Se termina la primera década del siglo XXI. El viejo modo de vida capitalista zozobra en medio de sus propias contradicciones: para poder mantener en antiguo orden y defender el equilibrio fiscal, el ancien regime capitaliste, es necesario que las burguesías liquiden el estado benefactor y despojen a los trabajadores, sean de la clase media o de la clase popular, de todas las reivindicaciones y conquistas sociales que alcanzaron en el último medio siglo. En Venezuela, la Asamblea Nacional finalmente saldó buena parte la deuda social y política que habían contraído los diputados electos por nosotros, con el pueblo revolucionario.
Las leyes aprobadas y particularmente la Ley Habilitante, apegada a la Constitución Bolivariana, facultan a nuestro Comandante Presidente Hugo Chávez para legislar por decreto y conformar el cuadro legal dentro del cual tiene que darse la defunción definitiva de la vieja sociedad neocolonial puntofijista, para que nazca la nueva sociedad socialista. Los alaridos que emiten urbi et orbi tanto la contrarevolución venezolana como la derecha mediática internacional, hablan de un golpe de Estado. Pero:¿ que se creen los contrarevolucionarios? Como ya lo hemos repetido muchas veces, una revolución social no es un cambio de gobierno, es un cambio radical de sistema social.
Este cambio no se puede dar sin lucha, porque así como la burguesía venezolana no entregará fácilmente los privilegios logrados y consolidados en los 180 años de régimen republicano, los revolucionarios bolivarianos no estamos dispuestos, de ninguna manera, a dejar que vuelva a gobernarnos la burguesía comercial parasitaria venezolana. Ojalá que los nuevos parlamentarios de la derecha que accedieron a la Asamblea Nacional y los vacilantes infiltrados en la Revolución Bolivariana lo entiendan bien: se trata de una lucha de clases, se trata igualmente de un enfrentamiento entre proyectos de vida que son antagónicos y excluyentes, no es una conciliación entre élites políticas.
La nueva Era que vive la humanidad esta pariendo igualmente una sociedad nueva. Los dolores de este parto ya se sienten en los pueblos de la vieja Europa, de Asia, de África, de Estados Unidos, de México y Centroamérica, de Suramérica y el Caribe y nos anuncian que no hay ninguna posibilidad de dar marcha atrás: el movimiento de la historia puede deasplazarse en el espacio, pero no se devuelve en el tiempo.