He escrito bastante sobre el tema, analizando sus distintos aspectos, señalando los graves errores cometidos desde siempre en su abordaje y efectuando proposiciones viables, pues se trata de mejorar el ambiente donde vivimos, en especial el de automovilistas y motorizados, quienes tienen que soportar un tránsito infernal y los peligros de sufrir accidentes serios, con un número de víctimas jóvenes anuales muy elevado en las grandes ciudades. Otro aspecto también preocupante es el de los delitos perpetrados por motorizados. Enfrentar las causas de lo señalado es deber del Estado y, colaborar en ello, trabajo de todo ciudadano.
Fui motorizado por un año, al inicio de mis estudios médicos; viví en carne propia el peligro de andar en moto, y estoy hablando de hace 49 años, cuando el número de vehículos era mucho menor, lo mismo que los kilómetros de avenidas y autopistas. Iván, mi hermano, y yo íbamos en moto a la escuela de Medicina Vargas, en San José, uno de parrillero y el otro conduciendo. Teníamos que eludir la absurda prohibición de entonces de impedir que dos personas viajaran en una moto, la cual buscaba reducir los arrebatones de carteras a las damas, que se ejecutaban desde motos en tránsito por acción del parrillero.
Actualmente, la frecuencia y gravedad de delitos ejecutados por motorizados se ha incrementado enormemente. Tanto que ya hay restricciones a su circulación en diferentes partes del país: La Ciudad Universitaria de Caracas y Monagas y Anzoátegui, para mencionar las más recientes. Otro aspecto es la violación de las normas de tránsito por la mayoría de los motorizados: Transitan sin placas, sin casco, con el casco sin amarrar, por las aceras, a contravía, a altas velocidades; serpentean locamente entre autos en marcha, producen ruido, irrespetan semáforos, demarcaciones y señales de tránsito, y agreden en gavilla a automovilistas en casos de accidentes, casi siempre originados por ellos mismos.
La anterior Asamblea permitió en la legislación respectiva que los motorizados transitaran entre vehículos en marcha, algo prohibido en el mundo civilizado. Hoy, en nuestras autopistas existe un canal rápido para los motorizados, situado entre los canales normales demarcados. Si algún conductor pretende cambiar de canal, debe asegurarse que no viene ningún motorizado a alta velocidad en por lo menos un kilómetro. De lo contrario, sufrirá las secuelas de la vindicta del “gremio”. Será insultado y amenazado y sus retrovisores, antenas de radio y pintura del vehículo serán los objetos de un perverso y malicioso terror.
Debe reformarse la Ley de Tránsito para impedir el tráfico de motos entre vehículos en marcha. Debe terminarse con la inacción de todos los cuerpos policiales ante las conductas viciosas señaladas, las cuales deben penarse hasta con pérdida del permiso de conducir. Debe eliminarse la demagógica política de operativos para enfrentar estos graves problemas.
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