérica y Sur América? Cuando menos hay señales. De este lado del mapa, al sur, se consolidan proyectos democráticos y progresistas. La reacción popular en Argentina con motivo de la muerte del ex presidente Néstor Kirchner, reveló el poder del proceso que allí se cumple y el espaldarazo a la actual mandataria, Cristina Fernández. En la zona hay situaciones similares en torno a políticas de avanzada, tanto en Uruguay como en Paraguay. La victoria aplastante de Dilma Rousseff en Brasil confirma la continuidad de una alternativa soberana, de inequívoco signo integracionista. En Guyana y Surinam pasa igual. Ambas naciones cuentan con regímenes que se manejan con independencia. A su vez, Perú entra en una etapa donde el descrédito del presidente Alan García revierte electoralmente a favor de movimientos progresistas como lo indica la victoria de la candidata de un movimiento popular a la Alcaldía de Lima y la consiguiente derrota de la aspirante de la derecha. En Ecuador el fracaso del golpe contra Correa le dio a éste un importante apoyo -lo confirman las encuestas- que funciona como disuasivo de nuevas aventuras. En Bolivia se consolida el gobierno revolucionario de Evo Morales, y respecto a dos países muy importantes de la región, Chile y Colombia, se perciben cambios a los que hay que hacer seguimiento: en Chile, Piñera trata de lavarle el rostro a una derecha comprometida con las causas más impopulares y soporte de la dictadura pinochetista, con una hábil política populista y de no alineación con los esquemas ingerencistas de Washington; y en Colombia, la actitud de Santos marca diferencias con el de Uribe y parece orientado a desenganchar a su país de la locomotora imperial, como lo demuestra la posición ante el tema de las bases de USA en territorio colombiano. Si se analiza globalmente lo que sucede, se puede arribar a la conclusión de que algo se mueve en la región en dirección opuesta a lo que imperaba, y que la posición de Venezuela cada día está más fortalecida.
2Igual sucede en Centroamérica. El gobierno de Panamá se cuida, dado los problemas sociales y políticos que tiene, de sesgar su posición hacia la derecha. Nicaragua ratifica su orientación social; Guatemala ha logrado neutralizar las tendencias regresivas; en Honduras el régimen surgido del golpe contra Zelaya muestra creciente inestabilidad; en El Salvador el mandato del Flfm transcurre con evidentes logros ante la arremetida de la ultraderecha, y en México se da un interesante fenómeno de radicalización que, incluso, ha obligado al presidente Calderón a ciertos deslindes con EEUU en asuntos claves, a lo que no se atrevieron anteriores gobiernos.
3Lo que ocurre en EEUU contrasta con los cambios en la región. La crisis económica ha tenido efectos más profundos y letales de los que inicialmente se previeron y van más allá del sistema financiero, de la catástrofe inmobiliaria, del auge del desempleo y el desplome de la economía. Los esfuerzos del presidente Obama para atenuar sus efectos, restablecer las regulaciones que los republicanos abolieron, el efecto de los auxilios a la banca que terminaron favoreciendo a los banqueros, eclipsaron las reformas sociales que implementó en los 2 primeros años de gestión. La reacción de poderosos grupos económicos y medios de comunicación; el racismo que subyace en esa sociedad y la magnificación de la amenaza exterior al modo de vida norteamericano, liberó los demonios que tradicionalmente acechan. Las consecuencias se manifestaron en las elecciones parlamentarias de mitad de período con el descalabro de los demócratas, la derrota personal de Obama --el aliento liberal y social de su política--; el éxito de las posiciones ultra conservadoras de los republicanos, y la aparición del Tea Party, una turbia secreción fascistoide que emerge con la cobertura del viejo partido, pero que lo desborda al extremo que de los 83 conservadores que van a la Cámara de Representantes -cuyo control pierden los Demócratas-, 60 le pertenecen, además de 3 senadores y 3 gobernaciones. Para algunos analistas la amenaza de esta representación, agresiva, orgánica, ideologizada y fundamentalista en materia religiosa en ascenso, debido a la confusión imperante en la colectividad norteamericana, no sólo es contra Omaba sino contra el propio Partido Republicano y el sistema democrático.
4Nunca antes se presentó una dicotomía tan acentuada entre las tendencias que se mueven en EEUU e influyen en su política exterior, y las de los restantes países de esta parte del hemisferio. No quiero recurrir al tradicional esquema derecha-izquierda para definir las tendencias que se observan. La simplificación en este caso obscurece matices determinantes. Lo que cabe afirmar es que hay, de este lado, un desplazamiento hacia cambios progresistas, matizados por las realidades de cada nación, y, del otro, una marcada regresión. Lo cual plantea un dilema que, para unos, se resuelve mediante la aplicación de políticas de fuerza y para otros a través el diálogo. La tendencia ultra conservadora que crece en los EEUU es inquietante, dada su pujanza y a la resolución que manifiesta de asumir el control tanto de la política interna como internacional del país, y a la debilidad que se observa en el gobierno de Obama. Éste ya optó, en su primera reacción ante el resultado electoral del 5N, por solicitar el apoyo de los republicanos colocando en primer plano la defensa nacional, y la Secretaria de Estado, la señora Clinton, declaró que de inmediato "buscará con los líderes republicanos asegurar una agenda que proteja y fortalezca los intereses y la seguridad de los EEUU". ¿Son esos intereses los mimos de los restantes países de este continente? Si uno se guía por la estridencia retórica de los recién electos representantes, senadores, gobernadores, no sólo republicanos y del Tea Party, sino de muchos demócratas atemorizados por el tsunami conservador, hay razones de peso para preocuparse. Ejemplo: la representante Ileana Ros-Lehtinen, de extrema derecha, quien posiblemente presida la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara, declaró contra los gobiernos de Ecuador, Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Cuba y deslizó velados reproches a países como Argentina. Al mismo tiempo, en una declaración del ministro de Defensa de Brasil, Nelson Jobin --que la gran prensa ignoró-- éste precisó que el gobierno de su país rechaza la presencia de navíos norteamericanos en el Atlántico Sur y reivindicó la extensión de la soberanía y los derechos de explotación petrolera a 350 millas marinas. Jobin se opuso a la presencia de barcos de USA y de la Otan en la zona que borran la línea que la separa del Atlántico Norte. De paso descartó la tesis de soberanía compartida y afirmó: "me pregunto cuál es la soberanía que EEUU quiere compartir, ¿quieren compartir también la de ellos". ¿Cuál es, entonces, la perspectiva de la región a partir de ahora, con los halcones de todo tipo dominando el escenario en EEUU y con Centro América y América del Sur con modelos diferentes y un sentido nacional y soberano que no se observaba antes? Se trata, no cabe duda, de un mapa novedoso y cargado de presagios.