Evidentemente, la Revolución Bolivariana se ha convertido en un serio obstáculo para las pretensiones hegemónicas de Estados Unidos en América Latina y el Caribe. Es por ello que la administración Bush ha delineado una estrategia imperialista que busca arrastrar a Venezuela a la guerra civil colombiana, o en su defecto, vincular al gobierno del presidente Chávez con movimientos insurreccionales de América Latina y el Caribe que le permita a Washington legitimar una intervención directa en el marco de la “Doctrina Bush.” Para instrumentar dicha estrategia, Estados Unidos planteó a través del ministro colombiano de Defensa, Jorge Uribe, durante la sexta Conferencia Hemisférica sobre Seguridad y Defensa celebrada en Quito el pasado mes de noviembre, la creación de una fuerza militar multinacional para combatir el “terrorismo”, lo cual fue rechazado tajantemente por Brasil, Argentina, Bolivia y Venezuela.
Paralelamente, el embajador estadounidense en la OEA, John Maisto, expresó en la Universidad de Webster que la política exterior norteamericana en la región descansaría sobre un “multilateralismo” que promocione la democracia representativa, el respeto a los derechos humanos, el crecimiento económico mediante el libre comercio y la constitución de “buenos gobiernos”. En este sentido, Estados Unidos buscará aplicar la Carta Democrática Interamericana sin excepción, profundizar la efectividad y participación de las misiones electorales de la OEA para que puedan intervenir directamente en los escrutinios, intervenir en instituciones económicas y financieras para hacer avanzar el ALCA, encontrar vías adicionales para combatir el “terrorismo” y el crimen internacional, modernizar la Junta Interamericana de Defensa y Colegio de Defensa para adecuarlos a la “guerra contra el terrorismo”, ayudar a los países en la lucha contra la inseguridad personal, invertir en la gente y la gobernabilidad, y “darle dientes” a la Convención Interamericana contra la Corrupción.
En este marco político-militar se insertan los dos comunicados difundidos recientemente por la “Casa de Nariño” en respuesta al reclamo de Venezuela por el secuestro de Granda, los cuales buscaban arrinconar al gobierno venezolano para que diera su consentimiento a la violación de la soberanía y se involucrara de esta manera a la guerra civil colombiana, o rechazara la intervención extranjera en su territorio y quedara expuesto a las descalificaciones de Colombia y Estados Unidos. El pasado 13 de enero, cuando aun no agarraba cuerpo el caso Granda en la opinión publica internacional, un alto oficial de la administración Bush, le manifestó al Washington Times que el gobierno estadounidense comenzaría una campaña a gran escala para urgirle a los países de América Latina que revalúen sus relaciones con el presidente Chávez por su “apoyo a grupos radicales como las FARC”, y se expresen públicamente contra su régimen “autoritario y anti-democrático.”
Días mas tarde, la nominada Secretario de Estado, Condoleezza Rice, señaló a Cuba, Burma, Corea del Norte, Irán, Belarusia y Zimbabwe como los nuevos “focos de tiranía”, y al gobierno de Venezuela de ser una “fuerza negativa” en la región, lo cual fue ratificado por el presidente Bush cuando en su discurso de reinauguración se comprometió a librar al mundo de las “tiranías”. En este contexto se explica la sigilosa “gira nacional” que realiza actualmente el embajador estadounidense, William Brownfield, para conocer personalmente los 23 estados de Venezuela y evaluar las condiciones socioeconómicas del país, lo cual quedará evidentemente plasmado en un informe que el Departamento de Estado utilizará para fundamentar sus acusaciones contra el corrupto, forajido y “mal gobierno” de Venezuela. Es por ello que el Estado Venezolano está obligado a contar con un servicio exterior comprometido con la Revolución Bolivariana, y en capacidad de llevar a cabo con eficacia la línea estratégica del gobierno en cuanto a la diversificación de las relaciones internacionales como la manera más eficaz de combatir en la arena internacional la estrategia imperialista de Washington.
Internacionalista, MA.
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