Las calles de Venezuela están privatizadas, impera el caos preludio del colapso antesala infernal del fin de la democracia.

Todos llevamos un mundo adentro pero todos compartimos el mundo de afuera; yo nunca boto basura por ahí porque tengo conciencia suficiente de lo que representa el ambiente de todos.

Nunca he pensado, nunca pienso y nunca pensaré: ¡Ese no es mi ambiente-por muy lejos que ande yo de mi entorno inmediato-y, en consecuencia, puedo votar esta servilletica doquiera me dé la gana!

¡El ambiente es de todos! Se equivoca todo aquél que ensucia la playa o la calle pensando que ese no es su ambiente pero si se detuviese un poquito a pensar que la basura produce enfermedades y que éstas llegan a todas partes, e inclusive a quienes comen la exquisita langosta al termidor, en fastuosas bodas, entonces bien pudiese cambiar de actitud.

Pero, cambiar de actitud no es poca cosa; cambiar de actitud demanda, entre muchísimas otras acciones, someterse a complejos procesos de reentrenamientos, apropiados, organizados con metodología científica, pero no con esa metodología científica que ha estado al servicio de la burguesía; me refiero a una metodología científica revolucionaria, apegada a la ética del pueblo, tal como la que practica el Dr. Jacinto Convit.

Vayamos al grano.

Hoy en día las calles de Venezuela no son vías sino viacrucis; tú  sales de tu casa y cuando has recorrido cien metros, has bordeado tres huecos, cinco baches, un canjilón y tres  “policías acostados”.

En ese lapso tú has dicho al menos, sendas imprecaciones; más adelante, debes detenerte detrás del bus que, detenido por el abusador, en el canal de flujo rápido (el izquierdo), larga o recoge pasajeros; sí queda un pequeño espacio a la derecha ya tú no tienes tiempo de desviarte porque un destartalado taxi se te adelanta como sí el chofer trajese un ají chirel metido en algún recoveco del “cuerpo cobarde”. Y, te armas de paciencia pero no puedes dejar de largar un par de nuevas imprecaciones, esta vez algo más subidas de tono.

La vaina es que por lo general debes rumiar las groserías que has debido decir al infractor de tránsito y eso es un acumulado que hasta puede enfermarte sí no estás centrado en ti mismo.

Pero, sigues al paso que disponga el bus que va delante-no hay otra solución-así que debes apelar a oír una buena música hasta poder salir del laberinto. Más adelante, han instalado un toldo que ocupa todo el canal derecho y, otro abusador-el dueño del local-exhibe una colección de piñatas o de ropas y/o etc, al tiempo que el bus vuelve a detenerse a la par, a comprarle un café al señor que vende desde la isla. Y, eso no es todo, desde las ventanas del bus son botados a la vía (crucis), cuanto papelito, vasitos de plástico, pitillos, bolsitas de chucherías, y etc.

Por fin la vía parece despejarse porque el bus arranca pero el semáforo está en rojo, rojo que no es respetado por el busero y, tú, que eres un buen ciudadano, tienes que hacer uso de tu condición, a riesgo de que el que viene detrás de ti te zampe un carajazo.

Hasta aquí, la vaina parece resolverse pero nomás cambia la luz roja a verde, empieza un tronío, la pita de bocina del que viene detrás de ti, sí no arrancas como meteoro.

Apenas arrancas, el que viene detrás te larga un “¡Oocñetumadre!” y te rebasa picando cauchos pero debes mantenerte sereno,- porque puedes meterte en vaina si rozas al motorizado que vuela como un “Cecoto” bien a estribor, ora a babor- con toda seguridad vas a encontrarlo atorado en el semáforo próximo.

Nada es distinto en el resto de tu trayecto, en la próxima cola estará una jovencita casi niña, en medio de la vía, vendiendo pornografía con un letrero en el pecho que dice: “Er conde der guácharo, su último disco”. A su lado, otras y otros vendiendo el periódico local contentivo de una carga de veneno. No es una inocentada que la prensa enemiga haya tomado las vías y muchas veces uniformados con franelas amarillas y negras de “primero justicia”.

¿Por qué la prensa enemiga se mudó a las calles y no se mantiene en los kioscos, quienes lo permiten, no es acaso una violación flagrante a las reglas de tránsito?

En algunas oportunidades he visto a niñitas con las nalgas afuera y mostrando la barriguita…¿por tan sólo vender un periódico?, ¿es eso correcto? ¿qué subyace debajo de ese fenómeno, acaso no es el caos al que pretenden llevarnos?

