Camaradas, cordiales
saludos en estos tiempos difíciles para la revolución nuestra. Nada papaya
el reto del 2012 para consolidar un sueño que se está haciendo lentamente
realidad.
Eso de que Chávez es
un eterno ganador no puede ocultarnos la necesidad, urgente e imperiosa
necesidad, de ajustar directrices y realizar controles, en especial,
muy especialmente, en aquellos desbocados gobiernos regionales y locales
que por toda nuestra geografía andan construyendo el antisocialismo.
Esta es una enorme tarea
que, para variar, le tocará enfrentar el Presidente Chávez. Solamente
él tiene la capacidad, el poder de poner en su sitio a los traidores,
o si es muy duro el término, a los farsantes, y si también es duro,
entonces diremos a aquellos que no supieron gobernar junto a un Líder.
Por sus estupideces y
ambiciones personales, crematísticas las más, perdieron la oportunidad
de ser recordados por muchos años. Que la historia los premiara con
una magnífica ubicación y descripción y, por el contrario, sus personalidades
y sus gobiernos no pasarán por más de un párrafo.
Ahora a lo de los carros.
Hemos apreciado cómo ese gran invento capitalista se fue convirtiendo
en el eje de crecimiento de las poblaciones, de las ciudades.
El individualismo, así
expresado, superó a los transportes masivos.
Fíjense, camaradas,
que gran cantidad de espacio dinero, muchísimo dinero, ha sido y es
necesario para afrontar el desbordamiento de vehículos, carros en mayor
cuantía, con la construcción de distribuidores de tránsito, muy costosos,
en las ciudades que se precian de grandes.
Sí, porque lo grande
de las ciudades, tristemente se mide por el despelote del tránsito,
que no es más que el crecimiento anárquico urbano por cualquier motivo,
generalmente económico, que conlleva al éxito, mal entendido, de poseer
un automóvil.
La nota es tener un carro
propio. Si bonito y bueno, mejor. Si nuevo y caro, súper. Tenerlo aunque
vivamos en un apartamentico, un rancho. O en alquiler de un cuarto.
Lo importante es aparecer importante con un instrumento de medición
del éxito, repito, impuesto por las sociedades de consumo.
Si supieran el daño
que ha causado, por el contrario a lo que todos piensan, el hecho de
que cada venezolana, cada venezolano, apenas despunta la adolescencia
lo que quiere es un carro. Andar lleno de estatus.
El que desea trabajar,
el que comienza a trabajar inicia un tortuoso proceso de ver cómo hace
para adquirir un carrito.
Cuando aparecieron “los
chavitos”, más baratos, todo el mundo que podía, a esos niveles,
claro, vio la posibilidad de poseer un carro a bajo precio. Ah, pero
ahí el engaño, los zuloagueños de siempre presentaron al gobierno
una oferta de vehículos pequeños a los que sólo descontaban el valor
del IVA, que dejaba de percibirlo el estado.
Chávez, el gobierno,
financiándolos. ¡Qué tal! Y, además, les aplicaban la obligatoriedad
de comprar accesorios, como el aire acondicionado (necesidad en esta
época), y rines, y alfombras, y… uff¡ qué vainas, ¿ah?
Ahora, con los vehículos
ensamblados en Venezuela con la hermana República de Irán, los precios
aquellos de asombro se transforman en los de costos reales y de mercado,
aunque más baratos. Pero hablamos de varios muchos millones, para que
lo entendamos mejor que con los bolívares fuertes.
Luego, quien los esté
cómodamente pagando, se enfrentará, igual que todos nosotros, con
los costos de mantenimiento, (cauchos, baterías, aire acondicionado,
y todo ese vainero que nos toca (tripoides, dirección, cloche) más,
en la medida en que envejezcan. Los carros, me refiero.
La necesidad de tener
un automóvil para desplazarnos, para sacar a la novia (para besarla
adentro, del carro), para pasear a la familia, para formar tremendas
colas formadoras de neurasténicos (as) para ir y regresar del trabajo,
es producto de no contar con eficientes sistemas de transporte masivo.
Sabemos que lo de los
sistemas de ferrocarriles, su atraso de un siglo, se debió a los convenios
con USA (tratados de libre comercio de antes) que hasta nos impidió
desarrollar ese maravilloso medio de transporte (pasajeros, alimentos,
mercancías de todo tipo, abaratándolas) con los japoneses en la época
de Pérez Jiménez, con un convenio de llenar al país de vías férreas
con la explotación del servicio por 20 años.
Imaginen como habríamos
adelantado en ese cubrir largas distancias, desarrollando a toda Venezuela
de punta a punta, y quedarnos con tremenda tecnología transferida desde
1975, aproximadamente. Y todo lo demás que pudo traer la influencia
japonesa, más que el envenenamiento gringoide.
Bueno, señor presidente,
necesitamos en cada capital de estado, en cada ciudad en crecimiento,
que se doten de tremendos sistemas de transporte. No importa que sean
autobuses, pero grandes, cómodos y con aire acondicionado (donde sea
necesario) y no esa invasión de camioneticas y viejos autobuses donde,
con un calorón y un apretujamiento, se desplazan nuestro coterráneas,
a veces colgados de las puertas, perdiendo el glamour mujeres y hombres
sudorosos.
Recientemente participé
en un proyecto habitacional importante y planteé un desarrollo
armónico, pero al implantarlo, con el esquema cuartarrepublicano, eliminaron
espacios de edificaciones porque había que ocuparlos con un puesto
de estacionamiento para cada apartamento.
Son nuevas construcciones
para mudar familias que viven en un espacio, por llamarlo así, encerrados
por los cuatro lados y el techo con planchas de zinc. Antihumano como
sobran en las llamadas invasiones. Dije que esos compatriotas no necesitaban
un puesto de estacionamiento si de vainas tendrían para subsistir y
me quisieron echar en cara –son arquitectos escuálidos que con suerte
los contrata el estado- que cómo les iba a quitar la futura ilusión
u oportunidad de poseer un carro.
Tuve que explicarles
que ese no es un concepto socialista de transporte, más cuando se considera
necesario que sean proyectos endógenos que implica la seguridad de
trabajar en sus mismos sectores. Pocos desplazamientos. Y que para esos
transportes a otras poblaciones se contaría con cooperativas responsables
de su mantenimiento de buenas y cómodas unidades autobuseras y más
adelante interconectadas con trenes o metros superficiales, subterráneos
o los llamados aéreos.
Hasta para las vacaciones
o fines de semana. Para la playa en unidades populares bonitas que permitan
llevar cavas, etc.
edopasev@hotmail.com