Somos en definitiva, retazos de infiernos en sublevación. Y es que
pudiera pensarse, en visión fantaseosa que el infierno es una larga
sombra que nos acompaña de noche y de día, también como una especie
de Angel Guardián. Pero no, si así fuese: el infierno como una sombra,
aquí nada hubiese pasado como para retar a la ética y a la moral.
El infierno es el acto de cada uno de nosotros que contra cada uno de
nosotros, y por sobre todo, en contra del otro, de la otredad, y que
me disculpe (lo del perdón esta demás) Baltazar Porras si esa definición
no le parece y prefiere las del Vaticano para interpretar ese infierno
de nuestros días que nos fue naciendo un agosto de 1498 y en octubre
de 1492.
Pero,
¿por qué hablar de infiernos en este paraíso de marcas, de slogans
y de invitaciones a la infidelidad? No pretendo hacer de este artículo
un tratado de moral y ética puritana. Aunque pudiera,
tampoco iría más allá de la pretensión, pues siempre ando con un
morral de pecados que me permite decir con propiedad, que si alguna
vez he de ganarme el cielo, sólo sería a consignación, y de seguro
me tocaría, por terco, la parte rota del cielo, un pedazo roto de O3
no hay mas para ti, por tu pasado, por tu pasado.
De
gritos y de sirenas, de balas y de formol se están convirtiendo el
alma de nuestros pueblos, y todo por la existencia de una plusvalía
de infiernos: infiernos caros, infiernos baratos, infiernos de luxe,
infiernos populares, infiernos al fin. Y así, de infierno en infierno,
hemos promovido una rancia transición, donde se ha venido pasando de
“una buena vida a una vida buena” a la medida del capitalismo,
pero que ya empieza a incomodarse en Venezuela.
La palabra buena, la palabra santa ya tiene tiempo desempleada, “vuelvan
de sus malos caminos y guarden mis mandamientos y preceptos conforme
a las leyes que ordené a sus padres...”,
como para decir que aquí, apenas si los valores tienen apenas
la utilidad que puede tener un muñequito de torta, y cada vez que se
vayan juntando más los infiernos en aras de un infierno colectivo,
entonces ya no habrá tiempo, ya no habrá espacios para la vida y sólo
podremos compartir un café de velorio. Porqué así, nos va a ganar
la tristeza con toda la facilidad del mundo, y apenas si alcanzaremos
a pensar que alguna vez, en algún lugar tuvimos la oportunidad de escuchar
nuestros silencios para iniciar el camino hacia la fe comprometida,
hacia la solidaridad auténtica, cuando pudimos hacer mucho
para que no nos amaneciera el cielo verdecito de tantos marines que
caían sobre nosotros.
Que
bueno sería, encontrarnos, en aquellos caminos y sin ser vistos por
la derrota, planificar y organizar nuevas campañas admirables, verdaderas
campañas admirables. Campañas que destierren infiernos, en cada uno
de los hombres y mujeres recuperados para la vida. Campañas que impulsen
la irreverencia, en la construcción de un mundo al revés donde la
ética no se parezca a esta manera de ser, para ser definitivamente
SER.
Aquí
radica precisamente la importancia de un mundo al revés, donde en las
alboradas de ese mundo, una vez que los infiernos vivan su diáspora,
sucedan cosas sin que se le falte el respeto a la estupefacción. Entonces,
sucederá, ya sin infiernos el socialismo que estamos buscando.
Y
entonces pasara que, sin que nos demos cuenta los padrinos y madrinas
de promociones escolares podrán ser ciudadanos comunes y silvestres,
bajo el entendido que son éstos, “prósperos ciudadanos” y no prósperos
empresarios para entender por fin a la persona por lo que ES y no por
lo que tiene. Y pasara que, se acepte como tarea “revolucionaria”,
que en el sacrificio, también revolucionario, las curules y demás
instancias de representación sean ejercidas sin ninguna compensación
económica; el padre nuestro, sin dejar de ser padre nuestro, sea leído
como “Madre nuestra que estás...”; la empresa eléctrica , llamé
a los vecinos a concentrarse en todas las plazas Bolívar del país,
para enmendarle los gastos ocasionados por los apagones; a los jubilados
les sea asignado un médico de cabecera y todos los meses sus pagos,
con soberana puntualidad, les sean llevados hasta sus casas. Estas,
serían sólo pequeñas cosas que deberían habitar el mundo al revés,
el mundo sin infiernos, el mundo, MUNDO, el mundo, VIDA que nos haga
ejercitar el VIVIR VIVIENDO, por encima del vivir bebiendo de los quince,
de los treinta y de todos los días.
Pero
luego,...cuando despiertas y ves que no hay nada al revés, como sin
querer y entre gargarismos y cepilladas, se va renovando tu infierno
para la empresa de un nuevo día. Éste, lo empiezas “combatiendo
la placa dental” y hasta puedes tener la opción de terminarlo con
un rivotril, que viene a ser como una especie de “feng shui”
para los infiernos nuestros de todos los días, pero por lo menos, para
ti, habrá mañana, con rivotril y todo, pero habrá mañana.
Y éste, infierno nuestro, si se quiere es un cómodo infierno, cómodo,
porque ni siquiera estás obligado a pensar en los infiernos de los
otros; el de la madre Zenaida, que todavía espera al hijo Noel en sus
noches de insomne padecer (el hijo no volverá, porque así lo quiso
un desgraciado policía, siguiendo las ordenes de un desgraciado comisario,
dentro de un no menos desgraciado sistema); el de la prostituta forzada,
a la que todavía le toca administrar “cariños fingidos”
para completar la insulina de la “niña de sus ojos”; el del desempleado,
que ya no “se da basto”, de tanto tener nada,
y piensa, y piensa y piensa, por un lado en que salga “buena” la
resonancia, y por el otro, en el sobrecito de campeón. ¡Infierno cómodo
el nuestro ¿no?!
Y que queda de todo esto sino el de comprometernos de verdad, verdad, sin ortodoxias, con ortopraxis, sin sectas y aprendiéndonos el salmo de las ocho palabras de Silvio: “seamos un tilín mejores y mucho menos egoístas” para que en el despliegue encontremos militantes activos y no militontos activos, al decir de Frey Betto.
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