Varios
personajes de la vida política nacional, entre ellos periodistas
reconocidos y militantes del PSUV, han coincido en comentar en forma
insistente en los últimos días la posibilidad de ocurrencia de un golpe
de Estado en el país, que tendría como protagonistas e impulsores a
elementos y fuerzas opositoras ligadas a los medios de comunicación
social, en forma muy parecida a la situación ocurrida el 12 de abril de
2002. En aquella ocasión, los partidos políticos de oposición habían
perdido todo protagonismo político, producto de sus gravísimos errores y
limitaciones de años sumados a la campaña en su contra efectuada por la
prensa nacional y regional a instancia y satisfacción de la burguesía
venezolana. Ésta pensó, erróneamente, que podía substituir el papel de
los partidos políticos, como intermediarios con la sociedad, por la
prensa escrita, radial y televisiva.
Independientemente
de que en Venezuela hay clientes para la realización de hechos
políticos infinitos, entre ellos el golpe de Estado, y que existe dentro
de la oposición gente con suficiente irracionalidad y odio hacia el
Presidente, como para participar en este tipo de aventuras, se hace
necesario analizar muy bien estas denuncias, su significado, su
aparición sincronizada y sobre todo los distintos escenarios que se
pudieran presentar. Lo primero a señalar es que se trata de opiniones
que involucran en forma protagónica al Jefe del Estado y que parecieran
formar parte de una decisión política, tomada por alguna poderosa razón
que no está claramente explícita. Tenemos que recordar en este momento
la realización periódica, por parte del Presidente, de acusaciones
idénticas que incluyeron incluso la posibilidad del magnicidio. Desde
ese punto de vista no habría nada nuevo bajo el sol en relación con el
tema y quizás nos preocupamos sin razón.
Pero:
¿Por qué en este momento, a tan corto tiempo de la realización de los
comicios para elegir presidente? ¿Tendrán los denunciantes realmente
información precisa que les permita asegurar la veracidad de las
acusaciones en cuestión? Los declarantes no lo precisan y solamente
hacen referencias generales a los ataques políticos opositores al CNE y a
la Fuerza Armada Nacional, muchos de los cuales pueden aparecer como
normales en épocas electorales, mientras otros fueron estimulados por
declaraciones de varios jerarcas militares, que fácilmente se
interpretaban como una posición de rechazo a un triunfo distinto en 2012
al de Hugo Chávez Frías. Es difícil entender que la oposición, que ha
logrado un acuerdo formal para apoyar a un único candidato, que tiene ya
unos precandidatos para una escogencia en votaciones primarias y a tan
pocos meses de unas elecciones presidenciales en las que tiene
oportunidad de ganar, vaya a permitir un desaguisado de ese tipo.
Las
elecciones de septiembre de hace un año significaron una derrota para
el Presidente y su proyecto; por escasa diferencia, pero derrota al fin.
Los graves problemas que la gente siente que la aquejan se han
agravado, a pesar de los esfuerzos gubernamentales y el dinero invertido
en resolver algunos de ellos: Vivienda, seguridad personal y
abastecimiento. La eficacia gubernamental no ha mejorado y a las
dificultades mencionadas se agregan la inflación, el deterioro de
sueldos y salarios, la corrupción pública, el desastre hospitalario, la
crisis nacional de suministro eléctrico, la paralización de grandes
obras de infraestructura, la inestabilidad universitaria, el grave
problema carcelario, la ausencia de empleo formal calificado y las
permanentes manifestaciones de protesta por deterioro de los servicios
públicos y reclamos por deudas de distinto tipo.
Además,
y lamentablemente hay que referirse a ello, pues lo que está en juego
es el futuro de Venezuela, el Presidente sufre una enfermedad seria, que
quiérase o no lo golpea en forma importante como contendor electoral
para el año 2012. No importa que en las encuestas aparezca con un mayor
respaldo que anteriormente, pues el mismo puede tratarse de la
solidaridad humana que caracteriza a los venezolanos. Son pocos,
afortunadamente, quienes hacen de situaciones trágicas de ese tipo
acontecimientos oportunos para la celebración y la burla. Pero no
compartir este tipo de bajezas no significa despreocuparse por lo que
pueda pasar y olvidar sus consecuencias, sobre todo cuando pudieran
sobre venir situaciones violentas como las denunciadas, cuyos orígenes
no sólo involucraría a los sectores más reaccionarios y conservadores de
la sociedad, sino eventualmente a parte de los grupos hoy en el poder,
impulsados por el temor a situaciones graves de retaliación. Los
enfrentamientos podrían ser terribles.
Estoy
entre quienes no ven la posibilidad de cambios positivos con las
fuerzas de oposición existentes en este momento. No creo que profundizar
el proceso desnacionalizador actual de la industria petrolera sea lo
que más le convenga a Venezuela, ni estoy de acuerdo en que
substituyendo el populismo actual por el control neoliberal del mercado
avanzaremos hacia un futuro democrático y promisorio. Todo lo contrario.
El momento actual debería convocar a todos los patriotas dispuestos a
impulsar la construcción real de nuestro propio destino en forma
soberana y libre, sin tutelas de ninguna nación, en un ambiente de
respeto y cooperación internacional, sin ideologizaciones absurdas, para
salir del modelo económico rentista y de la entrega de nuestro petróleo
a las transnacionales imperialistas, situación de la que no hemos
podido salir desde hace casi un siglo.
La
convocatoria sería mucho más exitosa si se hiciera desde los sectores
honestos, avanzados y democráticos del llamado chavismo, con un programa
incluyente claro de manera de convocar a lo mejor de Venezuela en la
tarea de salvarla de una debacle lamentable. Trabajemos por una
Venezuela económicamente exitosa, que despegue con fuerza y en forma
definitiva del subdesarrollo y capaz de mejorar ostensiblemente las
condiciones de vida de su pueblo.