Confieso que siento mucho respeto, en general, por las religiones y, en lo particular, por varios –vivos o muertos- papas, cardenales, obispos, arzobispos y sacerdotes y por nombrar algunos conocidos en Venezuela, señalo entre ellos: Juan XXIII, monseñor Salas, monseñor Bernal (ya fallecidos), monseñor Moronta, monseñor Porras (aun vivos y a pesar que el segundo es un férreo adversario del proceso bolivariano y del comunismo) y, muy especialmente, por los sacerdotes Camilo Torres Restrepo y Manuel Pérez Martínez (ya muertos y con el segundo tuve oportunidad de hablar varias veces por radioteléfono e igualmente escribir sobre su obra y su pesamiento).
Quienes crean que las religiones son apolíticas y sus representantes apolíticos, están terriblemente equivocados. Si Jesucristo, por ejemplo, no fue un político entonces es mentira que Barrabás haya sido un ladrón. Incluso, las religiones se desarrollaron como fruto de sus luchas políticas, y en el caso particular del cristianismo lo hizo contra las pervcersiones y crímenes que cometió el Imperio Romano en gran parte del planeta. La visión de mundo del cristianismo está expuesta, muy claramente, en la obra de Santo Tomás, fundamentando su acción, como lo dice Lefebvre, “… en la política de la iglesia, sometida a la decisión de las autoridades eclesiásticas…”. Pues, creer que la religión no tiene nada de políca es como suponer la existencia del agua exclusivamente con oxígeno sin hidrógeno o, en otras palabras, sería como un comunista negarse a hacer alianza de acción, contra el imperialismo, con los que profesen la teoría de la liberación por lo que ésta contiene de creencia religiosa.
Cierto es que muchos sacerdotes limitan sus conocimientos casi a la exclusiva enseñanza de la filosofía idealista y de la teología y, por ello, no pocos han terminado siendo enemigos acérrimos de la ciencia. No creo que ese sea el caso del Cardenal Urosa Savino. Ponerse a criticar o exigir que el Cardenal Urosa, cualquier vocero o representante de la iglesia o de alguna religión sean completamente apolíticos es, exactamente igual en comparación, como si un marxista le dijera a un cristiano que jamás puede llegar a ser revolucionario acusándolo de no ser político por el hecho de creer en Dios y no en Marx. Todo discurso, toda homilía como toda misa dictada por sacerdotes tienen que ver, de una u otra manera, con realidades del mundo, con necesidades de las personas, con la visión del hombre y de la mujer que posee la religión y eso, en este tiempo, se llama política o sociología como también ideología de clase.
Es, igualmente, cierto que no son pocos los sacerdotes que se ocupan del estudio –incluso- de varias ciencias y, especialmente, de las sociales destacándose, entre ellas, la sociología, la política, la economía y la sicología. Busquen, para comprobar si existen dudas, los discursos, por ejemplo, de los papas a ver si no encuentran parrafos enteros de los mismos dedicados a tópicos de las ciencias antes señaladas aunque sea bajo la sombra de un contenido religioso, filosófico idealista o teológico. Y si no me creen, busquen el diccionario Larousse (que cualquiera lo tiene a la mano) o en internet (aquel que pueda hacerlo) la palabra “Cruzadas”, donde se dice que fueron expediciones militares emprendidas desde el siglo XI hasta el siglo XII por la Europa cristiana, impulsadas por el papado. Y saben los sacerdotes como también los que no lo son, que la guerra es la continuación de la política por otros medios, a saber por la violencia. Y sépase, igualmente, que la Tercera Cruzada, dirigida por Federico Barbarroja de Alemania, Felipe Augusto de Francia y Ricardo Corazón de León de Inglaterra, significó medio milenio de atraso (en hambre e ignorancia) al mundo al haber luchado contra el librecambio.
