No hay peor ciego...

Esta mañana escuchaba las noticias y poco a poco, comencé a imaginar cómo sería el mundo (y sus noticias) si no pudiéramos ver…

Si. Me imaginé un mundo donde todas y todos carecíamos del sentido de la vista, por naturaleza y no por castigo o mal designio alguno. Y cómo era ese mundo?

Era un mundo sin fronteras en el que todas y todos iban y venían sin mayores limitaciones que sus propias necesidades y potencialidades, sin reparar en el color de piel o en el tipo de ropa o zapatos que usaban, pues esas pequeñeces eran irrelevantes.

En ese mundo, estaban permitidos (y eran muy necesarios) los contactos, los abrazos y las relaciones cercanas. Había un verdadero interés en la otra persona, en sus necesidades y aspiraciones. Cuando surgía el amor, se basaba en una comunión de intereses, en el profundo conocimiento del alma del otro ser.

Por supuesto, en ese mundo de ciegos y ciegas, no hacía falta luz eléctrica para alumbrar o deslumbrar. Los artefactos que se usaban tenían formas sencillas, muy utilitarias, sin rebusques ni diseño estrafalarios. El color, forma, “marca”, etc., no eran atributos indispensables. Solo se fabricaba, las más de las veces de forma muy artesanal, lo que era vitalmente necesario.

La gente era feliz escuchándose y escuchando a la naturaleza. Esa que siempre estuvo allí, pero que nadie había detallado y comenzó a ser consciente de sus cambios, de sus dolores, de sus fragancias, de sus sonidos, de sus texturas…de su grandeza! Y vivía en armonía con ella, porque era parte de ella. Y era capaz de convivir y decidir en colectivo, sin aspirar tener la razón absoluta, porque esta no tenía sentido. Cada individuo tenía una parte del todo y era un todo en sí mismo.

Ciertamente, tuvieron que desarrollar muy bien los sentidos del olfato, del tacto, del oído, del gusto…del amor…porque habían estado en peligro de perderse. Y no hacía falta maquillaje, ni peinados, ni estar a la moda, ni ocultar el rostro y el cuerpo con pesados ropajes…porque eran conceptos sin ninguna significación.

Y lo más importante: como la gente se entendía desde sus espíritus, desde sus verdaderas necesidades y se trataba con sumo afecto, entonces las guerras, la industria armamentista, las televisoras, las disputas por recursos, el comercio y sus mercados, la usura, la banca, la competencia, los centros comerciales, los vehículos, los daños colaterales, las invasiones, la colonización, las fábricas, la propiedad, el Estado, las religiones, y tantas otras cosas, pasaron a ser obsoletos conceptos sin sentido. Y la naturaleza no conocía de contaminación, depredación, explotación de recursos, extinción de especies…

Volví a poner los pies en nuestra realidad. Y caí en cuenta que nos han manipulado, porque sufrimos de ceguera del alma, ceguera condicionada por un sistema que nos impulsa a ver solo aquello que le conviene, a valorar solo aquello que lo sustenta y a defender incluso a aquello que nos esclaviza. ¡No hay peor ciego, que el que no quiere ver! Estamos rodeados de tanta belleza, de tantas oportunidades, de tanto amor y, sin embargo, solo vemos la belleza artificial que nos venden, detectamos las oportunidades para imponernos a los demás, sin importar los medios (en el amor y la guerra, todo se vale) y practicamos el amor a la superficialidad, al dinero y la ventaja…

No es que necesitemos ser ciegos para valorar lo que tenemos…es que requerimos dejar de serlo! Sólo así, con plena consciencia de nuestra existencia y de nuestro mundo, seremos capaces de trascender a la aparente omnipresencia del Capital en nuestras vidas. Le quitaremos poder en la medida que seamos capaces de ver…


(*) Frente de Izquierda Revolucionaria Alberto Müller Rojas

nymphamar2@yahoo.com.mx


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Ninfa Monasterios Guevara (*)


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