¡Imponente!, ¡Magistral! ¡Impresionante! Eso es lo menos que se puede decir de la gigantesca marcha del miércoles 13 de abril, que desde la Plaza Venezuela salió, teñida del rojo libertario y rebelde, a conmemorar el 9° aniversario de la victoria popular sobre el golpismo fascista y la traición que el aciago 11 de abril de 2002 lanzaron el zarpazo artero contra la revolución popular y bolivariana.
Pero este 13 de abril tuvo particulares características que es bueno resaltar por su importancia política. Debemos destacar el hecho que ese día fue declarado como día de la Milicia Nacional y a tono con eso desfilaron 300 batallones armados con fusiles FN30, un mar de verde olivo, hombres y mujeres de nuestro pueblo de todas las edades, en disposición de combate, decididos y decididas, firmes, dispuesta esa multitud armada a defender la revolución bolivariana.
La presencia de esos 300 batallones armados significó una prueba de fuerza política de la revolución que mostró al imperialismo, a la oligarburguesía, a la contrarrevolución derechista y fascista, uno de sus músculos más poderosos.
Junto a la masa armada de milicianos y milicianas iba el pueblo civil, ese mismo que aquel 11 de abril de 2002, desde Miraflores y en sus alrededores dio la fiera batalla a la jauría contrarrevolucionaria que intentó, manipulando una inmensa masa de compatriotas o confundidos o disociados por la venenosa televisión pro imperialista, cubiles como Globovisión, Venevisión, Televén, que dirigieron el golpe. Aquella clase media derechizada que fue conducida al matadero, a que los francotiradores salvadoreños, colombianos, venezolanos contratados por los golpistas escogieran al azar, cual ruleta rusa, a cualquier marchista opositor o bolivariano para asesinarlo como en efecto ocurrió en los alrededores de Miraflores y endosarle esos asesinatos a Chávez, como parte de la estrategia golpista.
Ese día, la reacción, las empresas privadas patrocinadoras, pagaron un aviso en el pasquín derechista El Nazional, que salió como titular de primera página, en una edición extraordinaria, que decía: “La batalla final será en Miraflores”. Y tenían razón, la batalla final se dio en Miraflores –entendiendo como todo el entorno, es decir, la avenida Baralt hasta la avenidad Universidad, Puente Llaguno, El Calvario, el viaducto de Pagüita, el comienzo de la avenida Urdaneta, la esquina Carmelitas, es decir, unas seis manzanas del casco central de la ciudad capital– sólo que en sentido inverso, si no que lo digan los hechos de aquellos días –que ya forman parte de la historia contemporánea– donde el victorioso golpe de Estado duró tan solo 47 horas en los que se derrumbó cual castillo de naipes.
Pudiera conceptualizarse aquel terrible enfrentamiento entre el pueblo bolivariano y la contrarrevolución armada, no como una escaramuza sino como una importante batalla política y militar que duró casi un día, hasta la salida temporal del presidente Hugo Chávez, y que cerró, dos días después, el 13 de abril, con la toma nuevamente por el pueblo, de Miraflores adonde llegaría el rescatado líder de la revolución. Es decir, en Miraflores como símbolo del poder en Venezuela, se escenificó la batalla final por el poder.
Nueve años atrás era impensable el surgimiento de unas milicias populares, tuvo que darse en Miraflores aquella tremenda confrontación política y si se quiere militar –así pudiera conceptualizarse el enfrentamiento armado entre un reducido grupo de compatriotas desde Puente Llaguno a las brigadas de la Policía Metropolitana y las policías de Baruta, Chacao, estado Miranda y grupos paramilitares que dirigía Pérez Recao, los de Bandera Roja y AD– para que surgieran esas milicias populares –complemento de la FANB–.
Ya señalé, en mi trabajo anterior, que la salida inicial al aire, por Venevisión, del manipulado video donde aparecían los héroes de Puente Llaguno disparándole a la PM, esa fue, dentro de nuestro análisis de aquellos sucesos, inicialmente una clave militar que desde la televisora se hacía y que indicaba la escasa resistencia militar del chavismo y una indicación para que avanzaran a fuego cerrado las huestes paramilitares, pero a éstas les faltó valor para avanzar. Allí, en esa parte de la periferia de Miraflores, en Puente Llaguno, se cayó la parte más importante del golpe, el asalto a Miraflores, el asesinato del presidente y en ese momento no pudieron dar la batalla final, esa batalla la perdió la derecha.
Otros hechos deben señalarse de la gigantesca marcha de ese día. La tenacidad y voluntad de todos los que en ella participamos de llegar hasta Miraflores para escuchar las palabras orientadoras del líder de la revolución, comandante Chávez. Un verdadero diluvio de agua, una mandilata de aguacero cayó durante horas, las que precisamente duró la marcha. ¿Qué significó que la inmensa masa de marchistas se mantuviera caminando el largo trayecto pese a la pertinaz lluvia que no cejó de caer? Que no habrá adversidad que detenga la voluntad de la mayoría del pueblo venezolano en la defensa de su revolución. Fue, igualmente, un mensaje para la derecha subversiva y conspiradora, a la oligarburguesía y a sus amos imperialistas, un aviso de cómo este pueblo –ahora sí, armado y organizado– va a defender sus conquistas sociales y políticas.
La marcha del 13 de abril de este año 2011 hay que contextualizarla en el momento político que vive el país para medir su impacto en los adversarios, es decir, un año pre electoral, un año en el que la derecha ha intentado hacerse sentir con escaramuzas como las intrascendentes huelguitas de hambre, las manipulaciones en algunos refugios para manipular a los refugiados y lanzarlos a la calle a “exigir” sus viviendas, de antemano garantizadas por el gobierno. La manipulación de los presos comunes y estimularlos a acciones violentas en algunos recintos penitenciarios. La agitación en las zonas obreras de Ciudad Guayana. Todas escaramuzas que no levantan vuelo político de mayores proporciones por su debilidad intrínseca. El músculo de la derecha sigue siendo, esencialmente, mediático con el desgaste que éste ha tenido pues su perversión no cala en el pueblo, su burda manipulación anti gubernamental se enfrenta con una muralla de conciencia y de dignidad. A la guerra mediática imperial hay que seguirle oponiendo la guerra popular comunicacional.
La marcha bolivariana cívico/militar fue no sólo una demostración de fuerza, fue un aviso para que no se vayan a equivocar.
(humbertocaracola@gmail.com)
(Movimiento Social de Medios Alternativos y Comunitarios)
(Revista alternativa Caracola)