Pues, simplemente, respetemos las opiniones políticas del Cardenal Urosa, porque hace uso y goce de sus derechos de libertad de expresión, de pensamiento, de culto y de juicio. Pero, al mismo tiempo, el Cardenal Urosa tiene el deber de respetar los derechos de los demás y, especialmente, de quienes no comparten su visión de mundo ni sus opiniones políticas o ideológicas. Es preferible que el Cardenal Urosa, en teoría o en política, critique o se oponga con vehemencia al pensamiento y acción del proceso bolivariano venezolano a que ande llamando, desde el púlpito de la iglesia, a la rebelión de los religiosos contra el ideal al que se opone. Jesucristo llamó a sus seguidores a desenvainar espadas contra el Imperio Romano que colonizaba a su pueblo, lo explotaba y lo oprimía. Por eso el apóstol Pedro estuvo en la cárcel por cortarle una oreja a un soldado romano. Lo difícil de creer es que Jesucristo hubiese llamado a sus seguidores a desenvainar espadas contra el Imperio Romano, si éste hubiera ido a su tierra exclusivamente a liberar a los pobres del despotismo de los ricos aunque, en el fondo, a los pueblos no le agradan .los misioneros con bayonetas, dándole la razón a Robespierre.
Con el respeto que merecen los derechos del Cardenal Urosa y por su propia investidura eclesiástica, incurre –a mi juicio- en un garrafal error de concepción cuando ataca al marxismo y el socialismo acusándolos de ser contrarios a la democracia social y los ubica como despotismo. No tengamos duda que son contrarios a la concepción de mundo o del hombre y la mujer que tiene la iglesia o el cristianismo como, igualmente, de todas las religiones. El marxismo es, profundamente, ateo como doctrina pero en el socialismo no se excluye absolutamente a nadie por su creencia o fe religiosa. Más bien y eso no es mentira: si algún régimen respeta la libertad de cultos, aunque luche contra las religiones, es el socialismo concebido en el marxismo y aplicado con dialéctica bajo el gobierno de los comisarios del pueblo dirigido por el camarada Lenin desde 1917 hasta 1924. Lenin tenía una cocepción de la religión no sólo científica sino profundamente humanitaria. Por ello decía es “… una de las variedades de la opresión espiritual que pesa siempre y en todas partes, sobre las masas populares, abrumadas por un permanente trabajo para otros, por la miseria y por su estado de aislamiento”. De allí que para Lenin, en el socialismo, era vital la satisfacción de las más importantes necesidades materiales y espirituales del pueblo como la mejor forma de combatir las creencias en poderes mágicos o sobrenaturales. Si alguien solicitaba respeto y comprensión para las religiones era, precisamente, el camarada Lenin y, por ello, se opuso a que Yarolavski fuese el encargado, por el partido comunista ruso, de combatir a la religión, porque mucho antes de la palabra camina la acción.
La democracia es siempre de carácter político –desde la concepción de la misma por Aristóteles, pasando por la religiosa hasta Marx- y cada modo de producción de dominación de una clase sobre otra u otras, la primera impone su visión de la democracia que mejor le conviene a sus intereses económicos. No es concebible que la burguesía se haga eco de la democracia que favorezca los intereses de sus explotados y oprimidos afectando los de ella. Eso sería como si un juez permitiera que sea el mismo reo quien decida su propia sentencia por el hecho que se le juzga. En verdad, lo dice el marxismo con tiempo, que buen trecho del socialismo es la aplicación de dictadura proletaria contra la burguesía (que despojada del poder político se resiste a aceptar su nuevo destino) y democracia real –mucho más participativa que representativa- para las clases y estamentos sociales que son los verdaderos beneficiarios de la transformación económicosocial socialista. La dictadura del `roletariado no significa jamás ponerle un bozal en la boca a quienes le adversen. Y en eso, por ejemplo, el camarada Lenin fue profudamente humanitario en su aplicación. Tres hechos lo confirman así: 1.- defendió la tesis de pagar buenos salarios a los profesionales burgueses para que se garantizara el funcionamiento de la técnica en la producción en un país donde los obreros no gozaban de un nivel de dominio técnico para tal fin; 2.- defendió la tesis de que si la burguesía no ejercía violencia contra la revolución, disfrutaba de los derechos de participación política .incluso, en procesos electorales llevando sus propios candidatos si así lo consideraba necesario; y 3.- el Ejército Rojo, bajo el mando del camarada Trotsky, fue posible construirlo porque en su proceso participaron alrededor de diez mil militares (entre oficiales, suboficiales y técnicos) venidos de las filas de las fuerzas armadas que mantuvieron en el poder político y garantizaron –a punta de muerte y represión- los intereses económicos del zarismo y de la burguesía. No se encuentra, ni siquiera por necesidad de defensa de la revolución, algún decreto del gobierno revolucionario, presidido por el camarada Lenin, donde se ordene coerción o negación de los derechos de las personas a disfrutar de las libertades de expresión, de pensamiento, de juicio y de cultos alegando que no se respeta religión alguna por parte del Estado Proletario o Socialista. Lenin fue ta humanístico, pero tan human, que se opuso a que los terroristas que atentaron contra su vida, y eso lo llevara a la muerte, fuesen fusilados.
