El Gobierno requiere de 110 votos para designar al contralor y, que yo sepa, no los tiene. Esos votos hay que buscarlos en el sector opositor y, el silencio de los miembros de la Mesa sobre el tema, me hace pensar que ya ha habido conversaciones entre algunos de sus integrantes y emisarios gubernamentales. Recordemos que algunos opositores son expertos en pactos y acuerdos. Hasta ahora, sólo el PPT ha señalado la necesidad de proceder a su escogencia y ha pedido que se haga por la vía electoral, descartando supongo cualquier acuerdo entre parlamentarios.
Pienso que, si la vía es la del acuerdo, debe hacerse en forma pública y clara, ya que no se trata de ninguna componenda, para que la gente opine al respecto y cumplamos con la participación y protagonismo debidos. Hay funcionarios gubernamentales que con facilidad serían aceptados por la oposición y que, a la vez, son leales al gobierno. Como contraprestación se le podría pedir al gobierno una modificación de la Ley Orgánica de Procesos Electorales, que restaure la proporcionalidad constitucional y garantice a los votantes una representación acorde con su fuerza electoral, algo que sería aprobado entusiastamente por la mayoría de gente.
La anterior petición no tendría ningún efecto en las elecciones presidenciales, ni de gobernadores y alcaldes, por lo que debería ser aceptada fácilmente. Se podría solicitar, adicionalmente, que se establezca un mecanismo legal preciso y lógico para la modificación de las circunscripciones electorales, de manera de eliminar la discrecionalidad en este sentido del organismo rector electoral, no sólo el actual, sino cualquiera que pudiera venir en el futuro. Las leyes se elaboran para las naciones, no para beneficiar a ninguna parcialidad política.
La caída de la Unión Soviética y el llamado socialismo real, luego de todos los éxitos habidos en esos 70 años, entre ellos la derrota del eje nazi fascista, demostró que no era un proceso consolidado, ni mucho menos eterno e irreversible. En los años siguientes a 1958, algunos pensaron que el bipartidismo adecocopeyano era eterno y no lo fue. Otro tanto creyeron los ingleses en India y los blancos racistas en Suráfrica y se equivocaron. Nunca he entendido por qué pensamos en situaciones eternas si la vida no las niega a cada momento.
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