Un tipo con una horrible afición por las revistas del corazón: “Hola”, “Vanidades”, “Folletón”, “Cosmopolitan”,…
Un tipo de una ignorancia que da grima y de una inconsciencia todavía peor, por su arte de la doble cara, por presentar un cuadro de escisión mental severo.
Con ese funesto arte, fue engatusando a medio mundo. Rodeado de cobardes y adulantes, se pudo crecer impunemente en sus dislates.
Toda la vida había creído tener la suficiente estampa para ser un gran actor de telenovelas, para aparecer en medios promocionando trajes, peinados y perfumes caro.
Como nada de eso pudo lograr en un medio tremendamente competitivo, con sus artes del disimulo decidió hacerse “revolucionario bolivariano”. Y poco a poco fue escalando, hasta convertirse en orondo Gobernador de la República Bolivariana de Venezuela. Y entonces, por esta vía logró su objetivo de difundir su rostro por medio mundo; optó por llenar de vallas, con su abotagada faz la ciudad, infestándola, atosigándola con tan ridícula facha.
En los periódicos escuálidos ha pagado propaganda con su inicuo semblante, por más de cinco mil millones de bolívares.
Él, contemplando la sonrisa de los escuálidos, solía decir: “yo lograré tener una sonrisa socialista light”, porque lo light siempre le ha encantado.
Entonces, para las fotos, en sus lánguidas poses, consiguió dulcificar con arreboles tenues su patético rostro, adquiriendo una electrizantemente sonrisa boba; por eso hoy todo el mundo lo llama “el Bobo de la Beba”.
Y esa bobera se ve en todas las plazas, en todas las carreteras del Estado, en franelas y banderines, en peluquerías y tascas. A veces, ¡HORROR!, al lado del Presidente Chávez.
Estas son cosas que no habrían sucedido en ninguna revolución del mundo pero en la nuestra, cundida por todo bicho de uña en la administración pública, por millones de infiltrados, por seres tan incultos e inconscientes es parte de uno de los resultados más deprimentes que hemos obtenido.
Qué vaina.
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