Bueno, yo miro la cosa desde una visión crítica; me he percatado de que esas niñas e inclusive mujeres, llevan a sus crías a las que ponen a la vera de la isla que divide la avenida, en un pañito tendido, a tragar humo y humo y humo sin que las autoridades hagan algo para parar ese crimen. Entre tanto, ellas muestran el titular a todo el mundo, eso es lo que les compete, no más, por eso cobran; la venta del periódico es sólo la excusa, de lo que se trata es de mostrar titulares envenenados para confundir al pueblo trabajador y detrás de ello se esconde una vaina muy organizada.

Y, por sí  ello fuese poco, en cualesquiera vías hay grupos que interrumpen el tránsito con una cabuya tendida transversalmente, para obligarte a detener y pagar peaje porque viene el carnaval o la semana santa o el bautizo de una cancha o simplemente, algunos zagaletones matraqueros inventan una recolecta de dinero para rumbear.

Y, no se te ocurra estacionar en cualquier parte de la ciudad porque sí no pagas te rayan el carro; muchas veces no te dejan estacionar porque alguien privilegiado privatiza el espacio y paga para que le guarden el puesto.

¡Eso no debe seguir, hay que pararlo de una buena vez y sin que nadie trate de sacarle beneficios políticos! Exhorto a todos los factores que hacen vida en la Asamblea Popular-AN-a ponerse de acuerdo y legislar seriamente al respecto.

Pienso que inclusive debe impartirse como materia en la escuela primaria, el conocimiento y el respeto a las leyes del tránsito que ni siquiera los propios fiscales de tránsito respetan.

No es posible que a la vera de un semáforo se instale un camión a vender verdura ni que un auto que se accidente, sea reparado en plena vía en vez de ser remolcado a un taller, o que sí hay un funeral, las calles sean tomadas sin consideración ocasionando largas colas de automóviles que consumen litros y litros y litros de petróleo. Y, con la vista gorda de los meros fiscales aunque algunos, lo hacen con la vista flaca por alguna “razón”.

Tampoco es debido que la gente tranque la vía porque se fue la luz o el agua, puesto que hay otras maneras de protestar y hacerse sentir, más eficaces.

Una persona que pase todo el día tragando humo en una cola, para vender “tuti” tiene que enfermarse; es por lo que pienso que esas personas deben ser organizadas para explorar otras maneras de ganarse la vida sin exponer las suyas ni interferir el desarrollo de toda la sociedad.

Dejar que ese malestar siga cogiendo cuerpo es dejar crecer la especie de que el Estado no garantiza la libre circulación y que mafias de desocupados se reparten los espacios de las calles  para cobrar peajes e intimidar a la ciudadanía porque alcaldes y gobernadores de todo el país no son capaces de ponerse de acuerdo y acabar con ese mal.

Pero, lo más patético que he visto en mitad de ambos canales y en los que los autos marchan a 80 Km / h, son sillas de ruedas en las que compatriotas mutilados son expuestos a la muerte y eso ya es el colmo.

Así  como a una persona se le presenta una obstrucción en sus vasos sanguíneos y perece, igual le sucede a una sociedad cuyas vías de comunicación se trancan, va derecho al colapso.

Esas calles anarquizadas no son vías sino viacrucis. De apariencia inofensiva, el cobro de peajes en las calles de Venezuela, aunado a otros males tales como la matraca inmobiliaria, el acaparamiento de bienes de consumo básico, la obstrucción de aceras, la venta de pornografía y ahora la toma de semáforos por muchachos que echan candela por la boca, puede crecer como un cáncer que haga colapsar la democracia. No se trata de ir en contra del derecho ajeno a trabajar  sino de hacerlo sin que se desafíe el ordenamiento jurídico nacional y, al efecto, una exigencia a que los desocupados se organicen para explorar alternativas de trabajo productivas y más dignas y en las cuales la salud del trabajador no corra peligro innecesario.

Las calles son de todos pero no para interrumpirlas sino para transitarlas mediante leyes, ese es un principio que debemos tener en claro, sí  ese principio se vulnera, vamos a entrar en conflictos, unos con otros y de ahí al caos no hay más que un pasito.

Cada vez que un auto se detiene en una cola, el consumo de gasolina se multiplica y con ello se vulnera el recurso que bien administrado, ha de servir para solucionar necesidades de la comunidad. Multiplique usted ese gasto de energía por miles de autos, comprobará la magnitud del escalofriante despilfarro de gasolina cada vez que hay una guarimba. Hay que evitar seguir enfrascados en ese círculo vicioso.

En particular, la permanencia de los niños en tareas de calle, al servicio de zánganos, es sumamente preocupante.

oceanoatlanticoguillermo@gmail.com 


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Guillermo Guzman


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