¿Qué cómo está la vaina? ¡Huawei, camarada, Huawei!

Entreveo que una de las técnicas más eficientes para lograr entender las cosas de la vida, es sacarlas del armario chirriante del misterio.
Las cosas… No la vida; la vida quizás –e insisto en quizás– no tenga sentido.
Las cosas misteriosas, a los únicos que favorecen, son a los manipuladores de la ocultación. Y los manipuladores del misterio en el fondo son los mismos manipuladores del miedo, por lo que el miedo no vendría  a ser sino más que, ¡el arma, acaso más completa! para mangonear a placer a los sufridos seres humanos.

De ahí que a los niños y niñas –los futuros hombres y mujeres de una patria, mire usted– siempre se les inculca miedo a algo con la paradójica intención (por no decir despiadada) de aquietarlos o tenerlos cerca. ¡Craso error! Para colmo, y seguro sin querer queriendo, los padres somos los primeros que hacemos a nuestros hijos manipulables a la larga por el miedo. Y sin querer queriendo, le hacemos un gran favor a la vez a quienes luego, aplicando la psicología social con mala intención, por supuesto, nos disfrutan como timoratos, como borregos… Verbigracia: los padres mismos y la perniciosa publicidad con los políticos profesionales como terríficos beneficiarios de sus efectos operantes sobre la gente.
Porque he leído que en el sur de China, hay un misterioso cíclope tecnológico: Huawei.

¿Huawei? Esta voz pudo en principio para mí atender a lo recargadamente coloquial. ¡Epa, Raúl! ¿Cómo está la vaina, vale? ¡Huawei, camarada, Huawey! (Me suena como al pelo, lo confieso).

Pero resulta que Huawey no es ningún gigantón con un solo ojo.  ¡Noo chiico! Es una joven (con apenas 20 años) de las compañías tecnológicas más grandes e importantes del mundo y emblema hoy del poder de Asia. Sus sistemas de comunicaciones surten, de razón de ser, a más de un tercio de los celulares del mundo y da empleo a 110.000 chinitos con una edad promedio de 29 años… (Incluso más que Microsoft). Pero lo más lujoso de Huawei es que pertenece íntegramente a sus empleados. ¡He ahí entonces el gran misterio en el que la han convertido para el Occidente capitalista!

Pero es que también resulta que la secreta Huawei tuvo que luchar por su posicionamiento en el mercado de los celulares en China, debido a que las órdenes de compra  para las redes urbanas eran, o bien para las empresas estatales chinas, o para las extranjeras. Huawei centró su acción entonces en el mercado rural chino cuyas características eran tan exigentes que, imponían un diseño especializado, y tanto, como a la medida de las necesidades del usuario en una realidad donde corría el suministro de energía variables, las centellas y los rayos, e incluso, el ataque organizado de las intimidantes ratas, por lo que se ganó la fama internacional de solucionadora de problemas. Lo cierto es que Huawei es hoy el segundo proveedor de equipo de telecomunicación móvil a nivel mundial, teniendo sólo, por encima a Ericsson, y sirviendo a 31 de los 50 operadores, por lo que además se pavonea de satisfacer el 55% del mercado mundial de las memorias 3G.

Las ventas de Huawei fueron, en 2010, de US$. 28.000 millones, y planifica para la próxima década una agresiva expansión a 100.000 millones. Y casi el 50% de sus trabajadores se dedica a la investigación y al desarrollo, habiendo solicitado hasta hoy más de 49.000 patentes.  Pero es que además, esa Huawei de los trabajadores, se lleva a su seno los más cremosos ingenieros chinos. Pero es que también China tiene seis millones de graduados. El mayor del mundo. Y cuenta la historia que hay centenares de empresas industriales y demás que ofrecen cargos que van, desde el turismo a las finanzas, pasando por la enseñanza y la minería. Pero también los conflictos entre multinacionales y trabajadores por “comer amargura”, como denominan los chinos la explotación de su trabajo (con suicidios y todo) simbolizan fisuras progresivas de la apertura que liderara Deng Xiao Ping. Y con esta crisis, que estallara en 2008, el Parido Comunista sugirió que China debía ir de un modelo de crecimiento basado, en las exportaciones, a uno de mayor consumo interno que, como resulta lógico, demanda consumidores con mayor poder adquisitivo. Los chinos pues le buscan la vuelta al asunto económico, porque nada es inamovible. Ya las multinacionales han comenzado a decir que, si los chinos siguen así, se van. La multinacional gringa del calzado, Collective Brands, por ejemplo, anunció que se va para Indonesia. Ya se les está acabando la manguanga de los salarios míseros. Pero eso tomará tiempo.
Y para no hacer más largo el cuento, esta Huawei íntegramente propiedad de los trabajadores no podía dejar de tener sus enemigos dentro del mercado internacional. Los gringuitos la acusan,  entonces, de mantener vínculos con los militares chinos, por lo que vetaran democráticamente la compra por parte de ella de dos firmas tecnológicas estadounidenses. Ellos en su descargo dicen que son una empresa privada propiedad de sus trabajadores, que son sus únicos accionistas y que opera comercialmente. Pero bueno, así interpretan los gringos la libertad de comercio y todas sus demás “traslúcidas libertades”… ¿O es que acaso la General Electric no mantiene contactos con el Pentágono, en caso que aquello resultara positivo?

Por cierto que yo desearía poder cambiar, cuando me preguntaran que cómo está la vaina, la expresión ¡Huawei, camarada! por la de: ¡Enlandes camarada.! Y ello a propósito de la empresa socialista Los Andes, que fuera nacionalizada en 2008, precisamente cuando comenzaba esta nueva crisis económica mundial. Los productos de esta empresa son de excelente calidad y a precios razonables. Los conozco porque los disfruto: su leche, sus derivados lácteos (especialmente sus yogures), sus jugos pasteurizados, sus jugos larga duración, su queso pasteurizado y su mantequilla. ¿Por qué esta empresa socialista entonces no pudiera terminar siendo la Huawei de los lácteos en Venezuela, y luego en Sudamérica? No veo ninguna razón, en principio,  por qué no.

canano141@yahoo.com.ar



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Raúl Betancourt López


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