El “servicio” (o “sevicia”) médico del IPASME

Desde hace muchos años a los educadores del sector público se nos afilió de golpe y porrazo al servicio médico del IPASME. Sin consultarnos, sin informarnos, sin derecho a pataleo, cada mes se nos descontaba la obligada cuota. ¡¿Cuánto hemos cancelado los que ya fuimos jubilados?! Una nota periodística del diario “Clarín”, con fecha del jueves 24 de mayo de 1962 nos informa que “se depende de las citas previas, de las tardanzas irregulares de los médicos, de las diferentes revisiones de donde se habrá de asignar al especialista, de las esperas impotentes, irritables delante de los consultorios prescritos” NADA HA CAMBIADO.

Nos humillan flagrantemente, a pesar de que cancelamos queramos o no, solo podemos pedir consulta para el afiliado y un beneficiario. Nada más. Si hay otro tendrá que ir otro día, la otra semana. Le hacen sentir a uno como un pordiosero, uno que debe agradecerles a estos empleados (que nosotros pagamos) la dicha de que nos dirijan la palabra, a nosotros simples insectos.

Las citas son asignadas con semanas, casi meses. Cuando te sientas en la antesala de los pequeños Olimpos, tendrás que esperar una o dos horas. Te llamará la atención que a pesar de que en la cartelera se te informa que el excelso “doctor” (o “doctora”) Don (Doñísima) Fulano(a) de Talísimo atenderá, digamos de 1 pm a 6 pm sólo verás a cuatro o máximo cinco simples mortales aguardando ser vistos por los ungidos por la palomita del espíritu santo. No más. Lo tradicional es que después de dos, tres horas, te espeten:

“El doctor (o doctora) no viene por que está en una Jornada”. No aclaran si fue que la tuvo, ni de qué es la tal Jornada, ni en dónde, ni cuando volverá. Ellos en la Jornada, nosotros en la Jodada, por que perdimos la cita de ese día. Si es que los dioses del Olimpo han puesto la vista sobre nosotros, despreciables mortales, nos harán pasar, nos requerirán sobre los “síntomas” y cuando comenzamos a hablar nos paran y nos dicen “el importante” (¡) Nos ven de arriba abajo y nos ordenan ¡hágase estos exámenes y vuelva! Vuelta a madrugar a hacer otra cola y a rogar quién sabe a quién que estemos dentro del grupo privilegiado para ese día. Peeroo, leerán los exámenes y te dirán “ese reactivo no lo tenemos”, “hágase la resonancia, (el eco, el electro), en una clínica por ahí”. Pasará el tiempo y al fin inclinaremos nuestra cerviz solicitando otra cita para presentarle los resultados al designado por los dioses, quien paseará sus prístinos ojos por los mismos y con un toque de deidad garabateará un papel y te dirá ¡Que pase el siguiente!. Cuatro o cinco personas pasan a estos denominados “consultorios” y a pesar de que el cartel de horario dice que el(la) eminentísimo(a) galeno(a) estará hasta las 3:30 o 4:00 pm, salen despavoridos(as) al estacionamiento y si usted les hace observar que faltan pacientes por ver le dirán “si quieres demándame”. Personas de la tercera edad, niños, niñas, adolescentes, embarazadas, retornarán a sus casas cabizbajos. Debieran colocar un cartel a la entrada de estos locales con una frase tomada de la Divina Comedia de Dante: “VOSOTROS, LOS QUE ENTRAIS, ABANDONAD TODA ESPERANZA”.

Reaccionemos, denunciemos, agrupémonos, pongamos en práctica la contraloría social, acudamos a la prensa, a la radio

 cguedez@udo.edu.ve



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Cruz Manuel Guédez


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