Particularmente, me emociono al ver a mocositos cantándole a Chávez; eso es algo extraordinario y tiene una explicación: La mente actúa como espejo de la realidad.
Si nosotros no topamos con la realidad, entonces es muy probable que la definición que de ella hacemos, se quede en el limbo.
Y, como dice el pueblo, que nada mejor que pedirle a un niño que dibuje lo que vea, es que los niños tienen tremendo ojo interno; en cambio, los adultos ostentamos de una vaina llamada experiencia, que en mucho no es más que la atrofia de nuestros sentimientos. He ahí una arista de esas diferencias.
Por ello, me llama la atención la participación tan emotiva de mocositos que cantan o recitan o simplemente envían mensajes al Presidente y yo creo a pie juntillas en ellos, por su pureza incontaminada, se trata de algo bien bonito.
Que un mocosito te quiera es uno de los mayores privilegios que adulto alguno pueda merecer.
Es usual en Chávez estar hablando y de improviso ponerse a cantar para el pueblo, lo que hace de la cuestión un aparente arroz con mango pero si uno le pone atención al hecho se percata de que casi siempre la letra de la eventual canción tiene que ver con la raíz del tema y ese hecho ha posicionado el mensaje del Presidente en la sensibilidad del pueblo trabajador, no lo dudo.
Tú me cantas y yo te retruco, entonces ahí se produce una corriente afectiva de empatía plena, de eso se trata, eso no pasa inadvertido para un activo observador de la realidad; es que la melodía y el modo de cantar es meramente un medio pero el medio mismo porta el mensaje.
En reciente ensayito coescrito-“Del origen y evolución del lenguaje humano a las armas nucleares”-y que está en la red, expreso algunas consideraciones que pudiesen complementar esta reflexión.
Chávez es un presidente que puede darse el lujo de caminar con la cabeza en alto y eso enaltece.
El pueblo completa el sentido del mensaje de Chávez; eso es formidable. Se trata de que Chávez no emite un mensaje elaborado e inexpugnable sino que se trata de mensajes que hacen pensar. Por añadidura, el Presidente es tremendamente autocrítico y recíproco con el pueblo.
Nunca olvidemos que la reflexión
del pensamiento debe acompañar el acto de saber.