¿Dónde estaríamos los pobres hombres si no existiera la tierra fiel? ¿Qué tendríamos si no tuviéramos esta belleza y bondad?
R. Walser
Este título que pudiera ser calificado peyorativamente de apocalíptico por cualquier positivista, corresponde a uno de los últimos libros del gran escritor argentino, Ernesto Sábato. Pocos intelectuales del mundo como él han hecho una crítica tan sistemática, bien pensada y demoledora en contra de esos dos grandes enemigos de la supervivencia del hombre sobre el planeta: el capitalismo y el desarrollismo industrial.
Analizar de una forma simplista y reduccionista la terrible tragedia que está sufriendo actualmente el pueblo Japonés sería poner en evidencia una inmensa ignorancia. No cabe duda de que esa catástrofe que ha dejado ciudades desoladas, más de 10 mil muertos y millones de víctimas, no debe ser observada ingenuamente como un evento más de la naturaleza, sino como un fenómeno complejo, que tiene distintas causas y quizás la más importante, sin lugar a dudas, es la desmesurada explotación que desde hace siglos está sufriendo el medio ambiente.
Ernesto Sábato, quien en un repentino despertar decidió abandonar la física cuántica por la literatura, está dedicado desde hace décadas a reflexionar en torno a la necesidad de que esta humanidad deje a un lado el pensamiento lógico y futurista de la Modernidad por una concepción de vida más amplia, más humanista y espiritual en equilibrio con la naturaleza
No es un cuento el llamado desesperado que desde años hace Sábato de cambiar el estilo de vida consumista que nos hace rehenes de nuestra propia autodestrucción. Si el hombre quisiera sobrevivir tendría necesariamente que cambiar porque la tragedia de Japón no es más que una “tímida” respuesta por la destrucción de la capa de ozono, el calentamiento de la atmósfera, el agotamiento irreversible y progresivo de la variedad genética, y otras consecuencias de nuestra transgresión prometeica.
Dice Sábato que “la técnica y la razón fueron los medios que los positivistas postularon como teas que iluminarían nuestro camino hacia el Progreso. ¡Vaya luz que nos trajeron! El fin de siglo nos sorprende a oscuras, y la evanescente claridad que aún nos queda, parece indicar que estamos rodeados de sombras. Náufrago en las tinieblas, el hombre avanza hacia el próximo milenio con la incertidumbre de quien avizora un abismo”.
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