Revolución joven

Antes, cuando no pasaba nada, un lapso de cinco años era demasiado tiempo para un mandato de gobierno porque jamás se presentaba una propuesta de transformación profunda de la sociedad para tan siquiera reducir la pobreza o frenar el saqueo sistemático de las riquezas nacionales por parte de las transnacionales, los partidos del estatus y de la oligarquía criolla.

Por eso, el voto de los venezolanos fue siempre un voto castigo más que un acto de respaldo a una opción esperanzadora. Porque se sabía de antemano que todo iba a ser igual, sólo que de otro color. En eso radicaba la democracia: en el insustancial e ilusorio ritual de la alternancia.

Las revoluciones, por el contrario, precisamente porque surgen del estallido social al que son obligados los pueblos que se obstinan de gobiernos ineficientes que no producen cambios estructurales de fondo para acabar con la injusticia y la desigualdad, son procesos que demoran décadas en asentarse (como la Revolución Francesa, sin ir muy lejos, que se tomó más de siete décadas en establecerse) porque la tarea primordial que deben acometer es la de la transformación cultural de la sociedad para superar los vicios ideológicos del pasado.

Y eso suele tomarse mucho más de lo que dispone la democracia burguesa para hacerle creer a la población que en efecto se están produciendo los cambios que ella siempre demanda.

En el proceso transformador de la revolución bolivariana, estamos culminando apenas la fase inicial de la organización popular en torno a un proyecto coherente, viable y provechoso de país, en la cual hemos sorteado la mayor cantidad de obstáculos y limitaciones que proceso alguno haya debido enfrentar jamás en toda nuestra historia.

Como los seres humanos, para quienes el inicio de la vida tiene como denominador común la fragilidad y la incertidumbre, alcanzar los 12 años para una revolución naciente, como la bolivariana, no es signo ni de fatiga ni de atrofia, sino de acceso a un nuevo estadio de impulso vigoroso de sus capacidades y de elevación definitiva de sus potencialidades.

Es el arribo a la juventud de un proyecto maravilloso de redención social que por primera vez en nuestra historia republicana nos conduce con certidumbre tangible hacia el bienestar y el progreso de la patria.

albertoaranguibel@gmail.com


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Alberto Aranguibel

Comunicador social e investigador. Conductor del programa Sin Tapujos, que se transmite por Venezolana de Televisión. Asesor Comunicacional y de Imagen en organismos y empresas públicas y privadas.

 albertoaranguibel@gmail.com      @SoyAranguibel

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