El fenómeno se repite en la región. En Ecuador, Argentina, Bolivia, Uruguay, Paraguay, en países centroamericanos, y, por supuesto, en Venezuela.
1)Tiene que ver con las perspectivas institucionales que se abren a los cambios sociales. Con las políticas que los impulsan y las que tratan de frustrarlos. Con la resistencia de los que los rechazan, incluso en sus más tímidas expresiones, y con los que los impulsan por la vía electoral, constitucional. El dilema tiene esa característica. Lo demás es evasión retórica. El meollo consiste en que Latinoamérica y el Caribe no pueden seguir en el marco de la actual injusticia social, de la oprobiosa distribución del ingreso y la exclusión. Semejante situación es insostenible y, tarde o temprano, se resolverá -los lapsos se acortan por el nivel de conciencia logrado por los pueblos- pacífica y democráticamente o de manera cruenta. Lo cierto es que los privilegios petrificados y las posiciones inmodificables en materia de cambios sociales de los sectores dominantes, sienten que sus privilegios se debilitan, lo que los lleva reaccionar contra lo que antes sacralizaron, ejemplo, sufragio, lucha pacífica, debate democrático. Sienten cercadas sus trincheras y patean la mesa. En Venezuela lo vivimos con la actitud que adoptaron desde que Chávez llegó a Miraflores; también con Correa en Ecuador y Morales en Bolivia. Posición destinada a desestabilizar, promovida por grupos económicos, sectores de la FAN, partidos tradicionales, medios, jerarquía de la Iglesia católica y el apoyo norteamericano.
2) Un analista de la situación argentina, país donde el gobierno constitucional y democrático de Cristina Fernández está acosado por una oposición donde convergen nostálgicos de las dictaduras militares, la derecha en sus diversos matices y restos de la partidocracia devaluada, señalaba lo siguiente: "La ansiedad de la oposición política y mediática, tan necesitada de alguna buena noticia que interrumpa una larga seguidilla de frustraciones, busca con desesperación unificarse para desbancar la política de cambios sociales que adelanta el gobierno". ¿No se parece lo que describe este comentario a lo que pasa en Venezuela y se repite en otras naciones de la región? Por supuesto. Lo cual incendiaría la sabana. Porque cualquier intento de regresión para impedir los cambios sociales y mantener en pie una anacrónica estructura política, social e institucional, quebrantando las reglas de juego de la democracia y del Estado de derecho, es un autosuicidio. Como alguien dijera tiempo atrás.