Hay una maldad implícita en la riqueza; cuando vemos niños de la calle, indigentes, borrachos echados sobre cartones en los lugares más esplendorosos de la ciudad (frente a descomunales entidades financieras), miseria en los barrios, niñas embarazadas con otros pequeños a cuesta como penas ambulantes; uno sabe que toda esa gente está pagando por los que poseen bienes de fortuna, capital en exceso y también por todos aquellos como nosotros que tenemos un sueldo y nada nos hace falta.
No se es rico sin causar un gran mal a la sociedad, y el que mucho posee le está quitando, digo, capacidad de vida a otros muchos seres que apenas se llevan un bocado al día.
El rico les arranca ese bocado.
Todo el excedente de lo que el rico bota, echa al cesto, a la basura podría mitigar en gran parte el dolor y la miseria humana. Pero el rico es un ser que ha perdido la sensibilidad; al rico nada de eso le importa.
La expresión “ser rico es malo” levantó una gran polémica en los medios poderosos. Fue recibido como un insulto a la inteligencia del capital. Hay incluso quienes se persignan cuando escuchan esa sentencia.
A mí me parece de lo más genial que el presidente Chávez ha dicho en todos sus discursos.
Fue no obstante tomada a chanza por otros, se esparció por las redes sociales como algo insólito y monstruoso, y de inmediato se generó la especulación de que el presidente Chávez no tenía derecho a decir tal frase por cuanto él vivía en Jauja y nada le hacía falta, y que por eso se permitía lanzar una ofensa que hería sobre todo a la clase media que al fin y al cabo lo que busca cada día es tener más de lo que tiene. Pero no es posible decir tal frase sin conocer a fondo lo que es la pobreza, sin vivirla y sin practicarla.
En cuanto el Presidente Chávez planteó esta sentencia demoledora, de inmediato pensamos en León Bloy, el genio del pensamiento católico europeo, quien escribió obras como El Mendigo Ingrato, La Sangre del Pobre, La Mujer Pobre, El Desesperado y La Puerta de los Humildes.
Ningún presidente venezolano, a excepción del Libertador, se había atrevido a verdades tan crudas, y aún tan desafiantes para los dueños del mundo y los burgueses que han colocado como ideal de vida el ser rico, el “vivir bien”, el practicar el más empedernido consumismo, en buscar sobre todas las cosas en la vida mucho capital y vivir en medio del despilfarro y el derroche, sin importarle en nada el prójimo.
En febrero de 2009, todavía los medios no salían de su desconcierto y en una entrevista concedida por Chávez al canal Venevisión salió a relucir la pregunta: ¿Cómo queda ese sector al que usted llama burgués, cómo queda el rico? ¿Usted sigue pensando que ser rico es malo?
El comandante respondió: "Cristo lo dijo: más fácil será que un camello entre por el ojo de una aguja a que un rico entre al reino de los cielos. Yo no he dicho que ser rico es malo, estoy tomando una frase de mi señor, de mi Cristo en el que creo. Ojalá los ricos de Venezuela se pongan la mano en el corazón, ojalá se den cuenta de que es imposible vivir con tanta riqueza rodeados de pobreza, esa fue la causa del Caracazo. Los ricos de Venezuela, ustedes señores de la burguesía, ¿por qué alguien se va a sentir ofendido si se le llama burgués? es una categoría histórica, social y económica."
Pero en todo caso su expresión descarnada, más allá de la política, nos parece perfecta, cristiana, objetiva y profundamente humana.
Hoy en la Iglesia, entre los religiosos, entre muchos que se llaman humanistas e incluso ecologistas, dificultamos que alguien sostenga esa frase “ser rico es malo”.
La expresión de Chávez fue incluso una bomba entre muchos de los que se autodefinen como “chavistas”, “cristianos”, “comunistas” o “socialistas”.
Algunos torcieron la sentencia y la plantearon como si Chávez hubiese dicho que ser pobre es bueno.
Ahora bien, la pobreza entendida como el que tiene sólo lo necesario para vivir, no es mala. Es más aún, suele ser dulce y serena. Cuando ya traspasamos del poseer lo necesario vital para la existencia, para lanzarnos a acumular bienes y trastos, y queremos tener más que el vecino, cae sobre uno el demonio de la envidia, las angustias, los recelos el egoísmo, la hipocresía, en una palabra: la maldad más enfermiza, es porque entonces ha triunfado sobre nosotros la firme vileza del capital.
Podríamos decir que el capital es la madre de la miseria y de la riqueza.
Cuando al pobre ya se le quita lo esencial para la existencia digna: la posibilidad del cuido de su salud, de su alimentación y educación, esto llega precisamente porque alguien se lo quita, porque alguien está engrosando sus bienes y su fortuna.
El planteamiento del presidente hay que verlo así: por cada nuevo rico se engendran miles de miserables. El crecimiento del número de ricos es directamente proporcional al crecimiento de la miseria. Por eso en los países capitalista el desarrollo económico va en proporción directa a la expansión de la miseria porque se trabaja en un sistema cerrado en el cual, el que más gana lo obtiene siempre a expensas del que menos tiene. Por eso dice Bloy, que es necesario que un niñito sea torturado por el hambre, en una pieza helada, para que una linda jovencita cristiana no se vea privada de las delicias de una buena mesa junto al fuego.
Cada niña que se hace la nariz por pura coquetería le quita cien almuerzos a una familia pobre; cada hembra que engrosa sus pechos o abulta sus nalgas para verse mejor le despoja al pobre de la posibilidad de ser atendido con decencia en un hospital.
Esto es una ecuación sencilla, y el que no lo entiende es realmente tapado(a).
jsantroz@gmail.com