Moriremos atascados de felicidad

Primero fue la boda del siglo en Inglaterra y, pocos días después se realizó la beatificación de Juan Pablo II desde Roma, los que nos dio pocos días de respiro de aceleración del pulso cardíaco de tragarnos con paciencia la paralización de media humanidad sin hambre ni miseria en esas horas benditas de satisfacción oportuna y, nos colmó de emoción recreativa de aguantar la efervescencia de tales actos que fueron celebrados por más de unos tres mil millones de mirones sin ser invitados a los mismos, pero, por lo que se ve y se siente en esa hermandad de pacientes, estamos seguros que ahora si podemos morir en paz sin rogarle a dios: algo más que nos consuele el espíritu, si ya estamos colmados de satisfacción avasallante y ¿quién no en su sano juicio?

Esos momentos serán inolvidables dentro de la Historia Universal y debe ser de tal importancia su magnificencia que por años no habrá más que hablar que no tome en cuenta la boda real y la beatificación del papa muerto, mientras, el mundo arde y se consume agónicamente en un hervidero de males mayores provocados por potencias imperiales y naciones en su apogeo ascendiente asfixiando a otras y asesinando a ciudadanos indefensos con sus bombas, invasiones, intervenciones, aviones teledirigidos matando gente a mansalva, oprobios a cualquier hora del día y de la noche, pueblos atrapados de injusticias sociales, atracos a otros estados, drogas y drogadicción, degeneración acelerada de inmoralidad, Guantánamo atestado de locos como reos sin juicios, piratas, los papeles del imperio yanqui al descubierto, juicios amañados, terrorista bajo la lupa de los gringos, los destrozos de Irak y ahora de Libia y ¿Obama como premio noble de la paz? Aspirando y encaramado en el Monte del Olvido, soñando.

El que no comulgó de alegría infinita con esas dos manifestaciones de prepotencia nada habitual, es un ser sin alma, un inválido inmoral perdido en el espacio de sus ruindades que, ha desafiado las leyes del tumulto convencional y ha de consumirse de piquiña inhumana, desvalido de toda comprensión de acercamiento en que los poderosos se juntan de alborozo y lanzan al mundo sus caprichos histriónicos de dinastía en unos y en otros de dogmas católicos que los pobres deben resguardar con su presencia visual conforme a la tolerancia de ellos que nos tienen como sus vasallos indirectos o fanáticos de la iglesia apostólica romana.

Lo cierto es que todos los continentes del mundo en pocos días estuvieron en el cielo de la felicidad y bajaron apretujados de una sensación abismal de derroche caprichoso que los consumió de pretensiones prohibidas que escapan a su entender e hilaron ideas de egoísmo prematuro a ver si dios algún día los consuela con la bondad de su paciencia y se los lleva por el camino de la rectitud dentro de la igualdad social y no sean tan humillados de valores desconocidos y fuera de su alcance.

Más de un mortal engatillado de somnoliento quiso ser el príncipe Guillermo de mil maneras y pasearse a sus anchas por los caminos de la indisplicencia: osó acercar los mares de sus días con las noches de su inocencia y otras se sintieron colmadas de majestuosidad y taparon su cara mediante un velo de comunicación de aspirante plebeya memorial, en la abadía de sus desastres que las convirtió por momentos en una hidra mitológica en reposo y lloraron a la par del rito ceremonial secuencial de altibajos y como en la viña del señor hay de todo, muchos –entre ellos los curas- se enjaularon de regocijo y manosearon mentalmente el palio de su incorporación como papas de un lejano devenir en que esperan llegar al cielo y regresar de santos.

Tres mil millones de ociosos en su conjunto estuvo patasparriba en dos actos protocolares sin descanso y la virginidad de los mismos es digno de un aleluya sin fin y la paz mientras, se pudre de amarguras y, ellos bien rellenos de dignificación sin límites, en donde el reinado de Inglaterra acaparó fanáticos y, por el contrario la iglesia romana se llenó de feligreses de fe ciega. Y ambos testimonios en dos países de Europa.

Por ambos eventos, políticamente la MUD se partió en dos y dejó de un lado sus caprichos imperiales.

Moriremos de alguna manera, pero lo cierto es que, ahora somos más ilusos conformes y moriremos confabulados de felicidad por donde se nos mire.


estebanrr2008@hotmail.com



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Esteban Rojas


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