Infinidad de mensajes banales que golpean las mentes de la juventud; exaltación de la violencia como mecanismo de supremacía; delincuencia, narcotráfico, borracheras y excentricidades forman parte del menú de la nueva forma dominación cultural que abarca todos los sectores de la sociedad.
Estos anti valores son impulsados por un género musical nacido en Panamá y acentuado con mayor arraigo en Puerto Rico, país tristemente colonizado por los Estados Unidos. A través de sus videos son difundidas imágenes de una vida frívola y carente de sentido moral que, asimismo, enarbola al capitalismo como única vía a la felicidad.
La lengua de Cervantes es machacada con expresiones grotescas como “perreo”, “sandugueo”. Si a esto le agregamos la pronunciación de frases que lapidan la sintaxis del castellano: “te voy a ‘matal’, ‘amol’”; “no me vayas a ‘dejal’”; “me tienes que ‘querel’”, entre otras, nos demuestra que existe una sistemática campaña para fomentar el entorpecimiento de la sociedad. Tan sólo basta ver cómo –en algunos casos que no son aislados– la madre de una niña de ocho años, durante una fiesta o reunión familiar, le dice a sus amistadas: “mira como ‘perrea’ mi hija; ¿verdad que es bella?”
Y es que esta deformación musical hace creer a los pueblos que la revolución es sólo un asunto de trasnochados utópicos que nunca llegarán a concretar nada, acentuando así la máxima de Francis Fukuyama de “el fin de la historia”.
El reggaetón, vende la idea de que “sólo falta dinero para conseguirlo todo”. Esto es una forma reaccionaria de evitar que los jóvenes –cuya esencia es revolucionaria por naturaleza, como afirmaba el ex presidente de Chile, Salvador Allende– establezcan mecanismos de organización para luchar contra el sistema capitalista.
¿Se puede permitir, en nombre de la cacareada democracia, presentar videos contentivos de imágenes que promueven el narcotráfico, la delincuencia, la prostitución y la trata de blanca? ¿Bajo qué premisas éticas se puede aceptar eso? ¿Prohibir su difusión representaría una dictadura?
El reggaetón fomenta el machismo y la vida fácil, toda vez que el papel de la mujer es limitado a un mero plano sexual para la satisfacción masculina. El peligro resalta cuando se observan a una gran cantidad de jóvenes con atuendos similares a los utilizados por los intérpretes de este atolondrado estilo musical, representando un fuerte indicador de la influencia de este género en la población juvenil.
Los máximos exponentes del reggaetón, son figuras creadas por el sistema para ideologizar y captar la mayor cantidad de fanáticos que, a la misma vez, se convierten en multiplicadores del explícito mensaje negativo de sus letras, con la insinuación de que el dinero es la panacea de los males de la sociedad.
Por democracia debe entenderse “el gobierno del pueblo para el pueblo”, y la única manera de conseguirla plenamente es a través de la socialización de los medios de producción. El reggaetón, y todo su aparato imperial, representan la destrucción cultural de los pueblos.
No permitamos que a nuestra sociedad la hostiguen con constantes frivolidades, más bien sembremos en ella la rebeldía constructora del Che. Alejemos a nuestros hijos de los vicios; ellos, más adelante, nos lo agradecerán.
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