Precisamente, es el socialismo quien prepara las bases definitivas para la extinción de la democracia política cuando la sociedad asuma, por sí misma y por estar suficientemente capacitada, la administración social de todos sus asuntos socioeconómicos. Quienes crean que la democracia política es eterna, simplemente, niegan las leyes de la dialéctiva y, en especial, la de los cambios cuantitativos en cualitativos. Lo que sí resulta, hasta ahora, una especie de contradicción injustificable es que naciendo y desarrollándose –por ejemplo: el cristianismo- como una religión de liberación de los pobres contra los ricos, existan papas, obispos, arzobispos y sacerdotes que sigan invocando la resignación de los pobres ante el modo de producción burgués que los explota y los oprime sólo prometiendo la felicidad del alma en el Cielo al lado del Señor Dios cuando se sabe, por la misma Biblia, que Jesucristo vivió, pensó, luchó y murió por la liberación de los pobres en contra del régimen de explotación y opresión establecido por los ricos.
En definitiva: si creemos que esta época es, al mismo tiempo como lo dice Fidel, de la gran batalla de y por las ideas, debemos comprender y respetar que siempre será saludable, para ir fortaleciendo la democracia participativa, el choque y la disidencia en el campo de la teoría y, especialmete, de las opiniones para determinar qué se va haciendo de manera correcta y qué de forma incorrecta porque nadie en este mundo, ni siquiera el más dotado de conocimientos o el más sabio de las ciencias está exonerado de errar. Los revolucioarios no sólo aprenden de sus propios errores sino, también, de los errores de sus adversarios como éstos se aprovechan de los desaciertos de aquellos para ganar espacio político. Lo que sí es una regla sine quo non en la política es que el socialismo es inconcebible sin liberar a la persona de trabas u obligaciones vejatorias para que desarrolle su creación espiritual. Que el Cardenal Urosa critique o condene el marxismo y el socialismo por ser antidemocráticos y déspotas es su deber, pero quienes no creemos en esa afirmación, igual, tenemos el deber de refutarlo con argumentos convincentes y no rebuscándonos en palabras o conceptos sueltos del nihilismo que todo lo niega sin fundamento de ninguna naturaleza. Ahora, una revolución está en su pleno deber de actuar con coerción si alguna tendencia política, sea o no religiosa e incluso artística, quiere derrocarla por la vía de la violencia. Lo mismo hace los Estados capitalistas contra los revolucionarios que asumen el método de la violencia para despojarlos del poder político. La salsa que es buena para el pavo también lo es para la pava y con ello nadie debe entender lo que estoy diciendo como un llamado a la violencia.
Sencillamente y con el debido respeto que se merece: el Cardenal Urosa Savino carece de razón cuando señala que el marxismo y el socialismo son contrarios a la democracia y conducen a la sociedad a vivir bajo un despotismo insoportable. Precisamente, contrario a la democracia y actuante de despotismo son el individualismo burgués y el capitalismo que hacen imposible un régimen que sea capaz ni siquiera de alentar el espíritu por la creación de una cultura y un arte universales. Sólo el socialismo se ocupa de un fin tan sublime, tan científico y tan humano que libera al ser social de todos los vestigios de la esclavitud material, y espiritual de clase. Muchos sacerdotes y religiosos saben que eso es así y no de otra manera.